Especiales Semana

INCENDIO EN EL PATIO TRASERO

Reacciones encontradas frente al discurso que Reagan pronunció ante el Congreso solicitando apoyo para su política en centroamérica. Los demócratas atacaron lo que fue calificado como "la fórmula del fracaso".

30 de mayo de 1983

No es usual que el presidente norteamericano se reúna con las dos cámaras del Congreso en pleno, para discutir con ellas sólo un punto de la política exterior de ese país. Generalmente, entre los dos poderes públicos estadounidenses existe una identificación política global que les permite manejar las eventuales diferencias sin apelar a "cumbres" de ese calibre.
Sin embargo, el presidente Ronald Reagan, de meses para acá, viene conociendo un fenómeno diferente: el alejamiento cada vez mayor de las mayorías congresionales respecto de la actuación de la Casa Blanca sobre Centroamérica, uno de los núcleos claves en la política exterior de ese país.
Tratando de cerrar esa brecha, el presidente Reagan se vio obligado la semana pasada a convocar una sesión de esa naturaleza, pronunciando allí un dramático discurso en el que, sin cambiar su orientación, solicitó apoyo para su controvertida política en el área centroamericana.
Tal recurso -no empleado desde 1979, cuando Jimmy Carter presentó ante el Capitolio las negociaciones Salt II con la URSS- estuvo precedido de tres reveces del Presidente sobre la materia. Una importante subcomisión de la Cámara de Representantes, el 26 de abril, aprobó con condiciones, sólo 30 de los 60 millones de dólares que él había solicitado para ayuda militar a El Salvador. En los comités de inteligencia del Congreso, por otra parte, se agita la idea de cortar todos los fondos para las acciones encubiertas contra Nicaragua y, finalmente, el presidente de otra subcomisión del Congreso decidió en días pasados bloquear toda ayuda militar adicional para Guatemala. Fuera de eso, otros problemas domésticos y externos se le vienen acumulando a la Casa Blanca sin que se vea a corto plazo una salida (ver artículo respectivo).
Tales antecedentes explicarían el tono y contenido del discurso ante la sesión conjunta, en el cual evocó palabras del extinto presidente Harry S. Truman sobre la disyuntiva entre comunismo y democracia, para señalar que lo que hoy estratégicamente estaba en juego en Centroamérica podía compararse con lo que se jugó en Turquía en vísperas de la guerra fría.
"Si no podemos defendernos allí, no podemos esperar prevalecer en otras partes. Nuestra credibilidad se derrumbaría, nuestras alianzas caerían en pedazos y la seguridad de nuestra patria quedaría amenazada ".

NO ENVIARAN MARINES
En el más duro ataque a la URSS de su discurso, Reagan dijo: "¿Debemos permanecer sentados mientras naciones independientes de este hemisferio son integradas al imperio más agresivo que el mundo moderno haya visto?". Y subrayó: "No creo que haya una mayoria en el Congreso ni en el país que aconseje pasividad y resignación, derrotismo ante el desafio a la libertad y seguridad de nuestro hemisferio ".
Al mismo tiempo, Reagan se dirigió a aquellos que invocan los recuerdos de Vietnam y dijo que "no se piensa enviar tropas de combate norteamericanas a América Central no son necesarias, ni siquiera fueron pedidas".
El blanco privilegiado de su retórica fue el gobierno sandinista y "los movimientos guerrilleros profesionales, cuyo objetivo, tan simple como siniestro, es desestabilizar toda la región desde el Canal de Panamá hasta México ".
Al respecto reiteró que su gobierno no buscaba derrocar al gobierno de Nicaragua, pero en alusión implícita a las acciones encubiertas de la CIA denunciadas por la prensa norteamericana añadió: "Nuestro interés es asegurar que no infecte a sus vecinos a través de la exportación de la subversión y la violencia". Según él, su propósito es "impedir el fluido de armas hacia El Salvador, Honduras, Guatemala y CostaRica ".
Al mismo tiempo, én un velado mensaje al gobierno sandinista sobre las acciones de las tropas de Robelo y Pastora, Reagan advirtió: "No debemos proteger y no protegeremos al gobierno de Nicaragua contra la indignación de su propio pueblo", pero indicó que "si Nicaragua modera sus opciones, protegeremos con todos los recursos de la diplomacia a cada país de América Central de los peligros de la guerra ".
Sin mencionar las gestiones del Grupo de Contadora, Reagan ofreció seguridades de que su gobierno apoyaría "cualquier acuerdo entre países centroamericanos" sobre el retiro de asesores extranjeros, prohibición de armas pesadas y cese de todo apoyo a movimientos insurgentes.

NUEVO EMBAJADOR VOLANTE
Quizás el único anuncio concreto formulado esa noche consistió en la confirmación de que pensaba nombrar un embajador volante para América Central, "para brindar apoyo norteamericano a los esfuerzos de los gobiernos regionales " en la pacificación de la región "y para trabajar estrechamente con el Congreso" y asegurar la "mayor coordinación bipartidista posible de nuestra política hacia la zona ".
Recogiendo el argumento geográfico que se esgrimiera contra la revolución cubana, Reagan dijo que "El Salvador está más cerca de Texas que lo que Texas está de Massachusets " Y que "Nicaragua está tan cerca de Miami, San Antonio, San Diego y Tueson como esas ciudades lo están de Washington". Este planteamiento fue respondido unas horas más tarde por el premio Nobel García Márquez, al señalar que Estados Unidos no se preocupaba en realidad mucho por tener a la URSS, primera potencia comunista del mundo, a sólo 300 kilómetros de distancia, que es la faja de agua que separa Alaska de la península soviética de Chukchi.
Las demás reacciones al discurso presidencial fueron encontradas. A diferencia de amplios sectores del Congreso (ver recuadro), la prensa norteamericana apoyó en general la solicitud de Reagan de incrementar la ayuda a El Salvador. El conservador Wall Street Journal dijo que "si el Congreso rechaza este pedido de ayuda militar, no limitará los riesgos de guerra en América Central, sino que los aumentará". El New York Times reprochó al presidente Reagan el tono "extravagante" de su discurso y la "definición extraordinaria" de lo que implicaban para Estados Unidos los conflictos de América Central, pero también aprobó la solicitud de ayuda económica y militar a El Salvador. Igual cosa dijeron el Christian Science Monitor de Boston y el Baltimore Sun.
Quizás el único diario que pidió a la Casa Blanca "sostener activamente la iniciativa de paz del Grupo de Contadora" fue el Washington Post.

CAUTELA SANDINISTA
La reacción externa fue, en cambio, adversa, exceptuando la posición de los regímenes de Honduras y El Salvador. En Managua, la plaza de la Revolución, cuya capacidad se calcula en 100 mil personas, no bastó para alojar a los manifestantes, según testigos. Batallones de milicias, soldados del ejército, obreros armados, agrupaciones de mujeres milicianas y de niños desfilaron en repudio del discurso ante una tribuna en la que se encontraban la junta de gobierno y los miembros de la dirección nacional del FSLN.
Aunque el acto tuvo varios oradores, llamó la atención el hecho de que ningún miembro de la dirección sandinista ni del gobierno tomara la palabra, silencio que fue interpretado por los observadores como evidencia de la cautela con la que el FSLN y el gobierno sandinista manejan la actual coyuntura internacional en la que "se busca con ahinco alguna salida pacífica para evitar el holocausto de la guerra", según dijera una fuente gubernamental. "Nicaragua intentó 14 veces iniciar conversaciones con el gobierno de Reagan", manifestó en cambio en Washington el vicecanciller nicaraguense, Victor Hugo Tinoco. "No obstante", concluyó el diplomático, "desde abril de 1982 Nicaragua no recibió una sola hoja de papel de Estados Unidos en respuesta a las áreas sugeridas por ambos gobiernos como puntos de deliberación ".
Radio Habana, por su parte, indicó que el discurso presidencial de Reagan recordaba el oscuro periodo del maccarthismo y señaló que el jefe de la Casa Blanca no había podido aportar una sola prueba de que existiera un tráfico de armas entre Nicaragua y los guerrílleros salvadoreños.
Un funcionario del Pentágono había afirmado la semana pasada que el 70% de las armas que llegan a las guerrillas del FMLN proceden de Nicaragua, el 15% se origina en "otras fuentes"y el 15% restante es capturado por los rebeldes a las tropas gubernamertales.
El órgano oficial del gobierno soviético, "Izvestia", dijo que Reagan con su discurso "trató de superar una crisis de confianza de los norteamericanos hacia su gobierno, dibujando una situación sobre América Central que refleja no tanto el real estado de las cosas, como sí la profundidad de la ira de la Casa Blanca por el interminable fracaso de sus propias acciones".
Saliendo del campo socialista, los presidentes de México y Brasil, también se disociaron de la orientación del ejecutivo norteamericano. Miguel de la Madrid y Joao Baptista Figueiredo, quienes se encontraban en Cancún en conversaciones oficiales, caracterizaron como "elemental falacia" la tesis de la Casa Blanca de que la crisis centroamericana es producto de las tensiones entre Este y Oeste.

Y por parte de la guerrilla salvadoreña, se expresó en Washington Rubén Zamora, miembro de la comisión político-diplomática de la alianza FDR-FMLN (Frente Democrático Revolucionario-Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). Zamora sostuvo que los planteamientos expuestos por el presidente norteamericano eran "la misma política equivocada de los últimos años" y que está "destinada al fracaso", agregando que el único resultado sera "prolongar un conflicto donde Estados Unidos pone las balas y El Salvador pone los muertos". También anunció la "segura regionalización del conflicto" si Estados Unidos insiste en comenzar a entrenar soldados salvadoreños en campos militares de Honduras, como fue anunciado en los últimos días. Tal medida, según Zamora podría generar en Honduras un "objetivo militar" para la guerrilla salvadoreña, generalizándose así la guerra. Sin embargo, Zamora reiteró la disposición del FMLN y del FDR de negociar y dialogar "sobre la situación en El Salvador con quien esté interesado en ello".

LA REACCION DOMESTICA
Pocos minutos después del discurso del Presidente Reagan, en una sala invadida por las luces de la televisión el partido Demócrata dio a conocer á la nación su respuesta a los planteamíentos del primer mandatario. El senador por Connecticut, Christopher Dodd, atacó durante diez minutos lo que llamó "la fórmula del fracaso" propuesta por Reagan en su discurso. Según el senador, la petición presidencial "solamente lleva a un oscuro túnel de intervención sin final" y se basa en ideas "erróneas" sobre Centroamérica. Desde el momento en que la decisión de buscar una victoria militar en Centroamérica fue tomada por la Casa Blanca, los Demócratas han criticado la posición del Presidente pues en concepto de ellos no soluciona los problemas de fondo: la injusticia social, la opresión, la falta de oportunidades, etc. Los lideres de la oposición favorecen más bien la celebración de negociaciones entre las partes en conflicto, con la promesa de una efectiva ayuda económica para empezar a sacar del subdesarrollo a las gentes del área.
En contraste con las posiciones del jefe de la Casa Blanca, quien gusta de culpar a los criticos de su administración por la crisis actual, Dodd declaró que tanto él como sus colegas del congreso compartian la preocupación sobre la presencia de Estados de corte marxista en Centroamérica. Sin embargo, agregó, "creemos que la administración entiende mal las causas fundamentales del conflicto" Dijo: "Si Centroamérica no estuviera llena de injusticias no habría revolución, (...) no habría nada que los soviéticos pudieran explotar. Pero a menos que las condiciones de opresión cambien, la región continuará así, con o sin los soviéticos
Dodd criticó la petición de la Casa Blanca de más dinero para entrenar y reforzar el ejército salvadoreño diciendo que tal medida ha probado ser inoperante. Según el congresista, si Reagan consigue lo que quiere, el gobierno norteamericano habrá gastado 140.000 dólares por cada guerrillero que se encuentra luchando contra el gobierno salvadoreño. "Una vez más estamos en el lado perdedor", lo que debe hacer la Casa Blanca en su opinión es "usar la fuerza y la influencia de los Estados Unidos para lograr un cese inmediato de hostilidades en El Salvador y Nicaragua"; "trabajar para lograr acuerdos politicos en Centroamérica y | recuperar el papel de los Estados Unidos como fuente de esperanza y fuerza de progreso en Centroamérica.
Tal respuesta de los Demócratas al discurso presidencial apaciguó un poco los ánimos de los sectores que se oponen al papel de Estados Unidos en la región. En una encuesta telefónica adelantada por la cadena de televisión ABC, la mayoría de los entrevistados siguió oponiéndose al envio masivo de armas para la región. Se constató también que después del mensaje del Presidente aumentó notoriamente el número de gentes interesadas por la situación centroamericana.
En una especie de votación, adelantada también por la ABC y que contó con cerca de medio millón de participantes, una inmensa mayoría apoyó la creencia de que un Estado comunista en Centroamérica constituiría una "amenaza" para la seguridad de Estados Unidos.
Sin embargo, los conceptos del senador Dodd fueron apoyados por una serie de personalidades que se reunieron en un hotel de Washington a 300 del Congreso para oír el discurso de Reagan. Wayne Smith, ex jefe de la Sección de Intereses Estadounidenses en la Habana, declaró, por ejemplo, que el discurso presidencial "no dio indicio alguno de solución para la agitación en América Central". El ex senador demócrata por Iowa, Dick Clark, señaló por su parte que Reagan comprometió a Estados Unidos a "involucrarse más profundamente" en esa región. El representante Tom Harkim, del mismo Estado, calificó de "totalmente improcedente" el contraste que Reagan procuró trazar entre las situaciones de los derechos humanos en El Salvador y Nicaragua. Esto fue ratificado por Taricia Derian, responsable de la política de derechos humanos del gobierno de Jimmy Carter, al indicar que el discurso del mandatario republicano era "lo último en hipocresía" al tratar de comparar las situaciones de los derechos humanos en Nicaragua y El Salvador.