Especiales Semana

LA REVANCHA

La humillación de Pastrana por parte de Gómez acentúa la crisis del Social Conservador.

25 de junio de 1990

¿ Qué va a pasar ahora con el Partido Conservador ? Este es probablemente el mayor interrogante que queda flotando después de la jornada electoral del domingo. El triunfo de Alvaro Gómez sobre Rodrigo Lloreda, aunque esperado por todo el mundo y vaticinado por las encuestas, no deja de ser una bomba. Gómez superó la cifra mágica del 20% y Lloreda sufrió la verguenza de ser derrotado por Navarro, pues según las proyecciones al cierre de esta edición (12.6% Navarro y 12.2% Lloreda), un empate es derrota para el candidato de uno de los partidos tradicionales. Lo curioso es que más que una victoria para Alvaro o una derrota para Lloreda, fue una humillación para Misael Pastrana Borrero. Lloreda perdió en forma categórica, pero su candidatura no fue más que un instrumento para la pelea entre los jefes. Le tocó competir contra un jefe natural de su partido y por lo tanto esa era una pelea cargada. Un jefe de un partido y un ex ministro pertenecen a dos categorías de pesos diferentes. Como se ha dicho una y otra vez, la medición de fuerzas justa entre el pastranismo y el alvarismo se puede hacer pero enfrentando a Pastrana con Gómez o a sus delfines, Lloreda y Rodrigo Marín. Pero el cruce no funciona. Ni para un lado, ni para el otro. Ni Lloreda le puede a Gómez, ni Marín a Pastrana.
Gómez, sin duda alguna, se sacó un clavo. Y, también sin duda alguna, es uno de los ganadores de la contienda electoral. Con sólo mes y medio de campaña, fundamentalmente por televisión y en recintos cerrados, Gómez obtuvo una votación respetable que le permite mucho más que la simple supervivencia política, que era la carta que se estaba jugando. Pero lo que ganó fue una confrontación interna. A nivel nacional, en términos globales del partido, no pasó nada. Ni siquiera produjo la famosa "división creadora", pues el partido conservador había sacado en las últimas tres elecciones el 47% en el 78 y en el 82, y el 36% de la votación en el 86. Ahora, sumando las dos vertientes, apenas llegó al 33% . Por lo tanto, la candidatura de Gómez no frenó el proceso de decadencia en que se encuentra el partido azul. Individualmente, el triunfo de Gómez fue relativo en el fondo. El porcentaje de su votación ascendió a las dos terceras partes de lo obtenido en sus dos candidaturas anteriores ( 31% en el 74 y 36% en el 86). Teniendo en cuenta que esas últimas cifras habían sido de por sí las más bajas para el partido conservador en la historia contemporánea, los resultados no ameritan una comparación con Fujimori.
En términos generales, en lo que se refiere al partido conservador, lo que hubo fue un gran perdedor: el ex presidente Pastrana Borrero. Su derrota no tiene atenuantes. Indica que controla la maquinaria, pero que el "constituyente primario" godo no lo acompaña. Algo parecido a lo que les sucedió a todos los líderes comunistas de Europa Oriental el año pasado: votaciones unánimes de apoyo en los plenums del Comité Central y rechazo masivo en el momento del voto popular. Y por las dimensiones de la derrota, Pastrana estaría más cerca de ser un Ceausescu que un Honecker.
Lo más grave del fracaso del conservatismo es que difícilmente un partido podía encontrar condiciones más propicias que las de las elecciones pasadas. El país está destrozado por el narcoterrorismo y esto debería afectar negativamente al partido de gobierno. La izquierda está en retroceso en el mundo entero y pocos la consideran alternativa de poder. La ideología conservadora, por el contrario, está ganando terreno en todas partes . Y si a esto se suma el hecho de que el partido conservador colombiano estaba en la oposición, sin responsabilidad alguna del caos imperante en el país, las condiciones estaban dadas para canalizar electoralmente la enorme frustración nacional. Nada de esto sucedió y, por el contrario, el partido disminuyó su participación nacional. No cabe duda de que los historiadores se verán en dificultades para explicar este fenómeno.
Lo más inquietante es que, por ahora, no se ve una luz al final del túnel. Por el contrario, los factores de perturbación aumentan. Por un lado, Gómez tuvo más votos que las fuerzas de Pastrana (alrededor del 70% frente al 30% ). Por el otro, Pastrana mantiene una mayoría sóliida en el Congreso (también 70% frente al 30%). Por lo tanto, ninguno de los dos puede reclamar una prioridad sobre el otro, ya que el que gana en las plazas pierde en el Congreso y viceversa. Esto, sin duda alguna, se traducirá en que Gaviria les dará una representación paritaria en materia burocrática en su gobierno.
Pero el hecho es que ninguno tiene ahora legitimidad como jefe único. Pastrana no podrá seguir ejerciendo su jefatura como lo ha venido haciendo. Sin embargo, como oficialmente no tenía el título de jefe único sino el de consejero, el desmonte será relativo. Gómez, por su parte, de tener pretensiones de mando, contará con el rechazo de la mayoría pastranista en cualquier convención, lo cual haría que su ascenso sea también relativo. Y fuera de ellos nadie en el partido cuenta con la autoridad para una jefatura. Ni siquiera Belisario Betancur, quien inexplicablemente ha desaparecido como factor político.
¿Qué significa esto? Que habrá dos corrientes enfrentadas por el predominio del partido conservador: el pastranismo y el alvarismo. Que la dirección tendrá que ser plural, compartida y sin poder real, ya que éste sólo lo tendrán los dos jefes. En otras palabras, exactamente la misma fórmula que se ha venido aplicando en los últimos 20 años. Pero también puede significar algo más drástico. Y es a esto a lo que apuestan algunos observadores políticos. Dado el carácter irreconciliable de la relación Pastrana Gómez, es posible que el resultado de estas elecciones constituyan la protocolización de la división definitiva del conservatismo y no se descarta la posibilidad de que Gómez se lance a la creación de un nuevo partido. ¿ El autentico conservador ?