Especiales Semana

Eulalia Yagarí

Lucha desde muy joven por los derechos de su pueblo, en especial la tierra. Hoy hace parte de la Asamblea de Antioquia.

Carlos Alberto Giraldo*
3 de diciembre de 2005

Cabello negro, piel cobriza, cachetes redondos, ojos delgados, nariz achatada y metro y medio de estatura. Así se describe la diputada a la Asamblea de Antioquia Eulalia Yagarí, quien además se siente orgullosa de representar a las mujeres de la "nación embera" y a las del pueblo indígena colombiano. Vive en Medellín hace 15 años, pero no deja de extrañar los plátanos y el aire puro del resguardo donde creció: Cristianía, en Andes. Allí descubrió desde muy pequeña las razones de su lucha vital. Un día, su padre, el líder José Ignacio Yagarí Tamanís, sentó a los niños de la aldea sobre un tronco viejo tirado en el campo para darles la primera clase de castellano. Con su voz severa, les dijo: "Si no aprenden bien el lenguaje de los blancos, se los van a comer vivos". Eulalia sonríe porque en su inocencia ella y los otros chicos imaginaron que los iban a meter a una olla para cocinarlos. Pero la anécdota no estaba tan lejos de la realidad. Su comunidad sobrevivía en apenas 70 hectáreas de tierra, tomaba agua revuelta con los desechos del café y de las bestias de los hacendados, y cada año, en promedio, morían 12 adultos y 12 niños por parásitos y fiebres que se podían curar con pastillas que nadie llevaba. A los 10 años, la pequeña Eulalia, que sembraba flores en todos los rincones de Cristianía, le preguntó a una antropóloga de la Universidad de Antioquia cómo podía ser líder. La visitante apenas le respondió que ese camino tendría que buscarlo. Eulalia leía a escondidas de los jefes de la comunidad embera-chamí, entre ellos su padre. Se colaba en las reuniones de las juntas de acción comunal y a los 21 años daba ruedas de prensa en Medellín para denunciar los atropellos contra su gente. Sobrevivió a una lista clandestina de cinco indígenas que debían ser asesinados por inspirar la lucha para que el gobierno recobrara las tierras de Cristianía y se las devolviera a sus dueños ancestrales. Vio caer al único abogado indígena, Aníbal Tascón, y al comunero Mario González, pero en 1982 conquistó con su comunidad el derecho de restitución de 600 hectáreas. En 1989 se embarcó en la aventura de los sectores sociales que promovieron la Constituyente de 1991, y en 1992 llegó a la Asamblea de Antioquia, donde ha estado de manera ininterrumpida hasta hoy. Su gestión alentó la aprobación de la Ordenanza 32, que "reconoce y garantiza los derechos de los pueblos indígenas del departamento". En las próximas elecciones al Congreso, quiere convertirse en la primera mujer aborigen que ocupe una curul del Senado. Por ahora, a sus 45 años, Eulalia estudia idiomas y apoya los esfuerzos para que el pueblo indígena recupere y guarde su tradición oral, en la que abundan los cuentos que su mamá María Hermilda le narraba mientras ella pilaba el maíz y pelaba los plátanos que tanto le gustan. Su mamá, que siempre contradecía a su padre para que Eulalia no dejara de hablar en embera, así los blancos se la fueran a comer viva. *Corresponsal de SEMANA en Medellín