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La pandilla estrato seis

Los cuatro muchachos de aspecto “bien” parecen no darse cuenta de la gravedad de lo que hicieron. A diferencia del mayor, que es el que más carilargo se vé, los otros tres hacen bromas y han tomado la cosa bastante suave. Sus edades oscilan entre 16 y 23

10 de abril de 2000

Los cuatro muchachos de aspecto “bien” parecen no darse cuenta de la gravedad de lo que hicieron. A diferencia del mayor, que es el que más carilargo se vé, los otros tres hacen bromas y han tomado la cosa bastante suave. Sus edades oscilan entre 16 y 23 años y viven en El Poblado, exclusivo sector de Medellín. Fueron detenidos el pasado 10 de diciembre después de atracar dos estaciones de gasolina en su barrio. El menor de edad ya está libre.



Según la policía, estos muchachos estaban acostumbrados a hacer lo mismo desde hacía varios meses. Los testigos que los reconocieron dicen que entraban a la estación y amenazaban con un revólver al bombero para que les diera el dinero. En la última de sus travesuras, el toyota Cresia azul oscuro en que viajaban fue interceptado por una patrulla que buscaba un auto con esas características. El expediente dice que les encontraron 800 mil pesos en efectivo y no estaban armados. Ninguno tenía antecedentes y sus papás ignoraban lo que hacían.



“Lo más duro fue pasar el fin de milenio encerrados”, dice el chico de 21 años quien estudia mercadeo en una reconocida universidad de la ciudad. Practica deportes extremos como el parapente y las carreras de velocidad en bicicleta. “Cuando uno delinque lo hace por pura adrenalina, por el vértigo que se siente. Nos gusta las emociones fuertes”, dice sin tapujos.



Por su parte, el mayor de todos afirma que “nos conocemos desde hace tres años por amistades de la calle. Nos pillábamos los fines de semana y salíamos a lugares de Las Palmas, Envigado y Llano Grande. A mí me toca rebuscarme para pagar mis cosas porque soy huérfano de padre”.



El chico de 21 años, quien tiene grandes cicatrices en su brazo y pie derechos de un accidente en moto, cuenta que cuando los cogieron ya había ingerido media de éxtasis y seguían a gran velocidad una caravana de amigos. “Ese día mi hermanita me tenía el carro y salimos en el de otro amigo”.



En las rumbas no bebemos sino brandy y whisky. Nos gusta la ropa ancha, los tatuajes y, de vez, en cuando los aretes. La música que oímos es el trance, la salsa y el rap. Nuestros amigos están en Envigado y El Poblado”, señala el de 20 años, quien estudia Finanzas Internacionales en otra conocida universidad de Medellín. Vive con sus papás y cuenta que ha llorado en el calabozo de tristeza pues “a mi familia le ha dado muy duro lo que está pasando”



Según la Policía Nacional “las pandillas de estratos más elevados llegan a actividades delictivas -lesiones y homicidio en accidente de tránsito, hurto o agresión- por el simple placer de experimentar emociones fuertes. Se caracterizan por el consumo de estupefaciente y por agredir a otras personas como homosexuales y prostitutas como resultado de su intolerancia”.



Aunque es un fenómeno que no ha sido investigado, se sabe que, poco a poco, ha ido en aumento en casi todas las ciudades, en donde ya se presentan enfrentamientos entre pequeños grupos de jóvenes de diferentes colegios.