Especiales Semana

La guerra perdida

El presidente Lyndon Johnson dio el primer paso para la larga retirada de Estados Unidos de ese país del sureste asiático. Por Juan Carlos Iragorri*

3 de mayo de 2008

Hay fechas clave en los conflictos bélicos y 1968 no fue la excepción. Ese año resultó decisivo en la guerra de Vietnam y constituyó un auténtico punto de quiebre en lo que vino después en el sureste asiático. Se produjo el 31 de marzo, cuando el presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, anunció que iba a suspender los bombardeos en Vietnam del Norte y que no pensaba luchar por la candidatura del partido demócrata y ser reelegido en noviembre para continuar en la Casa Blanca.

El segundo anuncio tenía mucho qué ver con el primero. Como dice el profesor de Oxford John M. Roberts, en su Historia Penguin del Siglo XX, "Johnson había llegado a la conclusión de que Estados Unidos no podía ganar la guerra, por lo cual restringió los bombardeos y les pidió a los vietnamitas del norte que se sentaran a la mesa de diálogo a negociar". Si Johnson pensó que de ese modo podía quedar bien políticamente, se equivocó. Las elecciones de aquel 68 quedaron en manos de un viejo enemigo de los demócratas, el republicano Richard Nixon, y a la postre Estados Unidos salió de Vietnam con el rabo entre las piernas.

La decisión de Johnson también estuvo influida por lo que ocurría en universidades como Berkeley en California y Columbia en Nueva York, cuyos campus hervían de manifestaciones pacifistas y en pro de los derechos civiles. La prensa ponía así mismo en entredicho la política del gobierno, y la opinión pública quedaba horrorizada al enterarse de que sus tropas habían perpetrado la muerte de casi medio millar de civiles vietnamitas en la matanza de My Lai. También estaba impactada por la ofensiva del Tet, que había sido emprendida por los norvietnamitas el 30 de enero de 1968. Fueron ataques coordinados por toda Vietnam del Sur que rompieron el mito de que Estados Unidos estaba ganando la guerra.

La guerra fue una de las peores pesadillas para Washington. El costo, en dinero, se calculó en 210.000 millones de dólares de la época, cifra que en plata de hoy sería seis veces mayor. Mucho peor fue el número de muertes: más de 56.000 soldados estadounidenses perdieron la vida. Para los vietnamitas, las cosas fueron aun más desastrosas. Los Ejércitos de ambos lados de Vietnam del Sur dejaron 200.000 víctimas mortales en el campo de batalla. La contraparte (las tropas de Vietnam del Norte y la guerrilla del Vietcong) se quedó sin 900.000 hombres. Aparte de eso, más de un millón de civiles de ambos bandos corrieron igual suerte. A Estados Unidos nunca le fue bien en Vietnam. Su participación en la guerra empezó cuando terminaban los 50, cuando el secretario de Estado, John Foster Dulles, respaldó al primer ministro de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem, en su negativa a celebrar las elecciones junto con Vietnam del Norte previstas por los acuerdos de paz firmados en Ginebra en 1956. Sin embargo, el primer envío real de soldados (5000.000 hombres) sucedió en 1965, tras el ataque del Vietcong al destructor Maddox.

El ascenso de Nixon al poder en enero de 1969 produjo la primera retirada de soldados norteamericanos y el respaldo al acuerdo de paz suscrito en 1973. Washington quería salir con dignidad. No pudo. Los combates continuaron. Sin más alternativa sobre la mesa y consciente de que el futuro era negro, cortó de un tajo la ayuda a Vietnam del Sur y debilitó al gobierno de Saigón, que estaba al mando de Nguyen Van Thien y que dimitió el 21 de abril de 1975. Nueve días después fue la rendición oficial y un año más tarde, el 2 de julio de 1976, dos países se convirtieron en uno. Saigón fue rebautizada como Ciudad Ho Chi Minh, en honor a quien había dirigido el movimiento independentista contra Francia, y Hanoi se transformó en la capital de todo el territorio. El Norte había vencido.