Especiales Semana

EL MUNDO ES ANCHO Y...

La explosión demográfica ya no es una amenaza.

26 de febrero de 1990

Es una buena noticia para quienes están preocupados con el espacio libre que queda en el mundo. Todos los análisis indican que en las próximas décadas la población del planeta va a aumentar, por causas naturales, a un ritmo muy inferior al que venía experimentando. Si las tendencias actuales se mantienen, la población mundial -unos 5.000 millones de personas en 1990- llegará a 9.000 millones para el año 2050 y se estabilizará en ese nivel.
Semejante perspectiva es tranquilizadora para aquellos que todavía creen en la vigencia de la ley de Malthus, un economista británico que, en el siglo pasado, predijo que la población de la Tierra crecería mucho más rápido que los recursos necesarios para sostenerla. Ahora esa posibilidad parece lejana. No sólo la raza humana no se está reproduciendo a los niveles de antes, sino que los avances en la producción agrícola garantizan que habrá suficientes alimentos para los nuevos pobladores del planeta.
El problema consiste en que, como siempre, habrá algunos a los que la comida les sobre y otros a quienes les falte. Las hambrunas y la desnutrición seguirán siendo, valga la ironía, el pan de cada día en muchas zonas del mundo.
Pero no hay duda de que esas dificultades serían más agudas si la explosión demográfica que se llegó a pronosticar hace unos años se hubiera hecho realidad. La verdad, sin embargo, es que las tasas de natalidad han caído sustancialmente en prácticamente todos los países del mundo. Aun en Africa, donde el promedio de hijos por mujer es de seis, estas han disminuido.
Lo mas impresionante es la disparidad en las tendencias demográficas. En los países industrializados se presentará no sólo un envejecimiento de la población, sino que en algunos casos -como los de Japón y Alemania Federal- el número de habitantes disminuirá. Ese factor implicará cambios en las políticas educativas, de empleo y de seguridad social, para nombrar sólo tres de las más importantes. Por su parte, los países en desarrollo van a tener cada vez más gente, también con diferencias entre ellos. La población de América Latina, por ejemplo, crecerá más lentamente que en Africa y en algunas regiones del Asia.
Ese hecho ocasionará presiones migratorias importantes. La más angustiosa, quizás, será la que sufrirá Europa Occidental, que puede verse invadida por millones de inmigrantes provenientes de Africa y el Medio oriente. Un ejemplo típico de lo que puede pasar es el de Turquía, que hoy en día tiene una población similar a la de Alemania Federal (60 millones de personas) y que surte de trabajadores a los países de la Comunidad Económica Europea. Los cálculos indican que dentro de 50 años el número de turcos en el mundo podría duplicar al de alemanes. Un análisis parecido se puede hacer en el caso de Estados Unidos y de México.
No sólo la migración entre países seguirá cambiándole la cara al mundo. También parece inevitable la tendencia hacia la concentración de la gente en las ciudades. Si las metrópolis de ahora son difíciles de manejar, las megalópolis del futuro serán incontrolables. Se estima que ciudad de México, por ejemplo, tendrá 25 millones de personas en el año 2025. Un porvenir similar, aunque a menor escala, le espera a El Cairo, Sao Paulo o Bangkok.
En relación con las enfermedades epidémicas, la gran incógnita la sigue constituyendo el Sida. Debido a que todavía no se sabe con certeza cuántos portadores del virus existen sobre la Tierra, es muy difícil calcular la velocidad eventual de su propagación. Hasta ahora se habla de que en Africa negra 13 de cada mil personas morirán, a causa del Sida, durante esta década.
Lo que si es cierto es que, aún con esa amenaza, los pobladores del mundo vivirán cada vez más tiempo. Ese efecto es casi más importante que la caida en las tasas de fertilidad. La disminución de muertes por enfermedades infantiles, la erradicación eventual de la malaria y la mejor atención médica se deben combinar para que, en promedio, la esperanza de vida en la Tierra se acerque a los 60 años.

EL PAIS DE LA ETERNA JUVENTUD
En Colombia también hay buenas noticias en materia demográfica para los años noventa. Como en el resto del mundo, el crecimiento de la población será mucho menor al de períodos anteriores. En el año 2000 la población del país sera de 37.5 millones de personas, según los cálculos del Centro Regional de Población. En 1985 era de 30 millones, de acuerdo con el DANE. Lo que quiere decir que las tasas de crecimiento poblacional se reducirán al 1.4 por ciento anual, frente al 2.1 por ciento del período intercensal 1973-1985.
Con un componente tranquilizador para quienes temían que los campos colombianos se quedaran sin gente a la vuelta de pocos años. Todo parece indicar que la composición de la población entre urbana y rural se mantendrá en niveles muy cercanos a los actuales. Al terminar la década en efecto, las ciudades albergarán al 73% de los habitantes y, en términos absolutos, la población rural se mantendrá constante.
Una explicación de lo anterior es que, a no ser que se agudice la violencia política, los flujos migratorios campo-ciudad serán cada vez menores. Y lo serán también, si no se le aparece de nuevo la Virgen a los países vecinos, las migraciones internacionales. Es más, si la información económica mejora en el país, como debe mejorar, lo más probable es que los flujos campo-ciudad sean remplazados por desplazamientos interurbanos de la fuerza de trabajo.
Otra buena noticia es que, a diferencia de los países desarrollados, los grupos vulnerables de la población tendrán un comportamiento estable o tenderán a decrecer. La población de la tercera edad (los mayores de 65 años) apenas ganarán un punto porcentual de participación en el total de colombianos, al pasar del 3 al 4% . La "explosión" de viejitos que muchos esperaban para la década del noventa se demorará todavía algunos años. Habrá, en cambio, una verdadera "implosión" de jovencitos, gracias a la reducción en las tasas de natalidad ocurridas en los últimos años. Los menores de 15 años pasarán del 39 al 32% de la población total al finalizar el siglo.
El crecimiento poblacional, por tanto, estará concentrado en los grupos intermedios (15 y 64 años) que son los que componen la fuerza laboral. Lo que quiere decir que el país tendrá que redoblar sus esfuerzos para crear nuevas fuentes de trabajo, si no quiere volver a presentar tasas de desempleo por encima del 15% .
Los colombianos, finalmente, vivirán mucho más al terminar los noventa. La esperanza de vida, en efecto, pasará de 63 a 70 años en el curso de la década.