Especiales Semana

La construcción y sus complementos

10 de mayo de 1993

DE NUEVO, LO CLASICO
EL IMPLACABLE TIC-TAC DEL RELOJ DE ALAbastro sobre el escritorio de la sala recuerda, segundo a segundo, que nada es definitivo. Corre 1815 y en Viena, sede del Congreso que un año antes otorgó la paz a Europa tras las batallas napoleónicas, la burguesía vive al amparo de su intimidad. Cultivándola de espaldas a la política.
Un estilo sencillo y elegante se inaugura en la decoración de los hogares del antiguo Imperio Austriaco y la Confederación Alemana. Es la repuesta a la opulencia de la aristocracia en las décadas anteriores. Ahora, Napoleón está en el exilio y el príncipe Clemens von Metternich mantiene en Austria un complejo sistema de espionaje para informar al gobierno de cualquier movimiento subversivo.
La gente se refugia en las casas. Allí encuentra formas simples para celebrar la recién estrenada tranquilidad: se entrega a la música de Johann Strauss y Josef Lanner, lee en soledad, escribe cartas.
El mobiliario está en total armonía con esas aficiones. La línea del secretaire, conservando sus artísticas divisiones interiores, aparece entonces en forma rectangular. También son de esta época las mesas de trabajo en las esquinas de la sala, los cestos de papeles, los costureros, los armarios de ropa y los espejos de pared sobre repisas altas.
Todo es funcional y refinado en este, el estilo Biedermeier. El mismo que vivió su época dorada hasta 1848 y que en 1993 regresa para imponerse en el mundo entero. Aunque, claro, con algunos ajustes.
Así lo afirma el decorador Fernando García, quien recientemente importó la idea de la feria de muebles de High Point, Carolina del Norte (Estados Unidos), una de las más importantes del mundo.
TRIGO Y NEGRO
Cada estilo tiene una clave y la del Biedermeier son sus tonos. Hay negro en todo. En la tapicería de los asientos del comedor. En las caperuzas de las lámparas de bronce o madera que estan de moda hasta en la mesa de centro de la sala. Y hasta en las cornisas de yeso para proporcionar las paredes trigo, tabaco o miel. Como se aprecia, esta es una tendencia para climas fríos. Muy tranquila, pero nunca triste. ¿Dónde están los grandes toques de vitalidad?
"Las paredes también se presentan hoy en amarillo limón, azul o verde, y están esmaltadas -explica Fernando García-. El jacqard para tapizar los muebles viene con diseños de flores, medallones y rayas gruesas o delgadas donde el oro y una gran gama de tonos se mezclan, nuevamente, con el negro. Y la madera conserva su veta natural tintillada hacia tabacos claros y oscuros, amarillos o anaranjados".
Hay una palabra alemana que expresa adecuadamente el sentido Biedermeier. Es qemutlich: íntimo y aqradable. Pero queda por fuera otro concepto importante, "elaborado". Es que vistos ahora, y no a la luz de los siglos XVIII y XIX, estos muebles lo son en buena medida.
Las mesas rectangulares y cuadradas con curvas clásicas y tapas gruesas ofrecen una apariencia pesada. Se arman con chapas encontradas de distintas maderas o con incrustaciones de marquetería italiana. Y muchas de ellas cargan complicados herrajes y tablas suplementarias que permiten las extensiones. De seis a ocho o 12 puestos.
En los muebles de comedor aparecen los herrajes en bronce opaco, las patas en forma de garra de león o cabezas egipcias, y también la botonería negra con borlas colgantes en rayón, seda o hilo. Flor morado, cedro y caoba son las maderas que en Colombia mejor se ajustan a este estilo y las que diseñadores como Fernando García usan con mayor frecuencia.
Para los pisos hay otras variedades: macareno, sapán y guayacán, por ejemplo. Parqués y diseños geométricos en tabaco y negro recorren las estancias de pared a pared. Y sobre ellos van tapetes rumanos o austríacos en tonos ocre y salmón. En concordancia, el mármol debe ser negro absoluto o rosa toledo. Nunca crema, gris o blanco.
UNA SATIRA QUE COBRO ALTURA
Los académicos y los historiadores del arte se negaron a estudiar el Biedermeier durante casi un siglo. ¿La razón7 Lo consideraban demasiado simple frente a las posibilidades que ofrecía la mueblería de la época.
Por ese entonces, Inglaterra se inclinaba nuevamente a favor del gótico, un estilo que quedó magistralmente reflejado en los cuentos de terror de Edgar Allan Poe. Además, los muebles Luis XV y Luis XVI y el Rococó cobraban renovado interés allí y en Francia.
Sólo después de 1830 el Biedermeier empezó a ganar terreno en el viejo mundo. Pero aún así, nadie lo consideraba arte de decoración mayor. Ni siquiera había para él una denominación.
Agust Wilkie, coleccionista, comerciante de arte e historiador neoyorquino, explica en su libro "Biedermeier", publicado recientemente en Estados Unidos, que el término, contrariamente a lo que se cree, no es el apellido de un ebanista. Apareció como firma en un poema de sátira política a mediados del siglo pasado y luego fue ganando terreno para calificar, más allá de la decoroción, el estilo total de la vida qermana entre 1800 y 1830.
Es que al interior de esta cultura, el juego de palabras que implicaba era fácilmente comprensible:bieder (sin pretensiones) y Meier , un apellido tremendamente popular en ese momento.
Por fortuna el Biedermeier, con sus lámparas colqantes en bronce y cristales opalizados con sus cortinas llenas de góndolas y tiros decorativos o sus persianas gruesas, terminó por demostrar que la burguesía estaba imponiendo un nuevo estilo de belleza. El que hoy es posible disfrutar de nuevo.