Especiales Semana

EL COMPLOT

Escandalosas revelaciones tras el pavoroso atentado a Maza, en plena carrera 7a de Bogotá.

3 de julio de 1989

La escena parecía de la Segunda Guerra Mundial: una llamarada de por lo menos 10 metros de altura, un ruido ensordecedor y después una inmensa humareda gris que a medida que se desvanecía iba revelando cadáveres cercenados, heridos y carros completamente destrozados.
Segundos después, mientras los vidrios de los edificios caían a pedazos, de entre las ruinas de un automóvil Ford que quedó pegado al piso porque sus llantas se volvieron como de plastilina, emergió el general Miguel Alfredo Maza Márquez, director del Departamento Administrativo de Seguridad. Aturdido pero ileso, Maza acababa de salvarse providencialmente de un atentado dinamitero que le costó la vida a 6 personas (ver recuadro) y que dejó más de medio centenar de heridos.

Un carro-bomba accionado a control remoto, cuando el automóvil del general pasaba a la altura de la carrera 7a. con calle 57, no logró hacer blanco en el carro blindado porque los terroristas fallaron en sus cálculos por milésimas de segundo. La fuerza del impacto alcanzó a una de las camionetas de su escolta y a un automóvil Renault 18, que instantes antes había adelantado a la caravana del DAS. El automóvil blindado en que se movilizaba el general resultó seriamente averiado, pero se había producido un milagro. A los pocos minutos el general estaba contando la historia en el Hospital Militar, adonde había sido conducido por un taxista con dos de sus escoltas heridos.

YO ACUSO
La historia del general fue la que precisamente se encargó de desbaratar las especulaciones y las diferentes cábalas sobre los posibles autores del atentado terrorista. Para él, este acto tenía nombre propio. Y a pesar de que hubo quienes intentaron despistal haciendo llamadas a nombre del ADO adjudicándose el atentado, para el general Maza sus víctimas obedecían a un un plan hecho en Medellín.
En una carta que envió de inmediato al procurador general de la Nación, Alfonso Gómez Méndez, Maza dijo explícitamente que, de acuerdo con informaciones recogidas la semana anterior cuando un capitán retirado del Ejército, Luis Javier Wanumen Camargo, fue capturado con algunos documentos que revelaban las intenciones del cartel de Medellín, "la verdad de los hechos se encontraría en La Dorada y Puerto Boyacá, en donde los "señores de las flores, tienen sus centros de operaciones".

El "señor de las flores" era a quien se le dirigía un "informe confidencial", incautado a Wanumen, en el que prácticamente sólo se hablaba de los planes contra el general Maza y en donde se decía que "todo estaba listo para por lo menos pegarle un buen susto". El documento, que fue calificado por el propio Maza como el libreto de los sicarios para el atentado, dejaba ver que "Wanumen Camargo es una persona que trabaja para una organización relacionada con ese nefasto matrimonio narcotráficogrupos de autodefensa (mal llamados paramilitares), que tratan de desestabilizar la democracia y están auspiciados por el cartel de Medellín". Así lo dijo categóricamente el general, en la carta que leyó ante las cámaras y micrófonos de los medios de comunicación del país.

Los jefes del cartel de Medellín, Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, quienes para las autoridades son "los señores de las flores", tienen los suficientes motivos para considerar al general Maza como uno de sus principales blancos. Gracias a las investigaciones adelantadas por el director del DAS, Escobar y Rodríguez Gacha fueron llamados a juicio como autores intelectuales de las matanzas organizadas por los grupos paramilitares en Urabá y el Magdalena Medio. Gracias a su decidida lucha contra el paramilitarismo, el jefe del DAS logró jalonar un proceso que llevó al gobierno a meterle muela al asunto de las autodefensas, hasta el punto de que durante los últimos meses las acciones de las autoridades se encaminaron a poner en desbandada a los grupos paramilitares y a acorralar a los jefes del cartel de Medellín.

Fue el general quien permitió identificar el fenómeno del narcoparamilitarismo y quien comenzó a dar en serio la pelea para golpearlo no solo en el terreno militar, sino también en el económico. Si bien se han desbaratado algunas bandas de paramilitares, no han sido menos contundentes los golpes dados a los laboratorios de procesamiento de cocaína. Y eso "los señores de las flores" no lo perdonan.
Fue lo que le costó la vida a Rodrigo Lara Bonilla cuando se metió con los laboratorios del Yarí y de Tranquilandia.

El general Maza se atrevió con los de Puerto Boyacá y La Dorada. Estuvo metido en las operaciones Paime y Primavera que era, ni más ni menos, que pisarle los callos económicos al cartel de Medellín. Y meterse en los terrenos económicos de la mafia es jugar con la muerte.

LOS PRIMEROS ROUNDS
Curiosamente, el general Maza al comienzo no había enfilado sus baterías para combatir al narcotráfico. Y aunque en su hoja de vida se pueden anotar algunos hits, como el decomiso en 1978 de los primeros mil kilos de cocaina pertenecientes a la más poderosa banda de narcotraficantes de esa época, la del hondureño Ramón Matta Ballesteros, sus luchas siempre estuvieron más relacionadas con el problema político o de orden público, que era lo que más afectaba a los colombianos hace un tiempo. En 30 años dedicados a la investigación policiva, Maza Márquez puede contar entre sus cruzadas la del antisecuestro. Y a pesar de que logró desbaratar a las más peligrosas organizaciones de delincuentes comunes dedicados a esta actividad, como la del famoso "Doctor Secuestro" (Hernán Valero), lo mismo que a acabar, en la década del 60, a las bandas de asaltantes bancarios que entonces se repartían entre delincuentes comunes y organziaciones guerrilleras, en la década del 80 sus habilidades como investigador lo habrían de llevar a enfrentar nuevos fenómenos delictivos.

En esta década, mientras las organizaciones de los narcotraficantes crecían al amparo y en medio de la simpatía de amplios sectores de la sociedad, el general Maza enfrentaba una de las más importantes tareas de su carrera: la de la lucha contra la subversión. Maza, desde sus diferentes puestos como director del F-2 o del DAS, se convirtió en un implacable verdugo de las organizaciones guerrilleras urbanas. El PLA, el ADO, el ELN y las FARC vieron frustrados sus planes terroristas en más de una ocasión, gracias a la acción de los organismos secretos bajo su dirección. Fue tal el éxito que logró en este terreno que durante varios años el general Maza apareció en los panfletos de izquierda como un "feroz torturador anticomun¿sta".

EL SEGUNDO ENEMIGO
Pero su visión antisubversiva y sus posiciones ideológicas anticomunistas no le impidieron observar el fenómeno que se convertiría en el principal problema de los finales de la década de los 80: el paramilitarismo. Y aunque para algunos enemigos de la subversión este fenómeno parecía ser la solución a los problemas generalizados de boleteo, extorsión y secuestro, el general Maza no se montó en el carro de los grupos de autodefensa.
Por el contrario, comenzó toda una labor que lo convirtió en el verdugo de los grupos paramilitares. Y cuando el país aun no entendía las dimensiones de lo que se gestaba alrededor de los asesinatos selectivos contra dirigentes de la Unión Patriótica y las matanzas colectivas que inauguraron el año de 1988, el general Maza ya había puesto el dedo en la llaga.

Y la llaga la definía el propio Maza así: "El paramilitarismo es la interpretación que los narcotraficantes le han dado a las autodefensas". De este modo, y al igual que Rodrigo Lara Bonilla, el coronel Jaime Ramírez, el magistrado Hernando Baquero, el procurador Carlos Mauro Hoyos y un gran número de jueces e investigadores, el general Maza terminó enfrentado directamente a los dos grandes capos del narcotráfico, Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, las cabezas del cartel de Medellín. Pero a diferencia de sus precursores en esta lucha, Maza alzó el dedo acusador contra Escobar y "El Mexicano" no tanto en su calidad de jefes del narcotráfico, como en la de autores intelectuales de una nueva forma de violencia organizada que se ha tomado el país en los últimos años: el paramilitarismo.

Desde el punto de vista político, y como convencido defensor de la democracia y el estado de derecho, Maza se puso al frente de esta lucha. Pero quizá lo que distingue al general de los demás funcionarios del Estado que, en una u otra forma, han asumido papeles similares es que aparte de la efectividad de los operativos dirigidos por él, lo guía una concepción teórica, casi una filosofía, sobre lo que significa, en términos globales, la guerra que se vive en Colombia. No en vano en los pasillos de la Casa de Nariño se dice que el presidente Barco afirmó una vez: "El mejor violentólogo del país es el general Maza":

EL COMPLOT
No resulta extraño, entonces, que Maza se hubiera colocado tan rápido en la mira de los peores asesinos en la historia de Colombia. Pero este no es el único elemento, ni siquiera el más grave, en el análisis que es necesario hacer frente a lo sucedido la semana pasada.

Independientemente de la gravedad del atentado contra la vida del director del DAS, lo más aterrador, sin duda, es lo que tras esto se ha comenzado a descubrir: que los enemigos de Maza no están sólo en Medellín y entre La Dorada y Puerto Boyacá, sino en sus mismas narices. Que la mafia de un país trate de matar al jefe de seguridad nacional es grave, pero en cierto modo explicable. En cambio, que en el complot para asesinarlo aparezcan vinculadas personas relacionadas con la inteligencia militar que además parecen tener un alto nivel de información sobre las que deberían ser las más secretas discusiones del alto gobierno, resulta espeluznante y escandaloso. Basta echar una mirada a los elementos hasta ahora descubiertos del complot contra Maza y según otras informaciones, contra el comandante de la Policía, general Miguel Antonio Gómez Padilla, y el jefe antinarcóticos, general Guillermo Muñoz. Lo que se sabe hasta ahora es lo siguiente:

·Que el tristemente célebre capitán (r) Wanumen fue capturado días antes del atentado en posesión de documentos de la inteligencia militar.

·Que aparte de estos documentos Wanumen tiene un nexo bastante claro con los narcotraficantes.

.Que además de los documentos de inteligencia militar se le encontraron otros relacionados con las discusiones llevadas a cabo en reuniones del Consejo Nacional de Seguridad.

.Y como para confirmar el nivel de información manejado por la red de narcoparamilitares infiltrados en el alto gobierno, al final de la semana se supo que Wanumen habría informado a la mafia, con detalle y en forma anticipada, de decisiones tomadas por el Ministerio de Gobierno, la Cancillería, la Procuraduría General, el DAS, la Corte Suprema, el Consejo de Estado, el Ejército Nacional y la Fuerza Aérea.

Como si esto fuera poco, el desmantelamiento la semana pasada de la cúpula de la Policía de Sucre y la destitución de un teniente y un subteniente de la Policía que habrían intentado sobornar a sus superiores para que soltaran a Wanumen, prueban, una vez más, hasta dónde ha llegado el poder corruptor del narcotráfico en la entidad que debería ser su principal enemigo y que está siendo sometida a una profunda "operación limpieza": la Policía Nacional.

Pero hay más. En el alto gobierno para nadie es un secreto que la figura del general Maza tiene resistencias entre algunos importantes oficiales de las Fuerzas Armadas. Más allá de las envidias naturales que su justificado protagonismo ha despertado, es evidente que entre algunos mandos militares el hecho de que Maza haya hablado duro y claro sobre la vinculación de algunos miembros del Ejército y la Policía con las organizaciones paramilitares, ha sido de mal recibo.
A esto se agrega la notoria confianza que el presidente Barco ha puesto en el director del DAS. El presidente no sólo ha apoyado a Maza en sus iniciativas e investigaciones, sino que lo ha convertido en uno de sus más cercanos colaboradores, por encima, incluso, de los distintos "sanedrines" sobre los que tanto se ha especulado.
Muchos coinciden en identificar como claras muestras de lo anterior algunos hechos que han pasado inadvertidos para la opinión, pero que tienen un claro significado. Para citar sólo un ejemplo, en el que se considera el más importante viaje de Barco al exterior--el que hizo recientemente a Washington para hablar ante los editores norteamericanos--el único alto militar que lo acompañó fue Maza Márquez.

Por todo lo anterior, el país debe alegrarse de que uno de sus pocos héroes haya sobrevivido a un atentado como el del martes 30 de mayo. Pero aparte de alegrarse, debe cobrar conciencia de que la concepción según la cual el fenómeno paramilitar es el más grave problema político y de orden público del país en este momento, no es el resultado de una mente calenturienta, ni de manipulaciones de la izquierda. Sólo queda esperar que las investigaciones del caso Wanumen se desarrollen para que, como el mismo Maza lo anunció, se hagan públicas "pruebas contundentes que le permitirán conocer al país dónde están los males que lo aquejan". -
EL DIA DE LOS INOCENTES
En un pais que podría considerarse ya curado de espanto, difícilmente se podía ver un escenario más dramático que el que ofrecía, minutos después del atentado a Maza, el sector de la calle 57 con carrera 7a. en Bogotá.

El sitio es a esa hora, 7:20 de la mañana, uno de los de mayor tráfico de la capital. Es el paso obligado de buses de colegios, es paradero de busetas y buses de servicio público que transportan decenas de personas; es un lugar congestionado por estar en el sector la Liga contra el Cáncer de Bogotá, adonde, desde las 6 de la mañana, la gente llega a hacer fila para pedir citas médicas. Todo esto hizo que al poco tiempo de que se oyera la explosión llegaran al lugar no sólo los periodistas y fotógrafos, sino padres y madres angustiados a preguntar si a sus hijos ya los había recogido el bus, si la ruta de X o Y colegio ya había pasado, o a agolparse en la Liga indagando por familiares. Y con lo que estas personas se encontraron fue con los restos de un campo de batalla.
Manos, brazos, carne y sangre esparcidos en centenares de metros a la redonda, y edificios sin vidrios, sin puertas y con las paredes quebradas, como si hubiera habido un terremoto.

"Cuando sentí la explosión--contó a SEMANA el joven Ricardo Torres que estaba esperando el bus del colegio--alcancé a ver cómo los vidrios del edificio en donde me encontraba se me venían encima, crucé la 7a. sin darme cuenta y un carro por poco me atropella. Vi el carro del general y, sobre él, mucha carne y sangre. Vi a los escoltas con sus armas listas para disparar. Ya en el otro lado me acordé que había dejado mi maleta y a otros siete sardinos que esperaban conmigo el bus. Cuando me devolví, sólo encontré a un niño como de 10 años con la cabeza sangrando porque habia recibido muchos vidrios. Un hombre del DAS me cogió y me llevó a mi casa a pocas cuadras de la explosión. Fue terrible.
"No logro apartar de mi mente lo sucedido ".

Las víctimas comenzaron a identificarse. El agente de la XI Estación de Policía, José Martin Apache Tique con 25 años de servicio a la institución y que estaba esperando bus, después de prestar su servicio, fue arrojado por la explosión encima del carro del general, y voló en pedazos.
La señora Omaira Reyes Castro, quien viajaba en una buseta que paró en ese momento a recoger pasajeros, fue atravesada por esquirlas de la bomba y murió instantáneamente.
Otras dos mujeres que cruzaban la calle en el momento de la explosión, Francia Helena Sarmiento y Elsa Toro Cuervo, volaron en pedazos.

Pero ahí no pararon las muertes. El miércoles 31 falleció el agente de la Xl Estación de Policía, Julio Barrera Araújo, quien fue alcanzado por la lluvia de partes del vehículo de la explosión. El jueves 1° falleció la niña Ivone Paola Calderón, de 6 años, quien en compañía de su padre y de sus dos hermanos bajaba por la calle 56 a esperar el bus del colegio; unos tornillos de carro se le alojaron en la cabeza; Cuando llegó al hospital estaba descerebrada. Su padre también fue alcanzado por la explosión y en silla de ruedas asistio al entierro de la niña. Los padres de la ex ministra de Comunicaciones, Sara Ordóñez, Francisco y Magdalena de Ordóñez, quienes se movilizaban en un Renault 18 automóvil que se interpuso entre e carro-bomba y el Ford del general quedaron heridos. En muy grave estado de salud se encuentra otro transeúnte.

Más de medio centenar de heridos entre los que se encuentran persona que quedarán lisiadas de por vida (si ojos, sin brazos, sin piernas), unido a las pérdidas millonarias por lo destrozos causados y al hecho mismo del más cruel y horripilante terrorismo, hacen parte de un balance obligado de este escalofriante episodio, que demostró--si aún cabia alguna duda--que los narcoparamilitares, lo mismos que desataron un tiroteo en el atestado hall principal del aeropuerto Eldorado, cuando asesinaron a José Antequera e hirieron a Ernesto Samper, no se plantean las más mínima consideraciones en lo referente a la población civil.-