Especiales Semana

En qué cabeza cabe

En 200 años de vida republicana son muchas, demasiadas, las malas ideas que han prosperado en estas tierras.

Eduardo Arias*
23 de octubre de 2010

Esta es una lista necesariamente incompleta, arbitraria y subjetiva. Algunas ameritan una justificación para estar aquí, otras han provocado efectos tan devastadores y evidentes que ni siquiera merecen un comentario. 

Que la capital de Colombia quede a más de 1.000 kilómetros de la costa, en un país con una geografía tan complicada. Si a comienzos del siglo XX se hubiera trasladado la sede del gobierno a Barranquilla y la industria del país se hubiera centrado allí, hoy no habría que gastarse millonadas en dobles calzadas que desestabilizan aún más las montañas y que no resuelven los problemas de costos, porque el transporte por carretera en un país con tantas dificultades topográficas es muy ineficiente y costoso.

Desarrollar semillas y especies aptas para sobrevivir en los páramos. La destrucción de estos a causa de la agricultura y el pastoreo ha desequilibrado la capacidad de regulación del agua, sobre todo en la región andina.

Darle la espalda al río Magdalena. Dejar que se sedimente. Abandonar la navegación. Convertirlo en cloaca. Que haya quedado en manos de bandas armadas fuera de la ley 

Los proyectos del gobierno de colonización en las selvas del Caquetá. En vez de solucionar el problema de tierras generado en la región andina por la Violencia, miles de familias fueron dejadas a la buena de Dios en territorios alejados de los mercados y en suelos poco o nada aptos para la agricultura. Se destruyeron selvas valiosísimas para convertirlas en potreros improductivos que hoy son propiedad de terratenientes y de mafiosos. 

 Haber demolido parte de los baluartes y de la muralla de Cartagena y, sobre todo, rellenar el caño de San Anastasio para construir allí ese esperpento arquitectónico y urbanístico denominado La Matuna, que parte en dos la zona histórica de la ciudad.

Hidroeléctrica de Urrá, como ejemplo símbolo de tantos megaproyectos que han provocado graves daños ambientales y sociales. En este caso, se trata de una represa que poco le aporta al sector energético y que, sin embargo, provocó daños graves e irreversibles a la cuenca del río Sinú, y afectó a una población de alrededor de 300.000 pescadores y campesinos. 

Convertir a San Andrés en puerto libre. El resultado de convertir la isla en un paraíso del contrabando disfrazado ha sido la casi que total aniquilación de la cultura sanandresana y darles a los raizales un tratamiento de pueblo sometido y colonizado.

La nota que firmó en 1952 el canciller colombiano, Juan Uribe Holguín, que le otorgó a Venezuela la soberanía sobre los islotes de Los Monjes, dolor de cabeza que ha impedido resolver el diferendo limítrofe en el golfo de Coquivacoa. Esta nota fue declarada inconstitucional en 1971, pero el daño ya estaba hecho. 

La Constitución Política de 1886.

Evangelizar las culturas indígenas.

El Frente Nacional.

La apertura económica del gobierno de César Gaviria.

Acabar los ferrocarriles. De pronto estos reviven gracias a las cinco locomotoras que piensa poner a funcionar el presidente Santos. Soñar no cuesta nada. 

*Periodista