Especiales Semana

El rey Midas

Jorge Pérez, un argentino que se educó en Colombia, es hoy por hoy el constructor más importante de Miami y uno de los tres más grandes de Estados Unidos. Su historia.

26 de marzo de 2001

Su vida es vertiginosa. No para un segundo. Va de aquí para allá. Impecablemente vestido. Igual que su oficina. Un enorme salón rodeado de ventanales por donde se cuela el sol a borbotones. Las paredes están repletas de cuadros. Originales. A veces puede ser un Botero. Otras un Caballero. O, por qué no, un Obregón. Sobre una pequeña mesa de recibo y perfectamente ordenado está un voluminoso álbum de fotos. No son de la familia. Ni de los paseos: son sus obras. Enormes moles de edificios. De colores vivos que se combinan a la perfección. Tienen el inconfundible sello de Miami: poder. Dinero. Fama y por supuesto jet-set. Muchos de esos apartamentos de veraneo pasan en costo los cinco millones de dólares. Un puñado más está en los tres, como el que hace un par de años le compró personalmente la bella tenista Ana Kurnicova.

Este hombre, vivaz, sagaz como pocos para los negocios, es Jorge Pérez. El amo absoluto de la construcción en la Florida. El que mueve los hilos de una industria que se vende a manos llenas. Proyectos que empezará a desarrollar por allá a mediados de 2002, están prácticamente vendidos en un 50 por ciento. Y eso que todavía no hay planos ni diseños. Simplemente está de por medio la palabra de Jorge Pérez. Si él dice que tal o cual sitio de Miami va ser en el futuro el polo de más desarrollo urbano y comercial, sus clientes le creen a ojo cerrado. Y sin pensarlo invierten a manos llenas.

Pero llegar a donde está hoy Jorge Pérez no ha sido nada fácil. La buena vida, su pasión por el arte y las mujeres, no ha sido flor de un día. Su imperio lo ha construido ladrillo por ladrillo. Empezó por allá en 1979. Después de haber vivido unos buenos años en Colombia, donde se graduó de bachiller. Sus padres, como gitanos, recorrieron Suramérica. El nació en Argentina y más tarde se crió en Cuba y después de la revolución de Castro terminó en Colombia. Aquí echaron raíces por un tiempo. Hasta que el joven bachiller del San Carlos empacó maletas y se fue a estudiar administración. Quería volver a Bogotá. Pero muy pronto decidió que lo suyo estaba en Estados Unidos. Y cuando menos pensó estaba viviendo en la Florida, un lugar del que dice que no es capaz de cambiar por ningún otro vividero en el mundo. Se casó. Se separó. Y es padre de tres hijos.

Su vida en el mundo de la construcción empezó como planeador urbano de la ciudad de Miami. Pérez asesoraba empresas del ramo que querían invertir a la fija en proyectos. En poco tiempo conoció como pocos la ciudad. Sabía exactamente dónde estaban localizados los polos de desarrollo urbanístico. Hacia dónde iba a crecer la ciudad. Qué localidades iban a tener más futuro que otras. Y sus consejos fueron suficientes para que muchos constructores llenaran sus bolsillos de dólares.

Por eso un día decidió que esos buenos consejos que daba desde su cargo de funcionario público, era mejor canalizarlos a través de una empresa de su propiedad. No había el dinero para montarla. Mucho menos para meterse en proyectos de cinco estrellas.

Buscó un socio —hoy el principal constructor de Nueva York— y empezaron por la base y crearon la empresa Related Group. Durante muchos años se dedicó a construir vivienda social. Si su memoria no le falla, asegura que por lo menos 300.000 unidades de vivienda de esta clase fueron construidas por su empresa. Están regadas por todas partes. Y tienen su sello inconfundible: mezcla perfecta de colores, amplias zonas de recreación y, ante todo, excelentes acabados.

Pero el tiempo fue pasando y la creatividad desbordada como su impaciencia infinita, lo llevaron a meterse hace unos 10 años al mercado de las grandes ligas: vivienda para estrato seis. Para los multimillonarios de Suramérica y de Estados Unidos. Para muchos de estos magnates sus suntuosas viviendas son hogares de paso. Para otros, su último refugio. Y como tal quieren aprovecharlo al máximo.

Desde Brickell hasta South Beach sus altas torres tienen prácticamente un creador: Jorge Pérez. El año pasado fue escogido por una de las publicaciones más importantes de la Florida en materia de negocios como el hombre del año. Y no es para menos. Su empresa de construcción arrojó ganancias por más de 500 millones de dólares. Y su más ambicioso programa tiene que ver con la recuperación y desarrollo del downtown de Miami. Por esa razón se metió de lleno en la conformación de la junta directiva de desarrollo de la ciudad. Luego en la elaboración de planos con proyectos de vivienda que irán acompañados de enormes y espectaculares edificios de oficinas. Pérez tiene muy en claro que a la vuelta de unos 10 años el centro de Miami será una de la áreas más costosas de la ciudad en materia de vivienda. Y como soldado advertido no muere en guerra, él es uno de los principales dueños de los pocos terrenos que todavía están sin construir en esta área de la ciudad.

A medida que recorre el lugar, se emociona. Fantasea con la ciudad que quiere ver y que tiene ya proyectada en los computadores de su compañía. Allí, como un secreto de Estado, guarda con recelo los diseños de los proyectos que desarrollará en el centro de Miami. Muchos de esos proyectos ya los tiene vendidos de palabra. Sabe que cuando llegue el momento de anunciar sus obras más de 60 por ciento se venderá en muy pocos días. Quizás en una semana.

Por esa razón a Pérez se le conoce como el ‘Rey de los Apartamentos’. Torres como Portofino, Murano, el Yacht Club, son una pequeña muestra del porqué este hombre es hoy por hoy uno de los tres grandes constructores de Estados Unidos en vivienda de lujo. En estas construcciones Pérez no se ha ahorrado un solo dólar para darle rienda suelta a la creatividad. Incluso ha llegado a contratar artistas que se dedican única y exclusivamente a mezclar colores para probar texturas y combinaciones que después de analizar escoge para aplicarlas en sus edificios. Cuando deja a un lado sus diseños y maquetas, se interna en su otro mundo maravilloso: el arte.

Quienes lo conocen aseguran que es uno de los principales coleccionistas de arte latinoamericano. En las paredes de su mansión no cabe un Botero más, tampoco un Obregón y ni un óleo de cualquiera de los más renombrados pintores latinoamericanos. Incluso, ha pensado en construir un gran salón en el centro de Miami, para exhibir públicamente su obra. Dicen que caminar por su casa es recorrer un museo. Es dueño de por lo menos 400 óleos de artistas latinos. Su colección vale varios millones de dólares

Este planeador urbano, que ronda por los 50 años, vanidoso como pocos, amante de la buena comida y de las mujeres hermosas, también tiene otra gran pasión: la política. Durante el gobierno de Bill Clinton no era nada raro que Pérez empacara maletas el viernes en la tarde y tomara un vuelo directo a Washington para hospedarse un par de días en la Casa Blanca. Como tampoco era raro que el presidente Clinton llegara a Miami para compartir unos días con su amigo Jorge Pérez. Dice, sin pretensiones, que por lo menos una vez a la semana hablaba con el presidente por teléfono. Y en tono jocoso asegura que no propiamente el tema de conversación eran los negocios.

Pérez es un hombre descomplicado. Está rodeado de latinos pero todos ellos deben cumplir dos requisitos: hablar perfectamente inglés-español y ser altamente competitivos. No acepta la mediocridad. Como tampoco el desorden. Es meticuloso por doquier. Esclavo de sus negocios. Pero un buen vino, una buena conversación sobre arte son suficientes para dejar a un lado los negocios. Sólo por un rato porque el rey Midas de la construcción en Miami todavía no ha terminado su obra.