Especiales Semana

¡Incertidumbre total!

El exministro de Hacienda José Antonio Ocampo, profesor de la Universidad de Columbia, analiza la crítica situación de la economía mundial y sus repercusiones para el país.

6 de agosto de 2011

SEMANA: Hay decepción entre algunos economistas por el acuerdo logrado en Estados Unidos para evitar incumplir el pago de la deuda. ¿Cómo analiza usted el acuerdo?

JOSÉ ANTONIO OCAMPO: Creo que el New York Times resumió muy bien mi punto de vista en su editorial del 1 de agosto: “Para evitar el caos, un acuerdo terrible”. Sin duda se evitó el caos, no solo en Estados Unidos, sino en el mundo entero, porque hay que recordar que los bonos del Tesoro de los Estados Unidos son los títulos considerados ‘seguros’ por excelencia. De esta manera, una moratoria hubiese tenido repercusiones globales. Pero es un acuerdo terrible. El principio de que el ajuste se hace solo por el lado del gasto es equivocado. La elevación de los impuestos a los sectores de más altos ingresos y la eliminación de muchas exenciones tributarias deberían haber formado parte del acuerdo. Hubiese sido menos contraccionista que el ajuste que se va adoptar, centrado exclusivamente en el gasto. Quizá sean incluidos en la próxima ronda, pero esto es improbable porque este es un acuerdo impuesto por los republicanos, que están radicalmente en contra de cualquier aumento de impuestos.
 
SEMANA: ¿Qué tan urgente es un mayor ajuste, de qué magnitud sería y cree que es posible que se logre con los desacuerdos políticos que hay?

J.A.O.: El ajuste que se adopta en esta ocasión es de 2.1 billones de dólares (millones de millones) en 2012-2021, según las estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso, equivalente a un 16 por ciento del PIB de Estados Unidos de hoy. A ello habría que agregar las reducciones en intereses como resultado de la menor deuda. Esta suma corresponde a los recortes que se acumularán a lo largo de diez años. La reducción es pequeña a corto plazo (unas pocas décimas del PIB), aunque deberá alcanzar cerca al 2 por ciento del PIB al final del período. En cualquier caso, es una suma insuficiente para recortar un déficit de más de 10 por ciento del PIB en 2011 según el FMI. Las cifras que habían mencionado otros analistas hablaban de la necesidad de ajustes por 4 billones de dólares, que puede ser una suma correcta. Por eso, este ajuste debe ser visto como parte de un proceso, que incluye el que ya se hizo hace unos meses para el presupuesto actual y otros que vendrán. La recuperación de la economía deberá también ayudar por los mayores ingresos, así como el vencimiento de los beneficios tributarios decretados durante la era Bush, que se extendieron hasta el año entrante y espero que el Presidente Obama deje finalmente que venzan. El punto fundamental es que ahora se ratifica que Estados Unidos ha entrado en la era de la austeridad fiscal sin una economía que esté creciendo dinámicamente. El ajuste viene a reforzar este escenario de bajo crecimiento.

SEMANA: ¿Por qué una gran potencia económica llega a una situación fiscal tan crítica?

J.A.O.: Las causas son fundamentalmente dos. La primera y menos justificable son los beneficios tributarios entregados a los sectores más ricos de Estados Unidos durante la administración Bush. La segunda está asociada al impacto mismo de la crisis, que generó un colapso en los recaudos tributarios y algunos gastos excepcionales. En términos políticos, la situación actual es un legado de la mala administración de la economía por los republicanos, tanto por los beneficios tributarios que concedieron como por no haber evitado la peor crisis desde los años treinta. Habían recibido un superávit fiscal de la administración Clinton y entregaron la economía con un déficit fiscal estructural. Además, si de algo se puede acusar a la administración Obama, es de haber sido fiscalmente cautelosa en medio de la peor recesión desde los años treinta. Por eso no entiendo cómo ahora salen los republicanos a presentarse como los héroes de la austeridad.
 
SEMANA: A pesar del acuerdo, las bolsas siguieron desplomándose. ¿No hay confianza en los mercados de que esta es la solución?

J.A.O.: La caída de las bolsas refleja muchas otras cosas: los datos económicos frágiles de Estados Unidos desde el segundo trimestre, la percepción de que hay divisiones ideológicas profundas en Estados Unidos, la debilidad y desunión europea, la frágil situación de Japón. En fin, que el mundo industrializado anda mal en materia económica.
 
SEMANA: ¿Es posible que Estados Unidos pierda su calificadora triple A y qué efectos tendría esto?

J.A.O.: Ya una agencia menor lo hizo. Las otras ratificaron la nota pero con perspectivas negativas. Francamente le doy menor importancia a eso.
 
SEMANA: Según el nobel Joseph Stiglitz, Obama empezó a decepcionar desde que entró en la Casa Blanca con Lawrence Summers como principal asesor económico y promocionando a Timothy Geither… ¿usted comparte esta opinión?

J.A.O.: El profesor Stiglitz pertenece a un grupo amplio, que también incluye al premio nobel Paul Krugman. Los liberales han sido muy críticos de la gestión fiscal de Obama, ya que consideran que la lentitud de la recuperación y, especialmente, las cifras decepcionantes de desempleo son un resultado de un paquete fiscal inicial excesivamente prudente. Comparto esta visión. Ganó la visión conservadora en materia fiscal, tanto al inicio de la administración y más ahora, bajo la presión de los republicanos.
 
SEMANA: “Una economía creciendo tan lentamente, sin recortar suficientemente gastos y endeudándose más”. ¿Ese no era el mal que tanto nos criticaban a nosotros los del tercer mundo? ¿Podría explicarme porque las economías desarrolladas ahora repiten esa historia?

J.A.O.: Si somos keynesianos, como lo soy, el principio básico es que la política fiscal debe ser anticíclica, es decir debe ayudar a suavizar el ciclo económico. Cuando se crece lentamente se debe elevar el déficit y el ajuste fiscal se debe hacer durante los años de prosperidad. Por eso la receta que usted menciona en la cita es un principio equivocado, pero es la que ahora practica Europa y comienza a hacerlo Estados Unidos. Afortunadamente en este último caso sigue habiendo un banco central que sí sigue reglas anticíclicas claras, algo que en europeo está abandonando de nuevo.
 
SEMANA: Con estos problemas en Europa y Estados Unidos, lo que se está viendo es que las economías desarrolladas son peor manejadas que las que en desarrollo…

J.A.O.: Claramente sí, pero hay algunas economías desarrolladas bien manejadas (por ejemplo, Canadá, que no tuvo una crisis financiera interna) y algunas en desarrollo que tienen problemas.
 
SEMANA:¿Para dónde va la economía mundial?

J.A.O.: La economía mundial va para un período quizás prolongado de lento crecimiento económico. Todavía vivimos bajo un modelo centro-periferia, donde el centro sigue siendo el eje representado por Estados Unidos y las principales economías europeas. Por eso, el lento dinamismo del centro se sentirá en el mundo entero. Los centros emergentes, especialmente China, todavía no pueden impulsar con la misma fuerza a la economía mundial, excepto algunos segmentos, como el de los productos básicos. La India crece bien pero es una economía autocentrada; por eso su importancia en el comercio internacional es mucho menor. Brasil es importante como eje de Suramérica, pero también es pequeña en el contexto mundial. México sigue enredado. Es a mi juicio el mejor ejemplo de que un TLC con Estados Unidos no es una panacea: ha sido una economía que exporta mucho pero no crece dinámicamente y se ha tornado muy dependiente de los ciclos económicos norteamericanos.
 
SEMANA: El economista Roubini dice que se estaría formando una tormenta perfecta. Estados Unidos con datos económicos flojos, Europa en crisis, China desacelerándose y a Japón le tomará mucho tiempo levantarse del terremoto. ¿Así de crítico?

J.A.O.: Como le he señalado, creo que vamos para un período largo de lento crecimiento mundial. Por eso comparto una visión como la de Roubini, aunque él siempre pinta las situaciones con los colores más oscuros posibles.

SEMANA: Se llegó a pensar que el euro reemplazaría al dólar como moneda de reserva ante la debilidad de la divisa estadounidense, pero el euro también tambalea. ¿Quién tomará la delantera?

J.A.O.: El mundo seguirá usando una mezcla de dólar y euro, complementados con unas monedas de menor importancia del mundo industrializado y, crecientemente, el renminbi (la divisa oficial de la República Popular China). Yo he sido partidario de darle un mayor campo a la única moneda verdaderamente mundial con que contamos, los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional (que, dicho sea de paso, deberían tener un nombre más atractivo). Entre el dólar y el euro creo que seguirá ganando el dólar, porque se realiza mucho más comercio en la moneda norteamericana y, sobre todo, porque tiene el mercado más amplio y líquido de títulos de deuda pública que se utilizan como sustitutos cercanos del dinero. Por eso es que era tan importante el acuerdo sobre la deuda norteamericana.
 
SEMANA: Crecen las dudas sobre la deuda de Italia y España y aún Grecia, Portugal e Irlanda no salen a flote. ¿Cuál es el futuro de la Eurozona?

J.A.O.: Tienen que pensar en un plan más ambicioso. Todos los planes allá han llegado con rezago. Emitir bonos europeos podría ser una salida. Estos bonos podrían financiar más barato las nuevas necesidades de otros países, no solo las de aquellos en programas de ajuste, sino incluso a España o Italia. Como mecanismo de estabilización para la Eurozona sería bueno que funcionara como una especie de cooperativa de crédito, financiada con eurobonos. Más aún, estos bonos serían muy atractivos para el resto del mundo, como mecanismo de diversificación del riesgo. Obviamente esta propuesta significa ampliar la responsabilidad fiscal conjunta, pero ya en esta materia ha habido avance durante la crisis reciente, infortunadamente con el predominio de planes fiscales contraccionistas.
 
SEMANA: ¿Cómo ve usted el nuevo orden de la economía mundial?

J.A.O.: Mal. No hay dirección. El G-20 perdió la iniciativa y no quiere darle las riendas a nadie más, ni se pone de acuerdo para impulsar reformas más profundas, por ejemplo en el sistema monetario internacional. El sistema comercial está cada vez más fragmentado por la multiplicación de acuerdos bilaterales y plurilaterales que han aniquilado el multilateralismo en este campo. Están emergiendo nuevos centros, de manera notable China que, como ya lo señalé, todavía no tiene el impacto suficiente sobre la economía mundial y enfrenta problemas propios de los países en desarrollo (sigue siendo tecnológicamente dependiente, tiene desigualdades internas crecientes, etc.). Como algunas veces lo digo en mis conferencias, no deja de ser una tragedia mundial que por primera vez en la historia la única nación emergente con impacto potencialmente global sea una economía en desarrollo.
 
SEMANA: En esta coyuntura, qué puede hacer Colombia y la región. El presidente Santos dice que Unasur podría ser un bloque para defenderse, por lo menos del efecto de la apreciación de las monedas.

J.A.O.: Sí, estoy de acuerdo con el presidente Santos. Es la hora de mirar hacia adentro en una perspectiva amplia, que ahora debe ser de carácter regional. América del Sur es la mejor oportunidad. De todas maneras, hay que combatir la sobrevaluación. En Colombia y en varios otros países suramericanos. Además, no hay que olvidar el resto del comercio sur-sur, con México, Centroamérica, el Caribe y, obviamente, Asia. En este último caso hay que diversificarlo notablemente. No nos podemos resignar a exportar a China únicamente productos básicos.
 
SEMANA: ¿Cómo le irá a Colombia en medio de esta situación?

J.A.O.: Colombia, y Suramérica en general, va bien. La mezcla de buenos precios de productos básicos y afluencia de capitales es una receta para crecer a corto plazo pero tiene un costo evidente que es la sobrevaluación de la moneda. Eso nos costará a largo plazo. Hay que evitar la ‘enfermedad holandesa’ generada por la mineralización de la economía colombiana, y a ello poco está contribuyendo la política económica.
 
SEMANA: Y a propósito, ¿cree que ahora sí el Congreso estadounidense aprobará el TLC?

J.A.O.: Creo que finalmente será aprobado. Pero no es la panacea que se pinta. Es una oportunidad para exportar, con costo también para algunos sectores colombianos, pero los beneficios serán menores y los costos mayores con el tipo de cambio actual. Este es el momento de una buena política de desarrollo productivo, apoyada por una tasa de cambio competitiva, pero no se está haciendo lo suficiente en lo primero y veo que el gobierno y el Banco de la República se han declarado derrotados para combatir la sobrevaluación. Ojalá cambien.
 
SEMANA: El gobierno Santos está cumpliendo un año, ¿cómo lo ve?

J.A.O.: Colombia está haciendo muchas cosas bien bajo la administración Santos: su ley de víctimas y reparación es un paso histórico, los giros en su política exterior son muy positivos, su compromiso en combatir la peor oleada de corrupción de la que tengamos memoria merece aplausos y el cambio de tono nacional hacia uno de menor confrontación ha sido un enorme paso. Pero tengo más distancias en el manejo económico. Creo que no se ha hecho nada para combatir la sobrevaluación, que es el peor problema económico que enfrentamos, y no hay todavía una política ambiciosa de desarrollo productivo. En este último campo, creo que el ampliar las absurdas zonas francas creadas durante la administración Uribe es equivocado. Por el contrario, creo que deben ser desmontadas, porque generan una inequidad tributaria horizontal y protección efectiva negativa para las empresas nacionales que venden sus insumos a productores establecidos en ellas. Tengo también serias dudas sobre la conveniencia de haber transformado la sostenibilidad fiscal en principio constitucional, pero creo que la aprobación de la regla fiscal constituyó un avance y espero que el gobierno impulse una reforma fiscal ambiciosa que elimine el exceso de beneficios tributarios creados durante varios años, incluidos los ya mencionados a las zonas francas.