Especiales Semana

La mala hora

Una coyuntura histórica adversa le puso una zancadilla a la mujer que más lejos ha llegado en la historia política de Colombia.

20 de mayo de 2002

Todas las personas que quieren elogiar a Noemí Sanín le dicen invariablemente que ella tiene el mejor programa, el mejor equipo y el mejor vicepresidente. De seguro no se lo dirían si tuvieran claro que ese es el comentario que más la indigna. Porque si todo lo que rodea su candidatura es lo mejor su descenso continuado en las encuestas sólo puede tener dos explicaciones: la candidata o el machismo de los colombianos. Sin duda alguna habrá debate para largo sobre este interrogante.

La campaña de Noemí Sanín tuvo fallas serias. En términos ideológicos lo que ella denominó el “extremo centro” no funcionó. El electorado en esta oportunidad no quería moderación. Por primera vez en la historia contemporánea el péndulo se movió hacia la derecha en forma mayoritaria. Frente a este estado de ánimo nacional las posiciones equilibradas de ella parecían débiles.

Pero sus problemas no sólo fueron ideológicos sino políticos. Sin duda alguna el mayor desacierto de sus asesores fue hacerla romper con el Partido Conservador. A los colombianos les gusta la independencia en abstracto pero las realidades políticas obligan a los candidatos a tener algún tipo de organización electoral. Alvaro Uribe se presentó como independiente pero su pasado en el oficialismo liberal le permitió quedarse con más de la mitad de la maquinaria de esa colectividad. Noemí hubiera podido hacer lo mismo con los caciques conservadores, los cuales hasta último momento estuvieron dispuestos a apoyarla. Pero en su búsqueda por la independencia acabó quedando huérfana. Y no sólo huérfana sino con enemigos tan fuertes como el Presidente de la República, que no escatimó esfuerzo para cerrarle el paso. La fallida candidatura de Juan Camilo Restrepo tenía en su origen una sacada de clavo de Andrés Pastrana. Y la víctima de todas estas rivalidades y fricciones no fue sólo Noemí sino el Partido Conservador, que dejó prácticamente de existir.

Finalmente lo que más daño le hizo a Noemí fue la imagen que proyectó a través de los medios de comunicación. En la campaña presidencial de 1998 su mayor activo era la credibilidad de su mensaje. Este era muy sencillo: si no le gustan ni Pastrana ni Serpa vote por Noemí. La idea era simple y concreta. En esta campaña, en cambio, no se supo muy bien cuál era el mensaje. Su programa del empleo, asunto que en las encuestas se registra como la mayor preocupación de los colombianos, no caló. El único tema que en la actualidad interesa es la guerra y la paz. Y en ese frente Uribe se identificó con la mano dura, Serpa con la mano tendida y Noemí se quedó con las manos limpias.

Las manos limpias la habrían llevado a la Presidencia si la obsesión del momento en el ambiente nacional fuera la corrupción. Si ese hubiera sido el tema central de la campaña su condición de mujer la habría favorecido. Pero el centro ha sido la guerra y para esos menesteres primó la idiosincrasia machista de los colombianos. Pero una derrota ahora no es el fin de Noemí Sanín. Le fue mal pero tiene condiciones enormes. Su inteligencia, su experiencia, su carácter y su capacidad de trabajo no pueden ser neutralizados por un resultado electoral en una coyuntura adversa. Es muy probable que dentro de poco tiempo esas sean las condiciones que los colombianos reclamen. No habría que sorprenderse que antes de que termine el próximo gobierno el péndulo de la opinión pública se incline hacia Noemí Sanín.



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