Especiales Semana

DESARROLLO INDUSTRIAL

8 de agosto de 1988

LA INDUSTRIA TEXTIL MARCA LA PAUTA
Las cosas han cambiado mucho desde cuando familias pujantes se dieron a la dificil tarea de instalar en sus talleres casero unos cuantos telares de madera que operaba los artesanos de la región. Así nacieron empresas como Unica en Manizales, Coltejer en Medellín y otras cuanta a finales del siglo pasado y a principios de éste con la ambición de convertirse en un ejemplo para los sectores de la economía que aún permanecían escépticos a la industrialización.

La idea era empezar a producir en Colombia uno de los miles de productos que tenían que importarse, de manera que poco a poco la economía nacional fuera inclinando a su favor la balanza comercial. Al principio la producción se orientó hacia el campo laboral, de manera que las máquinas que se fueron comprando daban a la luz largos metraJes de la misma tela, con iguales características e igual color. Era esa tela en tonos crudos con la que se uniformaba a los obreros del sector agricola. Ya el primer paso estaba dado. El segundo fue pensar en el mercado externo, y al poco tiempo desde los puertos colombianos empezaron a salir barcos cargados con hilazas, que luego se transformaban en telas finas y prendas ya confeccionadas en otras latitudes del planeta.

Después vino una lucha para concientizar al consumidor colombiano.
Para él lo que se producia en Colombia era siempre inferior a lo que podía conseguirse en cualquier otro lugar. Era una mentalidad absurda e injusta, que desafortunadamente persiste aún el algunos sectores. Pero entonces la industria textilera se decidió a competir en forma. Posiblemente no existía mayor amparo oficial, pero el propósito era combinar en las vitrinas de los almacenes exclusivos las tradicionales prendas importadas con las que empezaban a sacarse internamente.

Las empresas textileras compraron, entonces, nuevas máquinas que trabajaban con metrajes menores, para lograr así la producción de piezas exclusivas con las que no se corría el peligro de uniformar a los clientes más exigentes.

La industria textil llegó a un punto de gran importancia. Empezaba a perfilarse como uno de los mayores generadores de empleo y de divisas, como uno de los grandes soportes de la economia colombiana, como un sector que --bien cuidado y bien encaminado-podria arrojar las mejores satisfacciones en el propósito por abandonar el carácter de tercermundistas.

Pero desafortunadamente faltó tacto, visión y agresividad para entrar en forma en el mercado externo. Si se hubiera hecho, si este movimiento hubiera seguido una proporción lógica, hoy en día estariamos por encima de paises como Corea o Taiwan, aunque parezca sorprendente.
Los mayores pecados fueron pensar demasiado en función del mercado interno, no apoyar los procesos de comercio exterior y no mejorar la infraestructura por ejemplo, de puertos y ferrocarriles.

Pero no obstante el timido movimiento de exportación, un hecho es el principal motor del progreso que hoy se aprecia: la calidad. Porque, como lo afirmaba hace algún tiempo Alberto Maya, gerente general de la comercializadora CINSA (exportadora, entre otros, de los productos de Fabricato) "es muy fácil cambiar un plazo de entrega o comunicar un incremento en el precio, pero la calidad jamás puede entrar en negociaciones o en cambios".
De manera que esta calidad empezó a comentarse entre los diferentes paises que compraban telas e hilazas al exterior, y la fama de Colombia fue tomando forma. No se vendía mucho, pero si muy bueno. Y asi, poco a poco este proceso de comercialización le fue enseñando al país los grandes trucos del éxito: no declinar jamás la calidad y pretender que cada día se venda con mayor valor agregado.

Por eso la industria textilera ha logrado tanta solidez: una solidez que le ha permitido, incluso, salir con éxito de las recesiones económicas que ha sufrido el país y de los propios concordatos que hoy ya parecen sepultados. Por eso, también, hoy resultaria absurdo comprar moda en el exterior, cuando lo que impera es la moda colombiana para exportar. Y si se quiere una muestra más, sólo hay que decir que firmas como Chopper y Girbaud han confiado tanto en los procesos textileros que hoy se dan en Colombia, que han establecido representaciones acá, con libertad de diseños y con materiales netamente nacionales.

Por otro lado, esa ambición de los primeros talleres hogareños, de convertirse en un ejemplo para los sectores escépticos, se ha logrado.
Han sido, en realidad, un motor de la industrialización. Coltejer, para citar un ejemplo, cuenta en la actualidad con poco más de 11 mil trabajadores y genera más de 200 mil empleos indirectos. --