Especiales Semana

La noble UE

Mantener las monarquías en un continente líder en progreso y modernidad podría parecer anacrónico, pero su gran tradición justifica su permanencia.

27 de julio de 2003

Tras siglos de guerras intestinas, revoluciones y transformaciones la Unión Europea (UE), que ha logrado crear un impresionante modelo de integración y desarrollo, no ha podido dejar una tradición que parecería anacrónica para los tiempos que vive: las monarquías. De los 15 países que conforman la UE siete conservan todavía un sistema monárquico, así la nobleza de hoy tenga un reducido papel político. Con un sistema parlamentarista, son los últimos en el proceso legislativo y, en la mayoría de los casos, se limitan a realizar labores protocolarias. Hasta tal punto llega su situación que, constantemente, son considerados un elemento netamente decorativo. Sin embargo la nobleza sigue teniendo vigencia dentro de estas sociedades. Al hacer parte de sus raíces y de su cultura la permanencia del rey como jefe de estado se fundamenta en la historia. "Por razones políticas se podría prescindir de las monarquías, sin embargo su importancia histórica hace que difícilmente se pueda abolir su permanencia, pues sería desechar una parte importante de su pasado", dice Muriel Laurent, profesora de historia de la Universidad de los Andes. La función simbólica ha reemplazado la relevancia política de otros tiempos. Por estos días el monarca resulta clave para mantener la unidad de la nación. Son los casos de Bélgica y Luxemburgo, países pluriculturales que encuentran su cohesión alrededor del Rey. El reciente matrimonio del príncipe Philip de Bélgica, los diferentes nacimientos y las demás noticias reales reúnen a los ciudadanos y logran que, a pesar de sus diferencias, se sientan parte de la misma nación. Debido al gran interés que despiertan las casas reales su popularidad depende de su 'buen comportamiento'. Así la nobleza española, en la que escasamente salen a relucir escándalos, es una de las más aceptadas por los ciudadanos. Y la británica, una de las que más hace conocer su vida privada, parece una montaña rusa. En la época de la princesa Diana estuvo en una de sus cúspides más altas mientras que ahora, después de revelar las exorbitantes cifras de los gastos reales, su popularidad se encuentra en declive. El mayor esfuerzo de las monarquías actuales está, entonces, concentrado, así a veces no lo parezca, en mantener su buena imagen para conservar la aceptación del pueblo y lograr ser un símbolo de unidad.