Especiales Semana

Enemiga silenciosa

La osteoporosis es una de las enfermedades que más afecta a las mujeres a partir de los 45 años. Sin embargo es posible detectarla a tiempo.

18 de septiembre de 2000

Según estudios recientes, solamente en Estados Unidos, la osteoporosis es responsable de más de un millón y medio de fracturas cada año y es una de las enfermedades que mayor cantidad de recursos demanda a los pacientes en ese país: los costos médicos derivados de su tratamiento llegan a los 9.000 millones de dólares anuales. También resulta preocupante el hecho de que las tasas de mortalidad asociadas a fracturas patológicas de la cadera haya aumentado en un 30 por ciento en estos últimos años. Las complicaciones de la osteoporosis se hacen mayores a partir de los 45 años y afectan particularmente a las mujeres, pues los hombres retienen una mayor cantidad de minerales óseos. Es más, se ha establecido que la mayoría de los casos de osteoporosis son el resultado de la pérdida de estrógeno, una importante hormona que se produce en los ovarios y una de cada cuatro mujeres mayores de 45 años y nueve de cada 10 mujeres mayores de 75 padecen la enfermedad.

La osteoporosis se define como una dolencia metabólica que ataca el tejido óseo lo que produce la pérdida progresiva de los componentes minerales del mismo. Ello se traduce en un incremento de la fragilidad y una mayor predisposición a las fracturas que no siempre son productos de traumas graves sino que en muchos casos se originan en accidentes pequeños. Según investigaciones recientes, la masa ósea máxima se desarrolla hacia los 30 años de edad en ambos sexos, y a partir de ese momento comienza a darse una declinación paulatina mucho más pronunciada en la mujer. Igualmente, la llegada de la menopausia o climaterio, acentúa la pérdida de hormonas vitales para su salud. Las terapias de sustitución hormonal han resultado una importante alternativa contra este proceso, pero tiene algunas contraindicaciones, especialmente en mujeres que han padecido cáncer de endometrio y migrañas, entre otras. Dado que la osteoporosis es una enfermedad silenciosa que no presenta síntomas visibles, es importante someterse a un chequeo regular que permita al médico detectar factores de riesgo o tratar casos de dolores lumbares, encorvamiento o fracturas espontáneas descubiertas en una radiografía. Generalmente, la mayoría de las mujeres experimentan una pérdida brusca de masa ósea en la década siguiente a su última menstruación como consecuencia de la edad. Otros factores de riesgo incluyen la raza, el tabaquismo, el alcohol y los bajos niveles de vitamina D en la dieta. Los antecedentes familiares, la pérdida de peso después de la menopausia y la vida sedentaria también pueden incidir en el desarrollo de la enfermedad.

Los avances de la medicina han hecho posible que la osteoporosis no sólo sea curable sino detectable, incluso antes de que ocurra una fractura. Gracias a procedimientos como la densitometría es posible medir la masa ósea y saber con antelación si se está o no en riesgo de padecerla. Los huesos no son estructuras estáticas sino que van cambiando con el paso de los años y experimentan un continuo proceso de formación y destrucción que busca conservar el equilibrio en las propiedades del tejido. Es por ello que los expertos recomiendan llevar a cabo un completo estudio radiológico para valorar el sistema esquelético de las mujeres posmenopáusicas. Sin embargo, hay que señalar que se requiere una pérdida cercana al 30 por ciento de la masa ósea para que la desmineralización sea visible en las radiografías. Por fortuna se han desarrollado otras técnicas de imágenes diagnósticas mucho más sensibles a estas deficiencias, tales como la densitometría de los cuerpos vertebrales y el cuello del fémur, áreas especialmente vulnerables. De cualquier forma lo más importante para prevenir la osteoporosis es asegurar el balance de la masa ósea durante las fases de desarrollo y crecimiento, de modo que se tengan huesos más fuertes para la tercera década de vida. Las dietas ricas en proteínas, calcio y vitamina D, también reducen las posibilidades de riesgo.