Especiales Semana

Historia de las otras treguas

El tema de la tregua no es ninguna novedad en Colombia. Sólo que los antecedentes de sus aplicaciones pasadas no favorecen para nada este mecanismo de interrupción temporal de las hostilidades militares

17 de enero de 2000

El tema de la tregua no es ninguna novedad en Colombia. Sólo que los antecedentes de sus aplicaciones pasadas no favorecen para nada este mecanismo de interrupción temporal de las hostilidades militares. En 1985 el Centro de Estudios e Investigaciones Sociales (CEIS) publicó un libro titulado Tregua y Unión Patriótica. En el texto sus cinco autores sostienen que desde el inicio del conflicto entre las FARC y el Estado colombiano se han presentado varias treguas.

La primera tiene lugar en 1953, cuando el general Gustavo Rojas Pinilla asumió el poder y decretó una amnistía general e incondicional para los diferentes grupos alzados en armas. La guerrilla liberal de los llanos orientales, liderada por el célebre Guadalupe Salcedo, se desmovilizó. La de Sumapaz, que sigue las órdenes de Juan de la Cruz Varela, cesó acciones militares pero no entregó sus armas. Las guerrillas comunistas del sur del país, el embrión de lo que hoy son las FARC, tampoco se desmovilizaron del todo. Esta primera tregua se rompió en 1955 porque Rojas declaró ilegal al Partido Comunista y le ordenó al ejército la toma de Villarica, Tolima. Este ataque originó lo que se conoció como La Columna de Marcha, un grupo de 3.000 personas que huyeron más hacia el sur y colonizaron las regiones de El Pato y Guayabero. Dos espacios que hoy hacen parte de algunos de los municipios de la Zona de Distensión.

La segunda tregua, según el documento del CEIS, duró siete años. Comenzó en 1957 y terminó en 1964. Durante este tiempo el presidente Alberto Lleras Camargo decretó una nueva amnistía que no contemplaba la prescripción de las acciones judiciales. Podían ser renovadas en caso de comprobarse que el amnistiado había reincidido en sus acciones subversivas. La tregua acaba con el ataque del ejército, por orden del presidente Guillermo León Valencia, a lo que los conservadores de entonces denominaban “la república independiente de Marquetalia”. Después de esta operación nacen las FARC como grupo militar organizado.

Veinte años después de esta ruptura las FARC firmaron su tercera tregua con el Estado. El 28 de marzo de 1984 el gobierno de Belisario Betancur acordó un cese al fuego y una tregua con este movimiento subversivo. La tregua empezó a cumplirse dos meses despues, el 28 de mayo, una fecha simbólica para las FARC porque ese día cumplían un aniversario más de su fundación. Sin embargo, el cese al fuego efectivo no comenzó sino hasta el primero de diciembre del mismo año, una vez las dos partes llegaron a un acuerdo sobre una Comisión de Verificación. Para ese momento el presidente Betancur ya había alcanzado un acuerdo similar con el M-19, la Autodefensa Obrera (ADO) y un sector del Ejército Popular de Liberación (EPL). Como resultado del acuerdo firmado con las FARC incursiona en la vida política legal la Unión Patriótica (UP), un movimiento que en teoría permitiría la reinserción a la vida civil de las FARC.

En junio de 1985 se acabó la tregua con el M-19. Durante el tiempo que ésta tuvo vigente este movimiento se enfrentó en varias ocasiones con tropas del ejército, el combate más importante se llevó a cabo en el Campamento de la Libertad en Yarumales. En septiembre el secretariado de las FARC le propuso al gobierno que prolongara los acuerdos porque las reformas políticas que ellos pedían no se habían llevado a cabo. El 2 de marzo de 1986 una reunión de las dos partes dialogantes decide prolongar por tiempo indefinido los acuerdos. Durante el año y medio que tuvo vigencia el cese fuego hubo varios choques entre la fuerza pública y la guerrilla. Además, comenzó el proceso de exterminación sistemática de los miembros de la UP. Cinco de los enfrentamientos fueron bastante serios y el último, una emboscada de las FARC encabezada por el Mono Jojoy a unos camiones del ejército en Caquetá, fue la lápida de una tregua que no sirvió sino para ahondar la desconfianza entre las partes. Desconfianza que aún no termina.