Especiales Semana

La responsabilidad ética del empresario: invertir

El líder empresarial debe preocuparse de que el país esté bien para que a su compañía le vaya bien.

Oscar Ivan Zuluaga
8 de enero de 2001

Colombia esta en crisis” parece ser la frase alrededor de la cual hay consenso absoluto. Vivimos una época de grandes dificultades económicas, sociales y políticas que están deteriorando sensiblemente valores como la identidad nacional, el sentido de pertenencia, la autoestima personal y la credibilidad de las instituciones. Por ello resulta estimulante hablar de liderazgo empresarial ya que es uno de los caminos para hacerle frente a la coyuntura actual en forma realista y exitosa.

El liderazgo empresarial que la sociedad reclama hoy es posible construirlo solamente si hay claridad sobre los valores que el líder requiere. La razón de ser de un empresario es generar empleo productivo bien remunerado, lo cual sólo es posible a través de la inversión. De ahí que la obligación natural del líder empresarial colombiano es entender lo que significa invertir en su país. La riqueza actual de Colombia es el producto de muchas generaciones que en condiciones muy precarias, en términos de recursos y de educación, sentaron las bases de la economía del país. Un repaso de la historia económica colombiana muestra que en épocas como las de las décadas de 1920 ó 1970 y pese a condiciones adversas, el país registró importantes avances en materia de desarrollo económico e industrial.

¿Cómo es posible que hoy, cuando existe acceso a todo tipo de recursos con una clase profesional educada y competente, renunciemos a entender el sentido de la inversión? Nadie desconoce los riesgos que tiene nuestro país; pero ello ha sido una característica a través de nuestra larga historia de violencia política. De igual forma, es cierto que la riqueza del país en los últimos años ha disminuido en niveles del 50 por ciento, pero no es menos cierto que de la única forma como las cosas pueden recuperar el valor perdido es invirtiendo nuevamente en el país. Quien tiene dinero debe reconocer que lo ha hecho en Colombia y es por esto que la respuesta en una época de crisis debe estar fundamentada en un riesgo recíproco con la sociedad que le ha dado la oportunidad de forjar un patrimonio. No invertir por miedo al país es la etapa final de una sociedad que no tiene ni ambición ni esperanza. Los problemas de distribución de la riqueza, de la pobreza, sólo pueden solucionarse si hay la conciencia de que invertir en Colombia ‘sí paga’.

Pero no basta que el líder empresarial entienda la dimensión de invertir en el país. Es necesario que ello esté acompañado de una clara visión de responsabilidad social. El punto de partida es entender que todo patrimonio debe cumplir una función social. El fundador del Grupo Bimbo, en México, afirmaba que la obligación de una empresa es generar utilidades, pero la responsabilidad moral de un empresario es invertir. La visión del programa de maestría de negocios del Harvard Business School, uno de los centros más prestigiosos del mundo en formación de líderes empresariales, manifiesta: “Aspiramos a desarrollar líderes sobresalientes de negocios que puedan contribuir al bienestar de la sociedad”.

La explosiva situación social colombiana exige el concurso de su talento empresarial para que con una actitud de compromiso permanezca en el país y aporte todo su conocimiento. Educarse en Colombia es un privilegio y una sociedad en la cual sus líderes no sienten el peso de su deuda social y no se conmueven con la pobreza está condenada a perder el sentido de solidaridad, que es el eje para construir prosperidad en un Estado. Una encuesta efectuada entre los 500 presidentes de las compañías más grandes del mundo, según la revista Fortune, mostraba que el 70 por ciento de ellos pertenecía a entre una y cuatro juntas de entidades de responsabilidad social, lo cual claramente lleva a concluir que la gente más ocupada y más preparada es la que más tiempo le dedica al bienestar de la sociedad. La actitud de un líder empresarial debe estar respaldada con acciones que muestren que su principal preocupación “es que el país esté bien para que a su empresa le vaya bien”.

Sin duda la peor de las crisis que vive la sociedad colombiana es la pérdida del sentido de lo público, lo que ha creado un sentimiento de anarquía que no sólo ha destruido lo colectivo sino que ha invertido la escala de valores de la sociedad dando paso a la intolerancia y la corrupción. Un líder empresarial colombiano tiene que pensar en lo anterior. La participación democrática, la promoción y apoyo de personas para que ejerzan actividades públicas, la implantación de códigos de ética y conducta que rescaten los valores en el interior de las empresas son el camino para construir un sentido de lo público. No en vano las organizaciones más exitosas en el mundo y las que más han perdurado son aquellas que han mantenido inmodificables los principios y valores desde su creación. El reconocido pensador Fukuyama, en su, reciente libro la Gran Ruptura, demuestra con extraordinaria lucidez cómo uno de los factores de éxito de la sociedad americana, japonesa y europea radica en el hecho de que la sociedad civil ha desarrollado un sentido de lo público, en lo cual la clase dirigente ha sido un factor determinante.

Capítulo especial demanda el entendimiento de la paz y hacia la cual requerimos un cambio de mentalidad y actitud. Colombia sólo es viable como nación cuando encuentre una solución negociada al conflicto que vive. La paz requiere estudio y análisis. Se deben abandonar el facilismo y las soluciones prácticas pero individualistas que no consultan la realidad y magnitud del problema. Hay que derrotar la ignorancia para opinar sobre la paz por falta de estudio y análisis en un tema tan complejo. El conflicto es de todos y no sólo del gobierno o de las Fuerzas Armadas y la solución del mismo sólo es posible a través de la institucionalidad del Estado y con la participación de toda la sociedad

La globalización de los negocios es una clara oportunidad para cambiar el rumbo de Colombia a partir de la construcción de una sociedad competitiva en lo económico y en lo social. El potencial humano de nuestro país y la sobresaliente calidad del recurso profesional debe estar al servicio de la Nación como si se tratara de un llamado a participar en la guerra por la recuperación de la identidad nacional. Ejemplos como la vida de María Isabel Urrutia, la donación de las obras del maestro Fernando Botero o la superación del bachiller Julián Rodrigo Sosa, víctima de una bomba en un hotel de Bogotá y hoy de profesión ingeniero, son algunos de los testimonios de cómo puede consolidarse un liderazgo en beneficio de una nación.

Un grupo de empresarios colombianos, convencidos de estos valores que se han mencionado, estamos trabajando con dedicación para lograr realizar en Colombia el Proyecto Siderúrgico Colombia-Brasil, que se constituiría en la inversión privada industrial más importante de los últimos años a pesar de la problemática actual. Ha sido posible motivar a los inversionistas extranjeros porque hemos logrado transmitirles el convencimiento por el país sin ocultar la realidad y por el rompimiento del paradigma que afirma que las cosas no se pueden hacer en Colombia. Lo anterior por el deseo de pensar en grande y ante todo porque hay claridad absoluta, que es la forma de ayudarle al país como líderes empresariales. Nada más oportuno que recordar el título del libro del historiador inglés David Bushnell Colombia una nación a pesar de sí misma.