Especiales Semana

EL ULTIMO CONSPIRADOR

El papel que desempeñará el Papa Juan Pablo II en Cuba podría ser mucho menos vistoso y mucho más cauteloso de lo que los opositores de Fidel Castro esperan que sea.

16 de febrero de 1998

Por estos días hay un chiste que se transmite de boca en boca entre los cubanos. Uno de ellos le pregunta a otro: "¿Sabes por qué viene el Papa a Cuba?". "Porque quiere visitar personalmente el infierno". Ese es el ambiente que se vive en la Cuba actual, 40 años después de que Fidel Castro derrocara al dictador Fulgencio Batista: un gobierno dictatorial igual de fuerte que siempre _aunque algunos insistan en ver la visita del Papa a Cuba como una prueba en contrario_ y un pueblo más postrado económicamente que nunca. Así encontrará la isla el Papa Juan Pablo II durante su próxima visita del 21 de enero, donde lo aguardan 4.000 corresponsales extranjeros que serán testigos de la forma como se saludarán y de las palabras que intercambiarán dos de los personajes más fascinantes de la segunda mitad del siglo XX. Poeta, político y conspirador Sin embargo, que un Papa visite a Cuba es menos importante a que lo haga el propio Papa Juan Pablo II, precisamente por ser quien es. Cuando el entonces cardenal Karol Wojtila fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978 se sentía en el mundo entero la sensación de que la influencia de la Iglesia estaba en franca decadencia. Este actor, poeta, dramaturgo y filósofo polaco asumió que era el elegido de Dios para cambiar la faz de la Iglesia y, a través de ella, la del mundo. Por eso, en su papel de Pontífice, desarrolló una sorprendente habilidad como político, y particularmente como político conspirador, que indudablemente jugó un papel fundamental en la caída del comunismo en Polonia y después, como un castillo de naipes, en el resto del mundo, con solo dos excepciones: China y Cuba. Este papel de auténtico conspirador político el Papa fue asumiéndolo poco a poco. En sus planes iniciales no estaba contemplada la caída del sistema comunista pero sí una cautelosa actitud de presión al régimen de Polonia, su tierra natal, para transformar radicalmente su gobierno. Los hechos lo fueron llevando poco a poco a cumplir un papel más determinante en los hechos que transformaron a Polonia: el Papa polaco era la inspiración y el máximo protector de la alianza de los trabajadores polacos no comunistas, conocida con el nombre de Solidaridad. Estados Unidos hizo de Solidaridad, y del Papa, las principales palancas para sacar a Polonia de la órbita soviética. Pero en virtud de ello se produjeron unas alianzas inverosímiles, como la de Juan Pablo II y el entonces director de la CIA, William Casey, que llegaron a tener innumerables reuniones secretas en el Vaticano.
Papomanía
Eso permite afirmar que la visita del Papa Juan Pablo II a la isla tiene más importancia política que pastoral. Aunque desde que se anunció su visita a los cubanos se los tomó una especie de papomanía, que ha inundado las iglesias de la isla con oleadas de jóvenes cubanos y de viejos fervientes que piden ser bautizados nuevamente, no está claro cuántos de esos cubanos están aguardando la visita del vicario de Cristo o la de una gran celebridad internacional que los distraiga, así sea por unas pocas horas, de sus tribulaciones económicas. Aunque es indudable el entusiasmo por esta visita, en Cuba, a diferencia de Polonia, la Iglesia no ha sido particularmente fuerte, ni aun antes de la revolución. Pero además, después de ella, el régimen castrista la ha perseguido inclementemente. Y a pesar de que a partir de 1992 el gobierno ha ido abriendo ligeramente las compuertas de la libertad religiosa los expertos calculan que menos del 5 por ciento de la población cubana es católica practicante y que de los 4,5 millones de cubanos bautizados solo 150.000 atienden la misa dominical.Sin embargo la Iglesia Católica en Cuba tiene una importancia mayor que la que se deriva del fervor religioso de los cubanos: es la única institución en el interior del país que posee vida propia, ajena a la maquinaria castrista del gobierno y a la del partido. La visita del Papa le ha garantizado voz, audiencia y credibilidad a través de los púlpitos, los micrófonos y las máquinas fotocopiadoras, los cuales le permiten comunicarse con los cubanos por medio de folletos a pesar de que el régimen ha impuesto sobre la Iglesia cubana restricciones sobre la compra, desde papel higiénico hasta la de fotocopiadoras.
A pesar de la opresión el clero cubano tuvo una intervención muy fuerte en 1994 cuando la crisis de los balseros, oportunidad en la que se pronunció durísimamente contra el gobierno. El Vaticano se apuntó un hit haciendo cardenal a Jaime Ortega Alamino, de apenas 55 años, que se las ha arreglado para mantener una posición de centro entre Fidel y los cubanos en el exilio. A ambos los regaña a la par y por eso en Miami no quieren al cardenal.La semana pasada, en un hecho sin precedentes durante la dictadura, el cardenal pudo por primera vez aparecer frente a las cámaras de la televisión de su país. Muchos cubanos, por fin, pudieron conocer la cara de su cardenal. Ahora falta que conozcan la del Papa pues, como anota la revista Newsweek, "durante 36 años de ateísmo estatal, la mayoría de los cubanos jamás ha visto, oído o leído nada acerca de este Papa o de alguno de sus predecesores".Desde la anunciada visita del Pontífice se ha puesto de moda entre los cubanos llevar colgada del cuello la cruz que hasta hace muy poco era un tabú en Cuba. Pero la usan al lado de símbolos rituales tradicionales de la santería, una mezcla de catolicismo y de ritos africanos. Por primera vez durante el régimen castrista el 25 de diciembre pasado fue declarado fiesta nacional y hubo árboles de Navidad y papás Noel en las recepciones de los hoteles.

Entre duros y blandos
Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil. En el seno del propio gobierno se ha ido abriendo paso una insólita división entre quienes son partidarios de utilizar la visita del Papa como una gran oportunidad para las relaciones públicas internacionales y entre quienes prefieren restringir al máximo la visita de este "peligroso mensajero de la verdad y de la esperanza". Mientras Fidel Castro está a la cabeza del primer grupo, a la del segundo está su hermano Raúl. Este último, concretamente, ha obligado a la Iglesia cubana a negociar hasta el más mínimo detalle de la visita papal y ha intentado restringir, de todas las formas posibles, el acceso del Pontífice al público y a los medios de comunicación. Según la revista británica The Economist, fue descubierto un micrófono oculto en una habitación donde pernoctará el Santo Padre. El gobierno ha insistido en que se trata de un rezago de la era Batista. Pero los esfuerzos de la Iglesia han sido tan exitosos en propagar la noticia de la visita papal puerta a puerta en la isla que la línea dura ha sido derrotada por la blanda. Al fin y al cabo Fidel Castro sabe que Juan Pablo II tiene simpatías hacia su programa social de la revolución y ha sido un crítico feroz del embargo económico de Estados Unidos a la isla. La gran incógnita es el tono en el que el Papa tiene pensado abordar el tema de los derechos humanos en la isla, particularmente durante la misa abierta que celebrará ante cerca de 500.000 personas en la Plaza de la Revolución, en La Habana, y la de cómo reaccionarán las autoridades ante esta eventualidad. Pero Castro ha decidido tomar el riesgo de compartir por primera vez el escenario de la isla con una carismática figura internacional que puede fustigarlo en frente de su rebaño porque, ante el mundo entero, es más lo que puede ganar que lo que puede perder.Básicamente porque la visita del Papa a Cuba no tiene un solo enemigo. Es un hecho que une más a los cubanos por dentro y por fuera del país que lo que los divide. Todo el mundo quiere a Juan Pablo II, todo el mundo quiere la libertad religiosa que simboliza para Cuba su visita, todo el mundo quiere el espacio de expresión que con ella comienza a abrirse y, por lo tanto, con un tema de tanta unanimidad, Castro tendría en las manos el primer gran instrumento para distensionar las relaciones con Estados Unidos.Por un lado, si ya es un hecho la actitud reacia del presidente Clinton ante la aplicación de la ley Helms-Burton, sería absolutamente insólito que, no habiéndolo aplicado hasta ahora, lo haga después de la visita papal. Por el otro, la visita coincide con la evaluación periódica que la comisión de derechos humanos en Ginebra se prepara para hacer nuevamente en marzo. Este año es muy improbable que exista quórum internacional para que Cuba sea recriminada por este aspecto después de la invitación que Fidel Castro le ha extendido a Juan Pablo II.Finalmente Castro también gana porque, frente a la falta de incentivos económicos para el pueblo cubano, el Papa le permite ofrecer los espirituales. Por eso otro chiste muy en boga entre los cubanos por estas épocas es uno que dice: "¿Que tienen en común el Vaticano y un cubano? Que en 40 años no han visto sino cuatro papas" (refiriéndose, claro está, al tubérculo).
Para los periodistas extranjeros que por estos días visitan a la isla es obvio que la verdadera preocupación de los cubanos no es la política sino la economía. En un país que todavía sostiene los más elevados índices de salud de cualquier nación en desarrollo (según Granma, el periódico oficial, la tasa de mortalidad infantil está por debajo del 7,2 por mil, mejor que muchos países desarrollados) produce un fuerte y doloroso contraste que todavía la mayoría de los cubanos no sepan cómo conseguirán su próxima comida.Ya está suficientemente analizada la forma como colapsó la economía cubana después de perder los 4.000 millones de dólares en subsidios que provenían hace una década de la Unión Soviética. Después de un crecimiento del 6 por ciento en 1996, la Unidad de Inteligencia de The Economist sostiene que la economía cubana volverá a disminuir fuertemente su ritmo en este año y el entrante. Eso, unido a la escasez crónica del fluido eléctrico y a las esporádicas interrupciones en el suministro de agua, amenazan con acabar con la paciencia de los ciudadanos.Sin embargo no hay que equivocarse. Quienes piensen que la visita del Papa a Cuba es más una prueba de la debilidad de Fidel que de su fortaleza, están equivocados. De los tres pilares que sostienen el poder infinito de Castro en Cuba conserva intacto el primero, que es su aparato de seguridad. Apenas tiene desgastado el segundo, que es su autoridad moral. Y solamente tiene problemas con el tercero, que es su sistema económico .Pero con respecto a este último punto es que la visita Papal es más útil. Así como la prioridad política exterior de Colombia es el narcotráfico, la cubana es el embargo comercial de Estados Unidos. El Papa Juan Pablo II se ha pronunciado en su contra, y es de esperarse que vuelva a hacerlo durante su visita con la repercusión internacional que tendrán sus declaraciones en la isla. Pero las coincidencias entre estos dos autócratas cascados de salud pero enormemente poderosos no terminan en el tema del embargo: en más de una oportunidad los discursos del Papa y de Castro se han parecido tanto que se confunden. Recientemente Fidel, durante la cumbre de la FAO en Roma, señaló recriminatoriamente los cambios políticos sufridos en la Unión Soviética y advirtió que de ninguna manera se dejará presionar por las potencias occidentales para producir cambios radicales en el régimen cubano y conducir así a la isla hacia esa hecatombe de corrupción, violencia y mafia que hoy impera en Rusia. Coincidencialmente en los recuentos de los diálogos del Papa con Mijail Gorbachov durante el proceso de la caída del comunismo en la URSS, el ex secretario general revela al Pontífice su preocupación por las consecuencias que pueda traer la libertad de conciencia en su país: "Mi experiencia sugiere que la democracia en sí no basta. También se requiere un código moral. La democracia no solo puede traer el bien, sino también el mal". A lo que el Papa Juan Pablo II respondió a Gorbachov: "Tiene razón al decir que los cambios no deben ocurrir con excesiva rapidez. Es preciso cambiar no solo las estructuras sino las maneras de pensar. Es imposible, como pretenden (los norteamericanos) que los cambios en Europa y en el resto del mundo sigan el modelo occidental". El 'nadadito de perro'Con este pasaporte del Papa a que los cambios de Fidel Castro en Cuba sean graduales y no abruptos, un poco más parecidos al modelo de apertura chino que a la perestroika soviética, existe una razón más para que Castro se haya embarcado en la invitación del Papa a su casa. Juan Pablo II tiene un 'nadadito de perro' que no lo caracteriza precisamente por ser un hombre confrontacional por naturaleza. La caída del comunismo en Polonia, de la cual él fue un conductor indispensable y determinante, la logró realmente jugando ese papel de auténtico conspirador en lugar de enfrentarlo abiertamente a las autoridades. Hizo tres viajes a Polonia antes de la caída del régimen y siempre puso especial empeño en darle a su lenguaje un matiz pastoral más que político.Pero lo que va a pasar en Cuba podría resultar muy parecido a lo que sucedió cuando el Pontífice visitó Chile durante el gobierno de Augusto Pinochet y Argentina recién caído el régimen militar.La gira formaba parte de la estrategia para apoyar a los países latinoamericanos en su transición pacífica a la democracia. Cuando Juan Pablo II llegó a Santiago el primero de abril de 1978 el general Pinochet lo recibió alardeando de haber salvado al país "del terrorismo y de la violencia marxista atea", frente a lo cual el Papa evitó decir una sola palabra que pudiera exacerbar la indignación de los opositores de la dictadura. Finalmente el Papa y el general Pinochet se asomaron juntos en un balcón de la residencia oficial de éste último, al tiempo que Juan Pablo II decía: "Vengo en calidad de sacerdote a impartir la bendición a esta casa y a todos los que en ella habitan".Según Carl Bernstein, autor de Su Santidad, un libro biográfico sobre Juan Pablo II, éste dijo en su siguiente escala, Buenos Aires, "las palabras de condena a la violencia gubernamental que no pronunció en Chile, sometida a la dictadura. Y se las dijo a Raúl Alfonsín, el primer presidente democráticamente elegido después de la dictadura militar: que los derechos humanos tenían que garantizarse". Bernstein afirma que la meta principal del viaje de Juan Pablo II a Argentina parecía haber sido más bien la de impedir la sanción de una ley de divorcio. Y por eso tan solo en el séptimo día de su estancia en Argentina Karol Wojtila finalmente se refirió a los desaparecidos ante una audiencia de jóvenes. Con estos antecedentes, opinan los analistas, lo más probable es que el Papa no confronte directamente a Fidel Castro en el tema de los derechos humanos y que más bien se limite a hacer unos velados comentarios sobre la libertad.La salud del PapaSubiste, sin embargo, una gran preocupación por el estado de salud de Juan Pablo II, hoy de 77 años de edad. Aunque no ha sido oficialmente admitido, se dice que sufre de Parkinson y que con frecuencia se le dificulta hablar y no pocas veces pierde el hilo de la conversación. La agenda que le espera en Cuba será una dura prueba para su fortaleza física: hay programadas visitas a las capitales provinciales de Santa Clara, Camagüey, Santiago, y finalmente la misa multitudinaria en la Plaza de la Revolución en La Habana. Pero este último de los gigantes del escenario internacional ha tomado la decisión de romper la historia con su viaje a Cuba para predicar la dignidad del trabajador, para defender la importancia de la reconciliación y de la solidaridad. El Papa es, en definitiva, el gran pretexto que tendrá Estados Unidos para repensar el tema cubano. Y Dios podría hacerle ese último gran milagro a su Papa: que el presidente Clinton, que ya cuenta con la tranquilidad de que no lo esperan más campañas presidenciales por delante, tome la esperada decisión de levantar un ignominioso embargo comercial que no ha acercado al régimen de Fidel Castro ni un centímetro a la democracia. La pregunta que queda por hacerse es solo una: si la visita del Papa a Cuba resulta tan buen negocio para Castro, ¿por qué no lo había invitado antes?