Especiales Semana

EL NIÑO Y EL TORO

A los 17 años, César Rincón se perfila como un fenómeno del toreo

21 de febrero de 1983

Cuando los 15 mil espectadores que colmaban el coso de la Santamaría vieron cómo un adolescente, metido dentro de un traje de luces de color rosa, lidiaba majestuosamente al bravo ejemplar de Vista Hermosa, agitaron sus pañuelos blancos al grito incesante de "torero torero, torero". Era la forma como el exigente público taurino reconocía estar en presencia de un maestro de la tauromaquia. Efectivamente lo que aconteció ese domingo en la Santamaría fue un hecho excepcional. El protagonista, César Rincón, a pesar de ser apenas un infante estrenando plaza, toreó como un veterano de todas las lides. Ya desde su primero de la tarde, mostró los conocimientos adquiridos durante un duro aprendizaje de dos años en España, al lado de los "clásicos" Manzanares y Antoñete.
Inició su faena con estilo garboso y juvenil. Con la muleta se mostró no como un aprendiz de 17 años, sino con la sabiduría y la sagacidad de una figura consagrada. Para entonces, ya las gargantas de los miles de espectadores, hasta las de los más exigentes y circunspectos, estaban ahogadas con el grito de "Colombia, Colombia, ole, ole ole". Pero su momento de gloria vino en el sexto y último de la tarde.
Era un toro alegre, de genio y nervio, con el cual César Rincón decidió emcumbrarse. Lo toreó magistralmente con el capote. Lo llevó al caballo con elegancia y precisión y la locura comenzó a desbordarse en los tendidos. Comentaristas radiales tan experimentados como los veteranos Ramón Ospina y Pacheco, afirmaban emocionados que estaban "en presencia de un fenómeno del toreo y de una faena inolvidable como no se había visto en muchos años en la plaza capitalina", por su profundidad, gracia, ligazón, y arte. En los tendidos, el público se abrazaba, agitaba nuevamente los pañuelos blancos, gritaba "torero, torero". La radio repetía sin cesar que estaban ante "uno de los grandes de América". El entusiasmo llegó hasta el paroxismo y contagió hasta la Presidencia que "decretó" el indulto. El pequeño gran hombre salió en hombros por la puerta grande del coso, ante la admiración y asombro de los aficionados que creían estar soñando. Al día siguiente, la prensa especializada bañaba en elogios al adolescente matador. Los calificativos comunes eran "entró por la puerta grande" o "indudablemente es un gran maestro, a pesar de su juventud".
Sin embargo, otros conceptos, aparecieron cuando la fiebre bajó y la "borrachera de luz y de color" comenzó a decantarse. RO-ZETA otro de los veteranos críticos de la fiesta brava, abogó en un artículo crítico en El Espectador por "no más indultos por entusiasmo" y agregaba que "ni el toro merecía el indulto ni la faena de Rincón había sido tan extraordinaria".
Aseguraba el comentarista que si bien "El chiquillo predestinado" había alcanzado un triunfo apoteósico en medio de delirantes ovaciones, su faena con la muleta había sido defectuosa "dándole distancia suficiente al toro citándolo de largo para obligarlo a pasar templado y mandando"(...) "Malograrlo biche, como dicen las señoras, puede malograr su carrera" concluía RO-ZETA.
¿Cómo ha sido la vida de este muchacho que a los 17 años, ni uno más y ni uno menos, se perfila ya como una de las grandes figuras del toreo?
No es oriundo de ninguna de las ciudades consideradas como "catedrales del toreo". Por el contrario, nació en el barrio Fátima de Bogotá y su único contacto con los toros proviene de la profesión de su padre: reportero gráfico, especializado en asuntos taurinos. Lo que para César Rincón hoy es ya una realidad, para su padre, Luis Gonzalo fue una ambición frustrada: siempre quiso ser torero, pero no pasó de lidiar vacas en ruedos pueblerinos. Finalmente terminó imprimiendo placas fotográficas de las grandes figuras del toreo. En esta tarea César le ayudaba desde que tenía diez años.
Desde entonces se aficionó a los toros y se hizo al ambiente de los cosos. A los doce años se lució en una novillada en Bogotá, al lado de Maribel Atiénzar, y Pedro Domingo, ex torero y empresario, al ver el desparpajo del "niño novillero", se interesó por él. Se convirtió en su padrino, y en su guía. Un año más tarde viajó con él a España y logró ponerlo a trabajar con la exclusiva "Casa Lozano". César vivió en Córdoba en la hacienda taurina de los Lozano, donde tuvo por maestros a José Mari Manzanares, Antoñete Palomo Linares y Pablo Lozano.
Posteriormente vivió en Madrid y se paseó por todas las ciudades españolas, afianzando su destreza en los ruedos. El bautizo de sangre lo recibió en Mérida, una tarde de verano, cuando un toro lo corneó en el muslo derecho. Aunque el accidente en el ruedo fue leve, la vida sí le ha dado cornadas trágicas.
"Mientras yo toreaba en España, en Bogotá, mi mamá, María Teresa, le prendía velas a los santos para que me fuera bien. Un domingo en la noche se olvidó de apagarlas y se prendió la casa en que vivíamos". La madre de César y una hermana, Sonia Patricia, murieron en ese incendio, tres meses atrás. Ocho días después de la tragedia, "El niño torero" tomaba la alternativa en Bogotá y se graduaba en el oficio. Desde entonces, 5 de diciembre de 1982, hasta hoy, ha actuado en seis corridas logrando un récord de 6 orejas, un indulto, el trofeo de Manizales a la mejor faena y un nombre en el difícil mundo de los toros.
Una golondrina no hace verano y un indulto no hace un gran torero. Sin embargo, para un muchacho de escasos 17 años y con todas las limitaciones profesionales de ser colombiano, difícilmente podía comenzar una carrera bajo mejores augurios. -
HABLA CESAR RINCON
El muchacho, cetrino, espigado y ojiverde, motilado como monaguillo, respondió con gracia infantil, y soltando uno que otro "gallo", respondio a SEMANA:
SEMANA.: ¿Cuánto mides?
CESAR RINCON.: Uno con 65, pero puedo crecer más.
S.: ¿Qué te llevó a ser torero?
C.R.: En parte la emoción y en parte la necesidad.
S.: ¿Estudias?
C.R.: Ya no. Estudié hasta cuarto de bachillerato. Perdí los dos terceros, el de primaria y el de bachillerato, y por eso siempre le tengo desconfianza al número 3. A veces siento nostalgia cuando veo a mis compañeros que siguen estudiando.
S.: ¿Te hubiera gustado ser ingeniero, abogado...?
C.R.: No Ejercer esas profesiones da menos miedo pero también da menos gloria.
S.: ¿Te diviertes?
CR.: Poco. La mia es una profesión muy celosa. Mira: si el toro no bebe, no fuma, ni anda con las vacas, ¿cómo puedo yo darle esas ventajas a mi enemigo?.
S.: ¿Hay algo que te preocupe?
C.R.: Envejecer El toro tiene siempre la misma edad, mientras que el torero es cada vez más viejo.
S.: ¿Algun aguero?
C.R.: Sólo tengo dos trajes de luces: uno blanco y otro rosa. Con el rosa siempre corto oreja, con el blanco nunca.
S.: ¿Qué cualidades te hacen buen torero?
C.R.: Rabia, coraje y una pizca de mala leche.
S. ¿A quiénes admiras?
C.R: En Colombia a Pepe Cáceres y en el mundoa Manzanares por su clase; a Antonete por artista, y a Pálomo Linares por su arrojo y raza.
S.: ¿Como te defines?
C.R.: No soy tremendista. Soy clásico.
S.: ¿Cuánto ganas por corrida?
C.R.: Creo que entre 8 y 10 mil dólares.
S.: ¿A qué aspiras?
C.R.: A ser el mejor torero del mundo. -