Especiales Semana

La crisis de un empate

La causa de esta insólita situación es el de un virtual empate en una elección entre más de 100 millones de votantes.

Horacio Godoy *
11 de diciembre de 2000

Todo el mundo esperaba que las elecciones del martes pasado en los Estados Unidos fueran muy reñidas, sin embargo nadie se podía haber imaginado el extremo en lo que fueron.



El empate es tal que aún no se puede saber quién será el próximo presidente. Inclusive existe una posibilidad real de que dentro de un mes todavía no se sepa. Qué fue lo que pasó y cuáles pueden ser las consecuencias de esta situación tan particular? En el fondo no se trató de una crisis del sistema electoral norteamericano. No se trató de una falla en el conteo de votos, ni de un problema creado por la existencia de un colegio electoral que tiende a alterar las preferencias de los votantes. La causa de esta insólita situación es el de un virtual empate en una elección entre más de 100 millones de votantes.



La diferencia en el voto de ambos candidatos es tan pequeña que cualquier cambio, aún el más mínimo, tiene la capacidad de alterar el resultado final. Y se trata en efecto de variaciones infinitesimales, si se tiene en cuenta por ejemplo que en la Florida la ventaja del gobernador G.W.Bush sobre el vice presidente Al Gore, en el primer conteo, fue de 370 votos entre un total de más de 6 millones de sufragios. De allí las numerosas demandas por recuentos de votos, revisión de los escrutinios, o incluso repetición de los comicios en algunos condados.

En el pasado son numerosos los casos de elecciones donde la diferencia en los votos entre candidatos fueron pequeñas: en 1960 John F. Kennedy le ganó a Richard Nixon por tan sólo 118.000 votos. Carter le ganó a Ford en 1976 por una diferencia de 1’682.790 votos, una distancia relativamente corta e una votación de más de 80 millones. Pero nunca la diferencia de votos había sido tan estrecha como lo actual. Por supuesto, en todas las elecciones existen problemas. Son por lo general fallas producto del alto volumen de votos a contabilizarse, la descentralización del proceso electoral mismo y del afán que existe por dar a conocer los resultados de la manera más rápida posible. Por lo general no se le presta mucha atención a estos errores marginales, que no tienen capacidad de alterar el resultado. Es común que se realicen reconteos de votos en ciertos distritos, pero esto por lo general se considera un problema técnico y no político. En el caso de la Florida por ejemplo no ha habido alegatos por fraude, ni cuestionamientos a la legalidad del proceso electoral.



Las soluciones a la mano para resolver esta situación son de dos tipos: una es que todos jueguen por unas reglas institucionales establecidas en el siglo XVIII, y la otra, la más peligrosa, es que se busque resolver la contienda de una manera mucho más afín con la sociedad norteamericana moderna, o sea a punta de demandas judiciales. Si se deciden por jugar por las reglas, ambos candidatos tendrían que aceptar el recuento realizado en Florida como válido y asumir las consecuencias, aún cuando signifique perder por un margen increíblemente estrecho. Es lo que muchos analistas de Washington están reclamando como condición necesaria para asegurar la gobernabilidad y evitar una crisis institucional.



La segunda estrategia es que los candidatos acudan a los jueces para forzar revisiones de los votos, buscando que este camino les dé el triunfo. En algunos casos los recuentos de los votos han sido ordenados por ley. Es lo que ocurrió en Florida donde la diferencia entre candidatos es menor a la mitad del 1 por ciento de los votos. Pero otra cosa sería llegar a una revisión infinita del conteo de votos que podría llevar a que no haya un resultado definitivo para finales de enero próximo cuando el nuevo presidente debe posesionarse. Esto sí amenazaría con crear una crisis institucional de mayores proporciones.



Pero suponiendo que se declare pronto un ganador, podría surgir una última complicación en el seno del Colegio Electoral. Dada una situación que al parecer dejaría a Gore con un mayoría del voto popular y Bush con una mayoría muy ajustada en el Colegio Electoral (271 a 267), se podría dar el caso de que dos o tres electores decidieran voltearse a votar un candidato distinto al que representan. Si bien esto no suele ocurrir con frecuencia, puede pasar en este caso donde sólo se necesitarían tres para dar vuelta la elección.

El confuso resultado de las elecciones en Estados Unidos ha dado lugar a críticas en contra del sistema de las elecciones indirectas con colegio electoral. Sin embargo, aun cuando éste sistema pueda resultar anticuado y anacrónico, cambiarlo serviría de poco para resolver un impasse como el actual. En realidad el Colegio Electoral contribuye a formar mayorías sólidas donde no las hay al darles sobrerepresentación. El empate ha sido mas bien producto de dos campañas que nunca lograron diferenciarse respecto a los temas más importantes y de un electorado, que conforme con la situación del país, no vio mayores diferencias entre las opciones. Es como la calma que existe en el centro del espectro político, como centro de un huracán en plena formación.

Internacionalista. Actualmente está escribiendo su disertación para el PHD sobre relaciones Colombia-Estados Unidos