Especiales Semana

La importancia de llamarse ISA

No satisfecha con los buenos resultados por su expansión en los países andinos, la empresa energética más grande de Colombia busca los mercados de Mercosur y Centroamérica, y apostarle al negocio del gas.

22 de abril de 2006

El ingeniero chocoano Miguel Ángel Luna ha decidido no trabajar más. Escogió el jueves 25 de mayo como su último día en las instalaciones de Interconexión Eléctrica S.A. (ISA). Dice que 35 años de labores son suficientes, sabe que lo ha dado todo y que la empresa, también, se lo ha entregado todo.

Una simple conversación con Miguel Ángel está llena de palabras especializadas: voltaje, transmisiones, kilovoltios, circuitos... Le cuesta disimular que su historia es, a su vez, la historia de la empresa líder en el negocio de transporte de energía y telecomunicaciones en Colombia y en la Región Andina. Una historia marcada por grandes retos, algunas crisis y, con 39 años de funcionamiento, muchas aspiraciones.

Él recuerda, por ejemplo, que recién ingresó a la compañía en 1971, su primera tarea fue la primera gran obra que construyó ISA: interconectar los sistemas eléctricos de Antioquia, Valle y Cundinamarca con el departamento de Caldas. Desde ese momento Colombia comenzaría a asistir al surgimiento de enormes centrales de generación y de líneas de alto voltaje. Lo que en otras palabras significa la conformación del sistema eléctrico del país.

Esos primeros años estuvieron marcados por un claro entusiasmo de crecimiento. Proyectos como Guatapé II, Chivor I, San Carlos I o el Guavio daban muestra de las grandes inversiones que se estaban haciendo para generar, transmitir y distribuir la energía por todo el país. Sin embargo, los elevados niveles de endeudamiento externo del sector eléctrico se convirtieron en la principal preocupación de las autoridades económicas. Esto atrasó la construcción de nuevas plantas que, sumado a la crisis financiera y al fenómeno de El Niño a principios de los 90, provocó el más prolongado apagón de la historia del país.

Durante 13 meses, entre el 2 de marzo de 1992 y el 1 de abril de 1993, los colombianos vivieron casi en las tinieblas y los 780 empleados de ISA en el infierno. O por lo menos, así lo recuerdan algunos de ellos que les cuesta borrar de su cabeza las palabras del presidente de entonces, César Gaviria, cuando al referirse a ISA la comparaba con un nido de corrupción. O cuando al hacer el balance de su gestión ante la opinión pública, decía que lo peor de su gobierno había sido la huida del capo del narcotráfico, Pablo Escobar, de la cárcel La Catedral de Envigado y la crisis de ISA.

Después apareció el renombrado escándalo de las barcazas que terminó de hundir el prestigio de la compañía. Salieron tres gerentes de la mesa directiva e ISA estaba quemándose en el infierno. Hasta ese momento los colombianos del común habían escuchado poco o nada sobre ISA, y a partir de esos primeros años de los 90 se convertiría en una de las empresas más nombradas del país. Claro, nombrada para mal.

El renacimiento

La necesidad de cambio tomó fuerza y el gobierno decidió comenzar por la cabeza. ¿Quién asumiría la gerencia de una compañía en crisis? Barajaron las hojas de vida de reconocidos empresarios de todo el país hasta seleccionar la de un ingeniero civil de Bogotá. Un ingeniero con 17 años de experiencia en ISA y por el que nadie apostaba un solo peso. Y no lo apostaban porque, simplemente, nadie sabía que, días antes, él había mandado la hoja de vida sin consultarle a nadie. Ni su familia ni sus amigos estaban enterados. "No quería que pensaran que yo estaba loco", dice Javier Gutiérrez, gerente general de ISA.

El sábado 7 de noviembre de 1992, tres días después de su nombramiento, el gerente reunió a todos los trabajadores de la empresa. Las caras de desconcierto y sorpresa eran el común denominador en el auditorio. Les costaba creer que su nuevo jefe era el compañero de oficina de días antes. La única petición que les hizo el ingeniero Gutiérrez fue que lo apoyaran en la tarea de sacar a ISA del atolladero. Y a juzgar por los resultados, fue una petición bien atendida.

El nombramiento de Gutiérrez coincidió con la introducción de las nuevas leyes de Servicios Públicos y Eléctricos de la Constitución Política de 1991. Estas leyes dieron un vuelco al mercado energético y permitieron no sólo enfrentar con éxito el otro fenómeno de El Niño de 1997, sino que hizo posible liberar al Estado de la obligación de realizar cuantiosas inversiones en la construcción de nuevos proyectos de generación. Y a todo esto se le agregó la necesidad de expansión, de mirar hacia otros mercados y de prepararse frente a la competencia.

ISA para todos

¡Capital! Esa era la palabra clave para lograr todos los objetivos de expansión y de incursión en los nuevos mercados. Se necesitaba mucho dinero, contante y sonante, para convertirse en la multinacional que es hoy.

Surgió, entonces, la idea de incursionar en el mercado accionario y permitir que cualquier ciudadano pudiera acceder a ellas. Fue así como el 9 de febrero de 2001 ISA se convirtió en la primera empresa de servicios públicos inscrita en la Bolsa de Valores de Colombia. Resultó tan atractiva la cifra de 850 pesos por acción que la compañía pasó de siete a 63.000 socios.

Ha sido un éxito total. Las dos emisiones del Programa 'ISA Acciones para Todos' permitieron que más de 90.000 ciudadanos e inversionistas institucionales ingresaran a la compañía, lo cual le significó ser la empresa con el mayor número de accionistas en el país. Así mismo, el programa posibilitó la venta de 235 millones de acciones que permitieron el ingreso a la sociedad de 228.000 millones de pesos.

Cinco años después, los accionistas minoritarios de ISA representan el 28,19 por ciento de la propiedad de la compañía, su título se ha valorizado en 500 por ciento y es uno de los de mayor movimiento en el mercado accionario.

Hay un hecho curioso dentro de la iniciativa 'Acciones para Todos'. Nadie se esperaba que personas de los estratos más bajos estuvieran interesadas en comprar acciones. Hoy representan el 30 por ciento de los socios minoritarios y para darse cuenta de lo que significa democratizar una empresa, sólo hace falta asistir a una asamblea general de ISA. Es un desfile de propuestas, peticiones e iniciativas que pueden ir desde la lectura de un poema hasta el grito de una consigna en contra de la guerrilla: "Porque ISA es del pueblo, no del gobierno. No más voladura de torres".

Otros accionistas recurren a cartas manuscritas para pedir empleo para sus hijos o, como en el caso de María Purificación Bautista del barrio Patio Bonito de Bogotá, para pedir auxilio después de perder su casa en una inundación.

Son muchos los casos que ejemplifican cómo ISA ha tenido que moldear su estilo de trabajo recurriendo, por ejemplo, al Código de Buen Gobierno para responder a sus miles de asociados. Gracias a ellos y a las transformaciones que se han producido en los últimos cinco años, Interconexión Eléctrica S.A. ha realizado inversiones por 770 millones de dólares en la comunidad andina y en Centroamérica. Además de crear las compañías de Internexa, ISA Perú, Red de Energía del Perú (REP), Flycom Comunicaciones, ISA Bolivia y XM Compañía de expertos en mercado.

La era de ISA

Faltan pocos días para que se jubile Miguel Ángel Luna, el empleado más antiguo de ISA. Y, a pesar de eso, el ingeniero no está muy ansioso. Su vida está enmarcada por la historia de la compañía. Lo único que lamenta, dice Luna, es irse en una de las etapas más prósperas de Interconexión Eléctrica S.A.

Hoy Colombia cuenta con uno de los mercados de energía más sofisticados de América Latina. La Bolsa de Energía de ISA, por ejemplo, es un sistema electrónico en el que interactúan más de 122 comercializadores y 63 generadores y permite distribuir la oferta de una manera más eficiente. Uno de los grandes alcances de esta aplicación es la exportación de energía a países vecinos.

Dentro de los planes de expansión nacional e internacional de ISA hay interés por participar este año en las licitaciones para ejecutar 19 proyectos en todo el continente americano, que mueven una inversión de 3.500 millones de dólares. Dentro de ellos está la privatización de Ecogás y licitaciones en telecomunicaciones y transmisión de energía en Brasil, Perú, Ecuador, Panamá y Bolivia.

Si gana algunos de esos negocios ISA requerirá capital. Por ello, hace un mes la asamblea de accionistas autorizó a la junta directiva para que emita, de acuerdo con las necesidades, bonos y acciones en Colombia o en el exterior, por valor de 300 millones de dólares.

Los empleados de ISA son optimistas frente al futuro de la empresa. No importa si se trata del ingeniero Luna que reparó durante tantos años las torres de energía que dinamitan la guerrilla, o si es una administradora de la recién creada Mesa de Dinero o de Adolfo Torres, un técnico de la compañía, quien fue víctima hace menos de un mes de una mina antipersona mientras trabajaba. Todos sienten a ISA como suya y saben que ese nombre seguirá -con alto voltaje- expandiéndose por todo el continente en busca de nuevos negocios.