Especiales Semana

DIA DEL PADRE

9 de julio de 1990

CAMBIA, TODO CAMBIA
"Eran señores de armas tomar. Cariñosos, como casi cualquier padre, pero rígidos y muy poco transigentes.
Jamás cambiaron un pañal ni prepararon un tetero. En aquella época los roles de padre y madre estaban muy bien definidos y pocas veces coincidían."
Hay excepciones. Pero la definición bien puede corresponder a los padres de la primera mitad de este siglo. Seguramente abuelos o progenitores del lector.

Eran otros tiempos. Eran otros padres. Ni mejores ni peores...
simplemente otros. Tuvieron que vivir una época muy distinta y, aunque su esquema rígido se encuentre en vías de extinción, ellos forjaron una generación que tuvo que enfrentar los cambios más drásticos de la historia moderna .


DISCIPLINA Y TERROR
Al papá, ante todo, se le respetaba. Y se le quería, claro está, por ser el padre, aunque en muchas familias la relación papá-hijo era distante.

El papá era el amo y señor. Tenía la responsabilidad de mantener económicamente su hogar y el deber de impartir autoridad. Era el juez supremo de la familia y, por tanto, la última instancia en materia de decisiones.

"Se veían padres tan drásticos, que en muchos hogares las mamás debían adoptar el papel de intercesoras. A ellas les tocaba implorar perdón para sus hijos o, al menos, rogar para que el castigo impuesto fuera reducido", asegura una abuela moderna.

Cuando el papá llegaba a casa, después de una larga jornada de trabajo, reinaban la paz y el orden. Luego del informe detallado que debía rendir la madre sobre el comportamiento de los hijos, el señor de la casa regañaba, aconsejaba, comparaba y después pasaba revista a los trabajos escolares.

La ternura, según los abuelos, era una tentación a la cual había que huirle muy a menudo, porque existía la idea de que los padres debían ser drásticos. Drásticos, sencillamente, porque era el tono de la época. Porque había muchos hijos y éste era el mejor método para controlarlos a todos y porque se pensaba que el hijo de un padre blando podía echarse a perder. Y si esto sucedía, la responsabilidad era del padre, que no supo educar a sus hijos con la debida fortaleza.

El papá era también un administrador de talentos.
Era el guía de las aptitudes profesionales y el que determinaba qué estudios le convenían más a cada muchacho, según él veía lo que podría ser su futuro. Y si de hijas se trataba, también correspondía a papá la responsabilidad de asegurarles un buen partido.

AMIGOS, SIEMPRE AMIGOS
La televisión, el rock y la moda transformaron el tono de las relaciones padre-hijo.
La rebeldía y los movimientos de liberación llegaron con un mensaje de cambio. El período de ajuste fue duro. Muchos padres se resistieron, porque sólo conocían el esquema que vivieron como hijos.
Pero tarde o temprano, a las buenas o a las malas, el cambio se dio.

Y a los hijos de entonces, a los rebeldes de los sesenta, también les llegó el turno de ser padres. Quisieron corregir en sus hijos algo de ese desbarajuste de su época libertina, pero al mismo tiempo comprendieron que a la nueva época le correspondía un nuevo esquema.

La palabra mágica es amistad. Ser amigos, antes que padres. Amigos, para orientar sin obligar.
Amigos, para gozar de una confianza tal, que les permita a los padres conocer los problemas y las preocupaciones de sus hijos y, así, poder entrar a jugar su papel de consejeros, de guías... de amigos.


LA PRIMERA VEZ
Confirmado. La prueba de embarazo es positiva.
Todo es alegría y celebraciones. La futura madre se convierte en el centro de atención. Flores, cuidados especiales, interés del médico por averiguar toda su vida.

Y el padre, también feliz, empieza a comprender que ha quedado en un segundo plano. El mismo ayuda a que se dé esta situación. Es lógico. Será el primer responsable de crear un ambiente óptimo para la madre de su hijo. Su primer hijo. Una experiencia que había imaginado, pero que cada día le deparará sorpresas.
"... cuando sus esposas quedaron embarazadas, estos hombres no tenían idea de las alzas y las bajas emocionales que les esperaban: preocupaciones, incertidumbres, mal humor, resentimiento, celos, temores, tristezas, vulnerabilidad, accesos desconocidos de lágrimas. Reacciones que afectarían profundamente la imagen de sí mismos." Así describe el caso Cecilia Worth, autora del libro "Padre por primera vez", que acaba de aparecer en Colombia.

Según la especialista, al lado de esa inmensa alegría que produce la paternidad, el hombre debe enfrentar un sinnúmero de eventos que no sólo le son desconocidos, sino que además lo colocan trente a un futuro que normalmente no puede calcular ni predecir. "Los nuevos padres y los que están en vísperas de serlo, asegura la doctora Worth, no tienen modo de afrontar el tremendo alud de emociones que es tan normal para ellos como para sus compañeras pese a la anticuada idea de que los varones son menos vulnerables emotivamente que las mujeres".

Worth califica como "trágico" que el padre deba soportar en soledad este período de tensiones. En medio del ambiente emotivo, pocos comprenden que si bien el hombre no experimenta un cambio físico, sí se ve abocado a un profundo cuestionamiento sicológico.

LA NUEVA VIDA
A conciencia o sin quererlo, el nuevo padre se interroga sobre cómo serán las relaciones con el nuevo ser que llega, cómo cambiarán las que ya conocía con su esposa, de qué manera lo afectará el suceso en su práctica laboral, e incluso cómo dispondrá del dinero suficiente para salir al otro lado.

El nacimiento de un hijo, y de manera especial el del primogénito, enfrenta al hombre a un cambio fundamental en su vida. Desde la esperada transformación en el cuerpo de su esposa, hasta la posibilidad de contar a largo plazo con el mejor de sus amigos constituyen factores que, encadenados, le hacen ver que su vida se ha Partido en dos.
Y comprender que en la vida, a partir de ese momento, existen un antes y un después, exige un proceso mental de alto vuelo.
Los casos que cita Cecilia Worth en su libro proponen un ejercicio:
posiblemente no hay que apresurarse y tratar de comprenderlo todo en un solo instante. Se debe vivir cada paso del maravilloso proceso de la paternidad. Y se debe asimilar y procesar cada nueva experiencia. "Lo que produce todas las dificultades es no tener claridad sobre lo que a uno le está pasando".

El padre y la madre deben compartir las experiencias. Pretender que sólo la mujer sea fuente de nuevos mensajes resulta absurdo. El forma parte del embarazo y quizás no exista un mejor momento para afianzar las relaciones de pareja hacia ese futuro cambiante que se proyecta. Y si se quiere que el nuevo padre participe de una manera activa en la crianza, es de esperar que también a él se le acompañe en ese proceso de transformación sicológica al que se enfrenta.
Sus dudas, sus temores y sus esperanzas merecen ser oídos.-