Especiales Semana

LA ESTRELLA

Ruddy Hommes arrancó como el más criticado y polémico, y terminó convertido en la figura más significativa del gobierno de Gaviria.

29 de agosto de 1994

Al principio, todo en el era extraño: su nombre alemán, su gordura, sus corbatas de colores pintadas a mano, su monótono timbre de voz y, sobre todo, su manera desparpajada de decir las cosas. Desde el punto de vista de imagen, era el antiministro de Hacienda. Nada en él parecía tener que ver con la tradicional imagen de los discretos hacendistas vestidos de paño oscuro y traje de tres piezas, que contestaban las preguntas de los periodistas con sesudos -y a veces incomprensibles- conceptos y cifras macroeconómicas.
En su primera rueda de prensa, pocos días después de haberse posesionado, Hommes se comprometió al mismo tiempo a bajar la inflación y a bajar de peso. Ambas metas resultaron difíciles de alcanzar, aunque, para ser justos, le fue mejor con la inflación. Pero curiosamente esas intervenciones que al comienzo fueron vistas como salidas de tono y poco serias al provenir del hombre que tenía a su cargo el manejo de la economía del país, fueron poco a poco conquistando a la gente.
Era la primera vez que los colombianos veían en el Ministro de Hacienda a un ser de carne y hueso, francote, que hablaba de los problemas de la economía con el lenguaje de las amas de casa. Con el tiempo le fueron reconociendo otras virtudes. Para empezar, que daba la impresión de saber bien lo que estaba haciendo. Luego, que tenía temperamento y personalidad para aguantar las críticas y para enfrentarse a quienes hasta ahora habían sido los intocables de la clase dirigente nacional: los gremios y los grandes grupos económicos.
Otra sorpresa que dio Hommes fue que resultó un hábil manejador del Congreso. Detrás de su pesada humanidad apareció un animal político que nadie había sospechado en él. Pasó en el Congreso las leyes que quiso, incluyendo dos reformas tributarias y todas las iniciativas base de la apertura económica, las mismas que en otros países latinoamericanos que han recorrido un camino similar al colombiano tumbaron ministros y causaron graves traumatismos políticos y sociales. Todo lo anterior contribuyó, sin duda, a que haya sido el único Ministro que sobrevivió en su cargo de punta a punta a lo largo de la administración Gaviria.
Claro está que también cometió errores, algunos de ellos graves. Abusó de su manía de pelear, y no sólo lo hizo con los críticos de su política sino, en ocasiones, con sus propios colegas de gabinete. Por ello se ganó uno que otro regaño público del Presidente de la República. Abusó también de la alegría y poco rigor con la que los abogados del ministerio a su cargo hicieron esguinces a la Constitución y a la ley para, por ejemplo, cobrar impuestos más altos y por más tiempo del que correspondía en estricto derecho. Esas actitudes le costaron varios rounds con los altos tribunales y hasta una multa de 30.000 pesos que por irrespeto le impuso el Consejo de Estado.
Pero, en resumen, el balance lo favorece, como lo indica el hecho de que una encuesta radial lo ubicó la semana pasada como el segundo Ministro más popular del gabinete, superado sólo por la canciller Noemí Sanín. Un dato excepcional para un Ministro de Hacienda que se caracterizó por todo menos por su populismo. -