Especiales Semana

LA HERENCIA DE LOS HEROES

Laura Restrepo analiza y compara las vidas y las muertes de Galán, Jaramillo y Pizarro, y dice que la clave del futuro del país parece estar ahí.

18 de junio de 1990

Llueve a baldados sobre el tumulto de gente que se apiña alrededor de la plaza de Bolivar, esperando turno, clavel en mano, para entrar en el Capitolio, a decirle adiós al candidato asesinado.

-Por que cree que lo mataron 7
-Porque basta con que a uno le gusten para que los maten contesta una señora, que lleva dos horas tratando de entrar.

-Porque era joven y lindo, y hablaba de paz contesta una muchacha que llora y tiene la pestañina corrida.

Se referían a Carlos Pizarro, el último de los caldos en la contienda electoral. Pero bien podrá tratarse de Luis Carlos Galán, ó de Bernardo Jaramillo. El uno era ex guerrillero, el otro liberal, el otro de oposición, y eso los hacía diferentes y políticamente enfrentados. Pero mucha de la gente que esta en la fila se hizo presente en los tres velorios porque siente que se parecían. Minutos después de la muerte del dirigente del M-19, se regó un grafito por las paredes de Bogotá:" Galán, Jaramillo y Pizarro viven". Tres muertos distintos y un solo dolor, una misma expectativa tres veces frustrada.

Un año y medio antes, en el aeropuerto de Bogotá, cayeron al suelo Ernesto Samper y José Antequera, uno al lado del otro, alcanzados por una ráfaga de metralleta miniIngram. Según el informe de balística, de las 13 balas que penetraron en Antequera, quitándole la vida, sólo dos quedaron en su cuerpo. Las otras once lo atravesaron y entraron en el cuerpo de Samper, a quien le llegaron mitigadas por Antequera. Por eso lo hirieron, pero no lo mataron.
Tambien entre ellos dos había diferencias radicales: el uno era líder de la oposición de izquierda y el otro, precandidato presidencial del partido de gobierno. Al uno le dispararon con decisión de aniquilarlo y al otro, probablemente por equivocación, de rebote. Pero los dos fueron víctimas de las mismas balas, salidas de la misma arma, disparadas por el mismo asesino. Otro signo para interpretar.

Ante los ojos de millones de colombianos, Galán, Jaramillo y Pizarro se acercan, asediados por un enemigo comun, caldos del mismo lado de la trinchera, igualados por la muerte. Esta borra los recelos y rompe las desconfianzas entre los seguidores del uno y de los otros dos, y amalgama el significado de sus vidas. Como en este país los hechos van a velocidad supersónica, mientras el discurso político avanza a paso de mula, esta afinidad post -mortem todavía no encuentra palabras para ser explicada, y se traduce en una alianza y un programa.
Pero se expresa en símbolos y en gestos, y se siente latir como el potencial amplio y democrático del futuro.

LOS CABALLEROS DEL CHALECO ANTIBALAS
Vistos en lo que los une, Galán, Jaramillo y Pizarro encarnaron un nuevo tipo de caudillo y una forma inédita de concebir la vida y la política. Se apartaron años luz de la figura del cacique tradicional, cómodo y annipotente.

Hablando de paz y de concordia en medio de su ejército personal de escoltas armados, ellos aparecieron como una extraña versión criolla de los Caballeros de la Mesa Redonda, como carros blindados en vez de caballos y chalecos antibalas en lugar de armaduras. Hace pocos días, Antonio Navarro definía al actual M-19 como "social-democracia acorazada". Por esa misma paradoja histórica, Galán encabezó un liberalismo nuevo que resiste en primera llnea de fuego, y Jaramillo una oposicion pacífica exterminada por la violencia. De un lado de la moneda, Galán, que venía de un pasado de no violencia, aprendió a enfrentar y a desafiar los retos de la guerra. Del otro lado, Jaramillo, que siempre los tuvo cerca, y Pizarro, que se formo en medio de ellos, comprendieron el valor de la paz. Los tres comprobaron en carne propia una lección dura: en Colombia cuesta demasiado caro hablar en serio de ética, de paz o de democracia. Los tres cumplieron con la mejor consigna de la UP: "Por la vida, hasta la vida misma".
Se parecieron también en cosas más triviales, como su juventud, su pinta telegénica y su ritmo cinematográfico. Sus vidas como dijo Pizarro fueron "una buena película de suspenso". Y se parecieron, sobre todo, en lo que es elemental, pero clave: fueron hombres buenos, desmintiendo la verdad de Jorge Luis Bages, para quien es más raro un político bueno que un centauro.

El senador Iván Marulanda, amigo personal de Galán y único superviviente -a pesar de varios atentados contra su vida de la dirección historica de su movimiento, explica:
"Nosotros seríamos muy distintos en otras circunstancias, si no nos hubieramos formado en los contratiempos de la amenaza de muerte. Eso nos convirtió en otro tipo de ser humano. Siempre detestarnos la violencia y no nos hubieramos colocado voluntariamente en un papel de riesgo. No buscamos un destino trágico, pero hemos tenido que hacerle frente.
Es una realidad curiosa, siendo el Nuevo Liberalismo un proyecto pacifista, democrático, liberal, con muchos vínculos con el establecimiento, y que sin embargo surgio y se desarrollo como corriente signada por la desgracia física, por la muerte, por la violencia"

Su suerte quedó echada en 1982, el día en que descubrieron a que negocios se dedicaba un señor llamado Pablo Escobar, que apoyaba la candidatura de Galán en Antioquia, y desautorizaron sus listas. El primer campanazo sobre las dimensiones monstruosas de la guerra que habían casado contra el narcotráfico, lo tuvieron en 1984, cuando los asesinos de la moto acabaron con el ministro Rodrigo Lara. Despues de el, muchos otros galanistas quedaron en el camino. Otros sobrevivieron a los atentados, pero como los vaqueros del oeste: con el cuerpo mordido por el plomo.

Si Galán se templó en la guerra contra el narcotráfico, Pizarro y Jaramillo fueron los mejores hijos del proceso de paz, entre el gobierno de pa,. entre el gobierno colombiano y los alzados en armas. Un proceso desgarrado y terrible, pero deslumbrante y magnífico, que fue sonado por Jaime Bateman y al que le abrieron las puertas -con todo y vacilaciones y errores los presidentes Betancur y Barco. Y que fue hecho realidad -con todo y vacilaciones y errorespor el M-19 y por la Unión Patriótica, al costo incalculable de la vida de casi todos sus dirigentes y de cientos de sus militantes.

El M-l9, que con el fuego del Palacio de Justicia había quemado sus posibilidades políticas, las volvió a abrir con el fuego del horno en que incineró sus armas, y se entregó de lleno a la política legal. La Unión Patriótica, sometida a una trágica saga de exterminio que la llevó hasta el propio borde de la desaparición, se quedó sin candidato para reemplazar a Jaramillo, pero sigue presente en la campaña electoral a través del apoyo a Navarro.

EL RITO CIRCULAR
Aunque las probabilidades de sobrevivir eran escasas para Galán, y casi nulas para Jaramillo y Pizarro, los tres enfrentaban el hecho sin algarabía. "Luis Carlos nunca quiso hablar de su muerte -dice su copartidario Patricio Samper, el hombre que lo asistió en sus ultimos minutos-, en cambio le encantaba hablar de su vida. Era de esas personas a las que uno les pregunta por teléfono, que has hecho? " y le cuentan todo".
Bernardo Jaramillo se permitía soñar entrañables sueños de niño, aun despues del asesinato de 1.044 de sus compañeros, y sabiendo que el blanco principal era el: "Que es lo que más deseo"? Tal vez caminar sin escolta... Comerme un helado en la calle y sentarme en el banco de un parque. Horas antes de su muerte, Pizarro vislumbraba la posibilidad de un Estado y unas Fuerzas Armadas democraticas, al lado de las cuales pudieran colocarse los ex guerrilleros y el pueblo para detener la masacre:
"Al borde del abismo, la nacion colombiana hace un alto. Empezamos todos a defender la vida, la muchedumbre de la vida, que somos la inmensa mayoría".

En otras latitudes los políticos amenazados recurren al exilio, al retiro, a la clandestinidad. Aquí no; la muerte es uno de los gajes del oficio.
Ernesto Samper cuenta que pudo administrar el miedo cuando asumió lo que le dijo su medico despues del atentado: "A usted lo van a volver a matar. Si no se convence de eso, no puede hacer política en este país". Galán, Jaramillo y Pizarro optaron por jugarse hasta las ultimas consecuencias en la lucha a pecho descubierto por la no violencia. Porque en Colombia se ha abierto paso a una resistencia cívica y pacífica muy valerosa y muy porfiada, gandhiana, tenaz hasta más alla de la muerte.

El general Miguel Maza Marquez -contra quien han atentado con 2.300 kilos de dinamita es quien pone los escoltas para los candidatos.
Son muchachos que antes se hubieran tiroteado contra los dirigentes guerrilleros, y que ahora arriesgan el pellejo por cuidarlos. Comparten su intimidad jugando desveladas partidas de póker -como hacían con Bernardo Jaramillo y terminan por trabar con ellos fuertes lazos de afecto. Cuando le anunciaron a uno de los escoltas de Pizarro que este había fallecido, disparó al aire rafagas de metralleta, se tiró al suelo de rodillas y se puso a llorar. Pero este síndrome de Estocolmo entre agentes del DAS y ex guerrilleros no fue suficiente protección contra las balas, y a pesar de que los guardaespaldas se contaban por cuadrillas, y los enjambres de motos y carros blindados colapsaban el tráfico, poco pudieron hacer contra la magnitud de los ataques y la decisión suicida de los sicarios.

Tras la muerte de los candidatos, siguió, sin dilaciones, la transmisión del cargo. El general Maza comenta:
"Cuando uno cae, inmediatamente aparece otro que pone la cara por él.
Para mi eso es valor. Es señal de que la guerra se puede ganar"

La candidatura y el, triunfo asegurado de Galan, quedaron en manos de César Gaviria, a quien le entregaron, en un solo paquete, la garantía de ser Presidente de la Republica y la condena de muerte que había pesado sobre su antecesor. Como aceptó recibir ese cuchillo de doble filo, hoy, en plena campaña electoral, se parapeta por las noches en un apartamento enteramente blindado y madruga a torear los peligros mortales de la plaza pública.

Bernardo Jaramillo le habra dado continuidad a la candidatura presidencial de Jaime Pardo Leal, su maestro, asesinado en la contienda electoral de 1986. La de Carlos Pizarro fue asumida por Antonio Navarro, a quien hace cinco años le pulverizaron una pierna con una granada, cuando andaba desarmado, encabezando el diálogo durante la pasada negociación. Navarro resucitó entre los muertos para volver a insistir en la paz, porque creía -segun sus palabras que había que "ponerle fin a unas guerras infinitas que no las gana nadie .

En los lugares de los magnicidios se repiten escenas épicas, que corroboran el titular de un diario madrileño: "Colombia, la democracia más valiente del mundo". Mujeres con un valor y un amor sobrehumanos, como Laura, la compañera de Pizarro, que apartó con su mano la mira del Galil con que le apuntaron a el, por entre la ventanilla del carro, hace seis años, el día de la firma de paz con el ex presidente Betancur. A ella le volaron cuatro dedos, pero logró que a él la bala no le entrara en el corazón, sino en el hombro izquierdo. O como Jacquin de Samper y Mariela de Jaramillo, que se arrojaron sobre los cuerpos de sus maridos para cubrirlos y protegerlos con los suyos, de la lluvia de balas. Políticos que se salvan de atentados y secuestros, para seguir en la brega. Dice Ernesto Samper, recordando sus días de agonía: "Veía la vida allí afuera, como si fuera algo ajeno, pero que a ratos me hacía el favor de llegarme por poquitos, y yo la aplaudía cuando la sentía venir.

La muerte que acompaña a la actividad política, le cambió el sentido a los lugares familiares. El Capitolio, donde Galán, Jaramillo y Pizarro debían estar sentados en escaños, se convirtió en funeraria y los acogió estirados en ataudes. El aeropuerto y la plaza publica se volvieron altares de sacrificio. Desde el cementerio se lanzaron las nuevas candidaturas: allí acudían los periodistas para enterarse del reemplazo del recien caído. Los velorios y los entierros, que duraron varios días y congregaron muchedumbres por todo el país, se convirtieron en la forma de movilización masiva de los colombianos.

EL TESTAMENTO
El duro tránsito a través de las violencias cruzadas esta sacudiendo las costumbres políticas del país. El elector colombiano ha pasado de votar por el cacique que le prometía recebo para llenar los baches de su calle, a apostarle a intangibles, como el futuro que ofrece el heredero de un muerto. O el brindis de paz de un guerrillero que baja desarmado del monte.
O una palabra, "Constituyente", que hasta hace poco había que buscar en el Pequeño Larousse para saber que significaba. De golpe, Colombia paso del gamonalismo a la metafísica, del bipartidismo a la poesía, y es en el legado personal y político de los tres candidatos asesinados, donde parece encontrarse la materia prima para llenar de hechos y contenidos este ventarrón de renovación.

De Luis Carlos Galán quedan para el futuro: su talla de estadista en empaque de tipo sencillo; su pelea contra maquinarias, corruptelas y varones electorales; su guerra contra el narcotráfico; su convicción visceral de que hay que ser recto y condenar los comportamientos inconstitucionales o inmorales, porque la ética no es desechable ni biodegradable.

De Bernardo Jaramillo quedan: su encanto viril y campechano; su empeño en los derechos humanos y sindicales; el don de hablar sin engañar: cuando dijo pan no quiso decir vino, y cuando dijo no a la lucha armada quiso decir exactamente eso; su valor para denunciar; sus ganas de una vida equitativa y digna para todos los colombianos.

De Carlos Pizarro quedan: su belleza legendaria; su convicción democrática; su empeño en sacar al país del siglo XIX, y empujarlo hacia el siglo XXI; su comprensión final de que no basta con repudiar los horrores de la guerra, sino también la alegría de la guerra, que es -segun explicó el sabio Estanislao Zuleta "la seguridad malsana que produce ser íntimo amigo de los amigos y acerrimo enemigo de los enemigos, en vez de abrirse a la posibilidad inquietante de tolerar y comprender al que piensa y actua distinto".
Se puede lanzar una predicción sibilina, confiando en que en este insondable país de la sinrazón, un oráculo en noche de luna llena tal vez resulte más científico que las cifras de las encuestas electorales: el verdadero liderazgo de Colombia, el que la rescate de la miseria y de la guerra y le abra las puertas del futuro, estará en manos de quien sepa recoger -olvidandose de viejos odios y sectarismos de partido el legado conjunto de los tres candidatos asesinados. La herencia de los tres muertos-heroes, como dijo en su columna Arturo Guerrero, "vigilan con un ojo alelado ante la maravilla del misterio y otro pegado a este país donde sus ideas se convertirán en fuerza. Vigilancia suprema capaz de concitar a un pueblo que está aprendiendo su lenguaje de los muertos para descifrarlo en dicha en el próximo milenio.-

"VA GANANDO LA DEMOCRACIA"
CESAR GAVIRIA
L.R. -Que herencia común dejan Galán, Jaramillo y Pizarro ?
C.G. -Los tres encarnaban una actitud de verdadera renovación, Galán dentro del liberalismo, Jaramillo dentro de la izquierda y Pizarro dentro de la guerrilla. Además, los tres estaban afirmados en un proyecto democrático, eran expresiones de la convergencia que se vive, de la voluntad de una convivencia democrática.

L.R. -Que urgencias le plantean los asesinatos de dos de sus contendores electorales?.
C.G. -Hay que empezar por aclarar cosas claves, como quien mató a Jaramillo, quien mató a Pizarro, para saber quien es el que esta disparando contra la democracia.
De dónde vienen los tiros?. Sólo así se podrá saber quien es el principal enemigo. En el país hay una real confrontación entre la vía democrática y la vía armada. Hay un sector grande y fuerte que ha optado por la vía annada, pero la gran mayoría se expresa por la democracia. Hay que identificar a los que se necesitan que se imponga la violencia, para que se cohesione una poderosa reacción contra ellos.

L.R. Que se sabe acerca de la identidad política, o sicológica, de ese enemigos
C.G. -Sabemos que sabe que no hay sociedad que resista un magnicidio al mes, porque llega un momento en que no da más.
Sabemos que no reivindica sus acciones. En todas partes del mundo, los actos terroristas son reivindicados.
Tienen un fin político y por tanto tienen una autoria. Aquí no, aquí quieren imponer un plan de desestabilización de la democracia con un caracter muy silvestre, con un interes principal, que es que la gente se confunda. No quieren que la sociedad los identifique, para que no se cohesione contra ellos. Ocultando la cara, quieren crear un clima de recriminaciones mutuas dentro de la propia sociedad, generar un confuso debate interno que a ellos les permita actuar libremente.

Sabemos que tienen bien claras ciertas ideas: que el poder de la democracia es contrario a sus intereses. No quieren un gobierno democrático, porque saben que aunque las instituciones del país sean débiles, han demostrado ser más fuertes que ellos.
L.R. Quien va ganando, la democracia, o los que la atacan 7
C.G. -La democracia. Ha sido tal la cantidad de abusos que la gente ha padecido, que se desprestigiaron todos los que cometen abusos, y surgió un fuerte sentimiento de antiviolencia.

Hoy el movimiento de opinión es muy generalizado, cubre todo el país. Aquí todo el mundo se volvió opinión. Y lo que esa opinión siente, es que en medio de la terrible situación de violencia, la democracia no ha retrocedido.

Demostración de que esto es así, y de que los diversos partidos democráticos no se han dejado confundir, es que esta campaña electoral no ha sido agresiva. Habiendo representación de tantos sectores, ha tenido un gran nivel humano. Mire: faltan pocos días para las elecciones, y sin embargo no hay agravios. Eso sucede porque entre los candidatos hay una gran identidad de propósitos en lo que se refiere a la defensa de la democracia. Tome,lo que digo yo, lo que decían Jaramillo y Pizarro, y no encontrara demasiadas diferencias.
Todos hemos entendido que la gran contienda no es entre nosotros, sino contra un enemigo externo que nos amenaza a todos, porque ve en las elecciones la representación de la democracia.

Usted me preguntaba que sabemos de esos enemigos. Lo más importante es que sabemos en que se han equivocado: no imaginaron que el país tuviera tanta capacidad de reacción. La democracia aguanta más de lo que creyeron; la gente le tiene más aprecio, y esta más dispuesta a defenderla, de lo que calcularon.