Especiales Semana

El Centenario

En 1910 muchos de los actos conmemorativos de la Independencia tuvieron un marcado carácter centralista.

Por Alexánder Cano Vargas*
18 de julio de 2009

El Centenario de la Independencia de Colombia, festejado el 20 de julio de 1910, es un punto de inflexión en la historia del país propicio para la reflexión y el debate de asuntos nacionales tales como el de la identidad y la reconciliación nacional los cuales, a un año del Bicentenario, cobran actualidad.

En dicha ocasión el Estado, la Iglesia, la prensa, los partidos y muchas organizaciones e instituciones gubernamentales y privadas se dieron a la tarea de hacer de esta fecha uno de los días más memorables en la historia colombiana. Un sinnúmero de actos conmemorativos fue organizado a lo largo y ancho del territorio nacional. Se crearon comisiones organizadoras de caracteres nacional, regional y local las cuales se encargarían de preparar hasta el mínimo detalle. De esta manera, la celebración del Centenario y toda la ritualización cívica, política y religiosa que este acontecimiento generó dejan entrever cómo la conmemoración fue permeada por la influencia del discurso político, fue así como una fiesta de índole cívica y patriótica también sirvió de escenario para la confrontación verbal bipartidista.

En los periódicos de la época se hicieron evidentes las visiones políticas divergentes que tanto el conservatismo, partido de gobierno en ese entonces, como la oposición liberal tenían frente a la conmemoración del Centenario. Ello contradecía el carácter reconciliador inspirador de dicha celebración que pretendía curar las heridas abiertas en el alma de la nación por la pérdida de Panamá y la Guerra de los Mil Días, fantasmas que aún pesaban en la conciencia nacional en 1910.

En dicha celebración se utilizaron símbolos e íconos referentes a la identidad colombiana. Fue así como el escudo y la bandera nacional, entre otros, con sus alegorías a la libertad, el orden, la tenacidad y la riqueza del país, sumados al culto rendido al Libertador y a los héroes de la independencia difundidos por el Compendio de Historia de Colombia de Henao y Arrubla, se convirtieron en un referente de lo nacional. Además, otros actos de índole religiosa, como las misas, y de carácter cívico y cultural, como la inauguración de parques, bustos, placas y exposiciones, constituyeron la constante dentro de los actos públicos conmemorativos del Centenario.

La puesta en marcha de toda esta simbología, sumada a los parques y calles que fueron bautizadas con el nombre de próceres o de batallas de la independencia, pretendía crear un sentimiento de identidad y, por ende, de adhesión y de reconocimiento en nuestros connacionales. De esta manera en Colombia hubo una producción masiva de monumentos públicos, entre los cuales sobresalen la inauguración en Bogotá del parque de la Independencia y su Exposición Agrícola e Industrial del Centenario, en la que participaron todos los departamentos con lo mejor de sus productos fabriles, agropecuarios, artesanales, artísticos y culturales, la iglesia de la Veracruz y su panteón de los próceres y la urna del Centenario, o cápsula del tiempo, con objetos de la época, que será abierta el 20 de julio de 2010. Obras similares, aunque en menor escala, se inauguraron a lo largo y ancho del territorio nacional.

Ahora, la propuesta es que cambie esa visión centralista y excluyente que se tuvo en 1910, para que la celebración del Bicentenario sea una verdadera fiesta de identidad y reconciliación nacional.

* Profesor y candidato a doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.