Especiales Semana

LA NOCHE DE LOS MOSQUITOS FRIOS

Invadida Bogotá por desesperante plaga de insectos.

29 de abril de 1985

¿Cuántas veces no le ha sucedido a usted que, habiendo acabado de apagar la luz, de echarse encima las cobijas y de acomodar la cabeza sobre la almohada, un zumbido amenazador pasa rozándole el oído como presagio de una larga noche en vela?
Si usted vive en Bogotá, esta tortura habrá sido casi una rutina durante estos últimos días. Y seguramente lo habrá comentado con varias otras personas que están en las mismas circunstancias. ¿Qué está pasando? Simple y llanamente, que nos invadieron los zancudos. Sin embargo, de acuerdo con los científicos, no se debe hablar de invasión sino de explosión, y no de zancudos sino de mosquitos. Esto último, porque los zancudos tienen patas largas y no pican.

CALDO DE CULTIVO
Luis Bolívar, jefe de la división de saneamiento ambiental del Distrito consultado por SEMANA, afirmó "realmente se ha detectado una proliferación de mosquitos en Bogotá debido a efectos climáticos, porque la temperatura acelera el desarrollo de los huevos que se depositan en el agua estancada".
Aunque el fenómeno se ha registrado en toda la ciudad, se han escuchado especiales quejas de habitantes de algunos barrios situados al norte de Bogotá, que de alguna manera caen en la zona de influencia del nuevo puente elevado de la 116, o de los terrenos del antiguo Canódromo, donde se están removiendo tierras para la construcción de nuevas urbanizaciones. Aunque en principio podría sonar poco verosímil explicar la actual plaga de mosquitos a partir de la construcción de un puente o de una nueva urbanización, la cosa tiene su lógica, y la explica así el entomólogo Rubén Restrepo, de la Universidad Nacional: "en la explosión de mosquitos influyen no sólo las condiciones climáticas (humedad y lluvia), sino la creación de ambientes propicios para el desarrollo de estos insectos. Hemos atravesado por una época de intenso verano, pero también se han presentado lluvias esporádicas y, especialmente en el sector norte, por razón de remoción de tierras para obras de infraestructura, se crean muchos charcos y lagunas que facilitan el paso de la etapa de larva y pulpa a mosquito adulto".
El problema, sin embargo, no parece ser más grave que el de las noches de insomnio y las molestas ronchas de la mañana siguiente, porque estos mosquitos sólo "suenan" y pican, pero no son transmisores de enfermedades como el dengue, el paludismo o la fiebre amarilla, comúnmente transmitidas por los mosquitos de tierra caliente.
Biológicamente hablando, estos mosquitos de tierra fría son del mismo orden del jején, los moscos y las moscas comunes aunque de diferentes familias, lo que los hace poseedores de algunas peculiaridades. Su ciclo de vida es relativamente corto, 3 a 4 meses. La que pica es la hembra, que es hematófoga, es decir, que se alimenta de sangre. El macho, más sofisticado, prefiere alimentarse del néctar de las flores. Y como dice el refrán, eso de que "no hay cuña que más apriete que la del mismo palo", las mosquitos hembra prefieren atacar a las mujeres. De todos modos, anota el doctor Rubén Restrepo, "hay personas a las que estos mosquitos prefieren picar más que a otras, dependiendo de su bioquímica. Por eso en muchas ocasiones la picadura en algunas personas no pasa de una simple erupción en la piel, mientras que en otras se forman ronchas y se inflama el lugar afectado".
Durante el día los mosquitos se refugian en los resquicios de los muros y entablados, y en las plantas ornamentales. No les gusta la luz y el calor, y atacan de noche.
El agrónomo Alí Gutiérrez contó a SEMANA que los sembradores de arroz del Tolima utilizan con buenos resultados la siguiente fórmula: cortar las cáscaras de una naranja, ponerlas al sol para secarlas y luego quemarlas, pues el humo de esta combustión ahuyenta los mosquitos. Sin embargo, aquellos a quienes la fórmula anterior parezca demasiado primitiva, siempre tienen la posibilidad de dormir al amparo de toldillos, o recurrir al supermercado en busca de insecticidas que son efectivos aunque tienen cierto grado de toxicidad, o de modernos dispositivos japoneses que, enchufados a la pared, no huelen, no combusten, no suenan, pero hacen desaparecer como por arte de magia los mosquitos. Y permiten lo que todo ser humano, después de una agotadora jornada de trabajo, quisiera tener derecho de hacer: pasar una buena noche.