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Dios salve a la reina

A pesar de los cambios sociales y políticos que sacudieron al siglo XX la reina Isabel II de Inglaterra cumple 50 años en el trono, demostrando así la vigencia de la monarquía en los tiempos modernos.

2 de junio de 2002

En Inglaterra dicen que mientras haya cuervos en la Torre de Londres existirá la monarquía. Parece que el dicho es cierto pues en los últimos 50 años cayó el muro de Berlín, se terminó la Guerra Fría, se acabó el colonialismo, el hombre llegó a la Luna, se inventó la píldora anticonceptiva, se clonó una oveja y, a pesar de todos estos cambios, los cuervos no se han ido de la Torre y con ellos se ha quedado la monarquía, una institución que vista desde fuera parece arcaica, pasada de moda y para algunos revaluada.

Sin embargo el pueblo británico no lo ve de esa manera y prueba de ello son las diversas celebraciones que se vienen realizando este año con motivo de los 50 años de la ascensión al trono de la reina Isabel II. El jubileo de oro, cuyos principales festejos se realizarán entre el primero y el 4 de junio, es la muestra clara de que la sociedad británica sigue viendo en su respetada monarca el símbolo de su pasado histórico y de su identidad.

“La monarquía es el único elemento de cohesión que tiene el pueblo y es lo que ha permitido que permanezca unido a pesar de las transformaciones. Tiene dos ejes que la hacen indispensable. Por un lado está el origen mítico con el rey Arturo, los caballeros de la mesa redonda, la espada en la piedra, etc. En su imaginario la tierra es una sola con su rey, quien es el garante de la unidad y la estabilidad. Por otra parte está la razón política, pues la monarquía es la garantía de que habrá una continuidad histórica que tiene sus raíces en el pasado pero que se vive en el presente y se proyecta hacia el futuro”, señala la historiadora Diana Uribe.

A diferencia de las demás monarquías absolutistas europeas, la inglesa logró adaptarse a los cambios sociales y políticos de cada época y mientras en otras regiones los reyes seguían ostentando el poder supremo en las islas británicas los monarcas aceptaron limitar sus funciones, delegando en los primeros ministros y el Parlamento la labor de gobernar y legislar respectivamente.

Los reyes, entonces, dejaron de ser gobernantes para convertirse en portadores de la tradición inglesa. En ellos no recae la responsabilidad histórica de las decisiones políticas que tomen los dirigentes de turno pero aún así el pueblo necesita saber que la monarquía está presente en la vida pública velando por su bienestar.

La reina, además de ser la jefe de Estado, ostenta los cargos de jefe del Ejecutivo, es parte integrante del Poder Legislativo, es jefe del Poder Judicial, comandante en jefe de todas las Fuerzas Armadas de la Corona, Gobernadora Suprema de la Iglesia de Inglaterra y jefe de la Mancomunidad Británica de Naciones.

La reina Isabel II ha sabido cumplir con estos deberes y eso se ve en sus discursos, en los que hace especial énfasis en el compromiso inviolable que tiene con sus súbditos. Sus palabras en Westminster Hall el 30 de abril de 2002 lo dicen todo: “Sólo el paso del tiempo puede filtrar lo efímero de lo perdurable. Y lo que perdura son las características que marcan nuestra identidad como nación y los valores imperecederos que nos guían. Estos valores se expresan en nuestras instituciones nacionales —incluidos la monarquía y el Parlamento—, instituciones que a su vez deben seguir evolucionando si han de ser faros efectivos de confianza y unidad para las generaciones futuras”,

Parece que fue ayer

Si la leyenda de los cuervos de la Torre de Londres es curiosa la historia de cómo una princesa se convierte en reina de Inglaterra lo es aún más. En febrero de 1952 el delicado estado de salud del rey Jorge VI obligó a la princesa Isabel a tomar su lugar en un tour por los países de la Commonwealth. Durante la gira la joven heredera de 25 años y su esposo, el príncipe Felipe, hicieron una parada en Kenia para visitar una reserva natural y pasar una noche en el hotel Treetops, una casita de madera empotrada en la copa de un árbol, desde donde era posible ver a los animales salvajes. La princesa no quería bajar del árbol hasta no presenciar el amanecer y cuando por fin descendió en la mañana del 6 de febrero lo hizo convertida en reina sin saberlo. Ese día a miles de kilómetros de distancia su padre había muerto debido a un cáncer de pulmón.

Isabel regresó de inmediato a Inglaterra, en donde la esperaba el primer ministro, Winston Churchill, quien debía guiarla en la difícil tarea que se le avecinaba. Desde entonces la reina ha tenido que estrechar lazos con 10 primeros ministros de diferentes filiaciones políticas, quienes una vez a la semana se reúnen con la soberana para mantenerla al tanto de los asuntos del reino.

Un reino que ha cambiado sustancialmente en medio siglo. Cuando Isabel fue coronada, el 2 de junio de 1953, solamente había 36.000 inmigrantes en suelo británico, apenas ocho países en la Commonwealth (ahora hay 54 y algunos de ellos ni siquiera eran parte del antiguo imperio), la gente debía ponerse de pie para escuchar el himno nacional en el cine, había mayor restricción sexual, sólo existía un canal de televisión de la BBC y pocas familias tenían en su casa un televisor. En los años 60 la edad para votar se redujo, los jóvenes despertaron a la libertad sexual, el aborto y la homosexualidad salieron del clóset, se permitió la libertad de culto y la educación se volvió menos exclusiva.

La monarquía no podía quedarse relegada a estos cambios y, mucho menos, defraudar las expectativas de su pueblo, por lo que Isabel II accedió a lo que parecía imposible: abrió las puertas de su residencia a los medios de comunicación para que sus súbditos echaran un vistazo a la vida cotidiana de una reina. A finales de la década de los 60 las cámaras de la BBC filmaron un documental sobre la familia real ,en el que se veía a la soberana trabajando en su despacho, comprando caramelos para sus hijos, comiendo un asado con su familia y atendiendo a embajadores, ministros y diplomáticos.

Pero la iniciativa terminó convertida en un arma de doble filo. La fascinación que despertaron los Windsor en la prensa desbordó todos los límites y los tabloides comenzaron a escudriñar en la vida íntima de la familia real. Desde entonces los escándalos de infidelidades, consumo de alcohol, trastornos alimenticios y depresiones han salpicado a varios miembros de la monarquía, que han pasado a ser la comidilla del pueblo británico por su conducta disipada.

La reina Isabel, sin embargo, ha sabido mantenerse al margen de los escándalos haciendo gala de su templanza y discreción a la hora de abordar los temas embarazosos que involucran a sus hijos y nietos. Esta reserva le costó críticas cuando murió Lady Di pues el pueblo esperaba que la soberana demostrara sus condolencias tan pronto ocurrieron los hechos. Al percatarse del malestar Isabel II hizo una alocución televisiva en directo, en la que demostró públicamente su dolor por la pérdida de su nuera. Este gesto le permitió unirse al clamor de sus súbditos, que en esos momentos necesitaban la figura de una reina más cálida y cercana.

“La reina Isabel ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Es una profesional que a lo largo de 50 años ha cumplido con los deberes que se esperan de ella. El reto ahora es para los hijos de Lady Di, quienes son los encargados de adaptar la monarquía al siglo XXI. Diana dejó una gran huella al demostrarle al pueblo que las princesas también lloran, sufren y se deprimen como cualquier persona. Ella mostró el lado humano de la realeza”, afirma Diana Uribe.

Esta enseñanza se verá reflejada en las celebraciones del jubileo de oro ya que la reina ha querido que sea el pueblo el que más disfrute con los eventos. Además de las celebraciones deportivas y los oficios religiosos se realizarán exposiciones de los tesoros reales para que el público pueda ver de cerca la grandeza histórica de Gran Bretaña, como bien lo expresa la reina: “Espero que el cincuentenario sea una oportunidad para celebrar lo que hemos logrado como nación desde 1952. Quisiera expresar mi orgullo en nuestro pasado y mi confianza en nuestro futuro. Quisiera declarar mi decisión de continuar, con el apoyo de mi familia, sirviendo al pueblo de esta nuestra gran nación de la mejor manera que pueda y a través de los tiempos cambiantes que nos esperan”.