Especiales Semana

El esfuerzo capital

Bogotá ha logrado ser tan segura como muchas capitales del primer mundo. Pero la continuidad de ese esfuerzo es fundamental para no retroceder en esta importante conquista.

2 de diciembre de 2006

Muchos observadores internacionales y alcaldes del país se preguntan cuál es la fórmula que le permitió a Bogotá avanzar ejemplarmente en seguridad. ¿Qué hizo la capital en la última década para pasar de una tasa de 47 homicidios por cada 100.000 habitantes a una de 18 homicidios?

La respuesta está en un trabajo continuo a través de varios frentes estratégicos. Sin duda, en la última década la seguridad urbana pasó de ser un problema marginal y casi socialmente aceptado a ser una preocupación central evidente en los planes de gobierno y, más recientemente, en la acción de la comunidad misma. Cuando la problemática ocupó la atención debida, distintas formulaciones fueron saltando a la mesa y se empezó así a gestar una política ciudadana que respondiera de manera integral al asunto de la seguridad urbana.

Uno de los pasos definitivos se dio cuando Bogotá vio en el conjunto de la gente una solución. Atrás quedó la idea de que la ciudadanía era sólo una masa amorfa en la que constantemente había que poner la mayor cantidad posible de policías que atraparan ladrones. El propósito de la convivencia se llevó a las calles con herramientas pedagógicas, y la cultura ciudadana empezó a florecer apoyada con distintos planes de autocontrol y tolerancia.

El mejoramiento de la seguridad obedece a un proceso gradual en el que han estado comprometidas varias administraciones. Antanas Mockus cambió la mentalidad de la ciudadanía al inculcar la responsabilidad y la interiorización de las normas. Enrique Peñalosa enfocó sus esfuerzos a la seguridad relacionada directamente con la calidad y el control de los espacios públicos. Por su parte, el alcalde Garzón tiene como prioridad el trabajo corresponsable materializado en pactos gremiales y sectoriales para la convivencia y la seguridad.

Paralelamente a esos esfuerzos propositivos, la autoridad policiva también se ha ido fortaleciendo con nuevos instrumentos técnicos y metodológicos. Ejemplo de ello son el moderno Código de Policía de Bogotá de 2003 y el Sistema Unificado de Información sobre Violencia y Delincuencia de Bogotá (Suivd), que permite monitorear múltiples eventos y variables para elaborar un diagnóstico más preciso y respuestas altamente efectivas.

Fernando Guzmán, consultor de la Universidad Nacional, afirma que la reducción de los riesgos del consumo del alcohol, el control de armas, la prohibición de la pólvora y los mecanismos de justicia alternativa y reconciliación han sido acertadas políticas que el Distrito ha sabido enfocar para afectar positivamente la seguridad y la convivencia urbana. "Bogotá es un caso del que se quiere aprender internacionalmente. La combinación de estrategias cívicas y policivas de manera continuada por más de una década es lo que ha permitido reducir la criminalidad".

Un importante aporte de Bogotá fue la 'hora zanahoria', creada en la administración de Mockus. Esta norma incorporada en la cultura ciudadana revaloró la vida humana restringiendo legalmente el horario de cierre de los establecimientos de rumba y expendio de licor con el propósito de evitar los accidentes y confrontaciones causadas por ebriedad. Por sus buenos resultados la hora zanahoria se replicó en varias ciudades de Suramérica.

El Estudio económico y financiero de la seguridad en Bogotá, elaborado por la Contraloría distrital, reveló que los ciudadanos invirtieron en seguridad privada seis billones de pesos, que representan el 91,4 por ciento del total de inversión que la ciudad hace en esta materia. El dato indica claramente que a pesar de los significativos avances, la seguridad es una preocupación latente y un alto gasto para los bogotanos. Así que aunque el balance es muy positivo, es claro también que los esfuerzos gubernamentales se deben optimizar aun más.