Especiales Semana

La cachetada

A pesar de que Estados Unidos asestó un duro golpe a la ONU, cuando decidió atacar a Irak sin permiso del Consejo de Seguridad, el organismo se mostró como legítimo vocero de la oposición civil mundial a la guerra.

24 de marzo de 2003

No sirvieron las presiones, el espionaje electrónico, las llamadas diarias del presidente estadounidense a preguntar por el estado de salud de sus homólogos menos poderosos, ni siquiera los intentos de soborno por varios miles de millones de dólares. Estados Unidos y sus minoritarios aliados se dieron cuenta de que perderían la votación en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para aprobar una resolución que autorizaba una guerra en Irak, y se arrepintieron de presentar la solicitud antes de iniciar el bombardeo. El presidente George W. Bush dio entonces un ultimátum a Saddam Hussein y empezó a mandar misiles a Bagdad.

Mientras la CNN mostraba las primeras imágenes de la operación Bush y el embajador británico en la ONU, sir Jeremy Geenstock, argumentaban que en realidad nunca necesitaron de esa segunda votación pues la resolución 1441 de la ONU, al hablar de "serias consecuencias" en caso de violación, les daba derecho de usar la fuerza contra Irak. Barry Rubin, editor general de Middle Eastern Review, la revista plagiada por la inteligencia británica para justificar su caso contra Hussein, le dio la razón a Bush con otro argumento un poco más sofisticado: "Los iraquíes hicieron promesas para llegar a una tregua en 1991 y no las cumplieron. Es claro que Estados Unidos puede atacar porque Irak violó la tregua", dijo a SEMANA.

Pero, para muchos, cualquier justificación es una completa mentira y el ataque una violación al derecho internacional. Esto, porque según la carta de fundación del organismo, la única situación en que un ataque unilateral es legal es cuando un Estado está siendo atacado, y no por la preocupación de que pueda ser atacado en algún momento futuro, como dice la doctrina de seguridad preventiva inventada por Bush.

Por otro lado, la resolución 1441 no habla nunca del uso de la fuerza sino de que los inspectores deben reportar las posibles violaciones al Consejo de Seguridad. En efecto, en su momento 13 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad tomaron la posición explícita de que la 1441 no permitía el uso "automático" de la fuerza. "La argumentación de Bush no es válida pues la resolución 1441 pide nuevas inspecciones y le da al Consejo de Seguridad el poder de determinar qué medidas pueden requerirse en caso de que Irak no cumpla", explicó a SEMANA John Quigley, experto en derecho internacional de la Universidad de Berkeley. Para completar, según el último informe del jefe de inspectores de la ONU, Hans Blix, aún era prematuro para saber si Hussein, en efecto, había violado el compromiso y era necesario dar más tiempo al equipo de inspectores de la ONU.

Por todo ello la primera impresión es que con su decisión de guerra el presidente estadounidense se pasó por la faja a la Organización de Naciones Unidas. Y, en esta medida, el sistema multilateral de resolución de conflictos quedó terriblemente debilitado. Pero, por otro lado, la ONU hubiera quedado muy mal si hubiera llegado a un consenso para permitir una guerra tan cuestionable, sobre todo cuando, según el último estudio del Pew Research Institute, la oposición civil a un ataque unilateral es mayoritaria en la mayor parte del mundo. Como dijo a esta revista Erik Leaver, de Foreing Policy in Focus: "Con la presión unilateral para cambiar las reglas, la ONU sólo estaría en peligro de perder su relevancia si capitulara. La legitimidad del cuerpo depende mucho más de las voces de los ciudadanos globales que de los líderes de Estados Unidos".

De ahí que la oposición de la mayoría de los miembros del organismo a Estados Unidos y su deseo de guerra a toda costa mostró, al menos, que atrás van quedando los tiempos en que cualquier amago de guerra hacía pensar al mundo que la ONU se disolvería como su antecesora, la Liga de las Naciones, o tantos intentos de establecer gobiernos supranacionales. Lejos de probarse la irrelevancia del organismo, como amenazaba Bush que pasaría si el Consejo no aprobaba su proyecto bélico, la ONU demostró, por primera vez, que no es un simple títere que bajo la apariencia de 'comunidad internacional' le da un aura de democracia a los dictámenes de política exterior estadounidense. "La ONU será ahora más fuerte que nunca a pesar de los esfuerzos estadounidenses por debilitarla porque defendió la carta y se opuso a la guerra", dijo a SEMANA Phillis Bennis, investigadora del Institute of Public Accuracy.

En últimas la posición en favor de la guerra es, como afirmaba el jueves Bush, de unos 40 gobiernos en el conjunto de 190 naciones del planeta. Pero no de los ciudadanos, que son pacifistas en su inmensa mayoría. Por eso es de esperar que en el futuro, cuando los líderes belicistas se jueguen su suerte política en las urnas, los nuevos gobiernos seguirán los dictámenes del derecho internacional y volverán a preferir la resolución multilateral de conflictos. Un editorial de The New York Times con motivo de las enormes demostraciones pacifistas que esta guerra ha generado decía: "De nuevo hay dos superpotencias: Estados Unidos y la opinión pública mundial". Si esto es cierto, la ONU se vería legitimada por la otra gran potencia de la era del pos 11 de septiembre.