Especiales Semana

Iguales pero no diferentes

Aunque el machismo ha ido perdiendo fuerza en la oficina las mujeres todavía.

1 de octubre de 2001

A primera vista la vida laboral de las mujeres no difiere sustancialmente de la de los hombres. Para acceder a cargos altos el género es cada día más indiferente y la remuneración tiende a equilibrarse. Sin embargo la vida en la oficina no es la misma para ambos sexos.

A diferencia de los hombres, a las mujeres se les exige que cumplan con su trabajo y que además sean excelentes madres, esposas y amas de casa. Desde esta percepción, para una mujer debe ser tan importante ir a la entrega de notas de su hijo como asistir a una junta directiva en la empresa mientras que nadie reprocha al padre si jamás pisa las instalaciones del colegio de los niños. Y además, después de trabajar ocho horas en la oficina, la mujer llega a la casa a hacer oficio mientras el esposo suele quedarse descansando en pantuflas.

Los sentimientos de culpa constituyen uno de los principales conflictos que deben enfrentar las mujeres trabajadoras ya que tarde o temprano surgen dudas sobre su comportamiento en el hogar. Si bien las empresas se han vuelto un poco más flexibles y las empleadas pueden pedir permisos cuando sus hijos se enferman o llevarlos a la oficina cuando nadie los puede cuidar, las mujeres siguen creyendo que el tiempo que pasan con su familia no es suficiente y eso las atormenta.

“Si yo tuviera mi vida resuelta económicamente me habría gustado poder pasar más tiempo con mis hijos”, afirma Marcela González, una periodista que trabaja en una entidad del gobierno. Pero agrega: “Eso sí, jamás he sacrificado el poco tiempo entre semana que tengo con ellos para hacer otras actividades. Cuando tengo que entregar trabajos para la maestría prefiero levantarme a las cinco de la mañana y estudiar antes de irme a trabajar que perder las horas de juego con los niños”.

Si existieran horarios más cómodos y trabajos de medio tiempo mejor remunerados el panorama en el hogar cambiaría pero la situación de la mujer seguiría siendo desigual porque en cierta forma estaría dejando de lado su desarrollo profesional. Por eso expertos en el tema afirman que, así como los jefes han ido aprendiendo que sus empleadas tienen responsabilidades familiares, los hijos y los esposos deben comprender que para las mujeres también es importante trabajar y que las obligaciones domésticas se pueden repartir entre los demás miembros del núcleo familiar sin crear traumatismos.

Esta pelea la dio Soraya Montoya, secretaria de Gobierno de Bogotá. “Yo estuve con el niño hasta los tres años y cuando entró a la guardería volví a trabajar. Ahora él tiene 10 años y siento que sí le hice mucha falta porque los niños no solo necesitan tiempo de calidad sino cantidad”, dice esta alta funcionaria distrital, que ha logrado combinar las facetas de madre y ejecutiva sin que ello le genere problemas de conciencia. “Pero también aprendí que no puedo sentirme culpable porque así no rindo ni en la casa ni en la oficina. Mi hijo sabe que mi trabajo es importante y antes de aceptar mi nuevo cargo se lo consulte a él,” añade.

Fuera de esta doble jornada, que sigue sin ser lo suficientemente reconocida por sus compañeros, ellas padecen otras diferencias. “Las mujeres trabajan más horas que los hombres pero están representadas en empleos menos buenos, horarios parciales y contratos temporales”, afirma Luz Gabriela Arango, investigadora del Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional quien ha analizado estos temas en profundidad. “Las diferencias siguen existiendo y lo que pasa es que se toman como algo natural”.

Entre los fenómenos que se consideran normales están actitudes que tienen los hombres frente a las mujeres y que en otros países, como Estados Unidos, clasificarían como acoso sexual. La Organización Internacional del Trabajo define el acoso como cualquier observación, chiste, insinuación o comentario inadecuado sobre la manera de vestir, miradas lascivas, invitaciones impertinentes, gestos relacionados con la sexualidad, pellizcos y contactos físicos innecesarios que producen malestar en la persona. Comportamientos que no son extraños en las oficinas colombianas. Y sin embargo el 95 por ciento de las mujeres encuestadas por SEMANA dijeron nunca haberse sentido acosadas sexualmente en su oficina.

“Nuestro medio es mucho más permisivo y aquí el jefe puede hacerle insinuaciones sexuales a las empleadas pero todo se toma como un chiste y si uno no se ríe es una amargada”, dice Carolina Guerrero, una joven costeña de 25 años que fue víctima de acoso sexual cuando trabajaba en una compañía de telefonía celular. “Como la oficina sólo tenía dos líneas de atención al cliente mi jefe decidió colocar el número de su casa y nos dijo a varias compañeras que teníamos que ir a trabajar desde allá a contestar llamadas, cuenta. Cuando me tocó a mi él se apareció de sorpresa en el apartamento y aprovechó que estábamos solos para decirme que tuviéramos relaciones sexuales. Luego intentó agarrarme pero yo logré zafarme y me fui corriendo. Nunca más volví a la oficina y a la semana me llamaron para que fuera por la liquidación,” cuenta esta mujer cuya historia, a juzgar por las cifras de la encuesta realizada por Gallup Colombia, sería excepcional.



Percepcion y realidad

Según la encuesta de Gallup el 53 por ciento de las personas entrevistadas considera que el género es irrelevante a la hora de ascender en el trabajo y una de cada tres piensa incluso que ser mujer puede ser una ventaja. El 86 por ciento cree que las jefes reciben el mismo trato que los jefes o uno más benévolo y el 62 por ciento considera que la remuneración económica entre los dos sexos es igual.

Esta percepción no coincide totalmente con los datos reales. En efecto, las cifras más recientes del Dane muestran que los hombres en Colombia ganan un 27 por ciento más que las mujeres en los mismos puestos. Sin embargo esta cifra es bastante positiva si se compara con el índice de países desarrollados, como Japón, en donde las mujeres ganan la mitad que los hombres.

Luz Gabriela Arango considera que este desfase entre las respuestas de la encuesta y las cifras estadísticas obedece a que muchas mujeres no reconocen la discriminación. “Si lo hacen no encajan en el sistema empresarial y sus posibilidades de ascenso se reducen”, dice la investigadora.

En conclusión, aunque la mujer colombiana ha logrado avances que no se han dado en otros países de América Latina e incluso de Europa y Asia, es muy pronto para cantar victoria. Falta que se dé una verdadera revolución de la actitud masculina en el hogar para que la vida laboral de los hombres y las mujeres sea igual.