Especiales Semana

La tragedia del vecino

El hueco que abrió la crisis de Venezuela fue un común denominador en los balances de las 100 empresas en 2002, y lo seguirá siendo este año. El problema de fondo no son las divisas sino que el país vecino se empobreció.

28 de abril de 2003

¿Que haria usted si su principal cliente en el exterior, aquel que representa cerca del 10 por ciento de sus ingresos por exportaciones, pasa por la peor crisis económica de los últimos 50 años, le debe más de 300 millones de dólares y no consigue divisas en el mercado para pagarle sus facturas? Esta es la pregunta que hoy se hacen las empresas colombianas, sobre todo las más grandes, que son las que más venden en Venezuela.

Las exportaciones colombianas totales al país vecino cayeron 35 por ciento el año pasado. La agroindustria, la industria automotriz, los textiles, las confecciones y los químicos, que representan la mitad de las exportaciones a Venezuela, fueron los más afectados. Estos sectores dejaron de exportar 327 millones de dólares en 2002, con reducciones de hasta 45 por ciento, como en el caso de los vehículos.

El socio natural de Colombia está en una situación dramática. Su producción total cayó 9 por ciento en 2002. La industria petrolera, el motor de su economía, se contrajo 12,6 por ciento como resultado de la menor producción de crudo acordada con la Opep y de la huelga de la petrolera estatal Pdvsa, que a mediados de diciembre de 2002 se unió al paro nacional de más de 60 días promovido por las fuerzas opositoras al presidente Hugo Chávez.

El consumo se contrajo 5,4 por ciento y la inversión cayó 22 por ciento. Según Carlos Hugo Escobar, presidente de Cativen, la cadena de tiendas más grande de Venezuela, en la que tiene participación Almacenes Exito, la compra de artículos básicos cayó 12 por ciento y en el caso de ropa, zapatos o electrodomésticos se presentaron reducciones de hasta 70 por ciento. Los venezolanos, que en épocas de bonanza se caracterizaron por ser propensos al consumo de productos importados de marca, hoy prefieren los artículos populares y buscan las promociones.

En medio de esta caída de la demanda la devaluación nominal del bolívar, que alcanzó 85 por ciento el año pasado, hizo que todos los productos importados perdieran competitividad. La salida de capitales de Venezuela, fruto de la creciente inestabilidad política, hizo que sus reservas internacionales disminuyeran 4.334 millones de dólares el año pasado.

Todo esto ha traído un grave deterioro de las empresas venezolanas que importan productos colombianos. Según un informe de Bancoldex, en el primer semestre de este año 25.000 pequeñas empresas cesarán operaciones y 200.000 personas perderán el empleo. Muchas empresas colombianas comenzaron a recortar el crédito que daban a sus clientes en Venezuela, por el riesgo que corrían de no recuperar a tiempo su cartera, incluso antes de que el gobierno venezolano impusiera el control de cambios.

No hay divisas

El 22 de enero de 2003 el gobierno del presidente Chávez suspendió las operaciones del mercado cambiario. El 5 de febrero firmó un convenio con el Banco Central de Venezuela para canalizar las divisas en poder del banco sólo hacia la importación de productos de primera necesidad. Ese mismo día creó la Comisión de Administración de Divisas, Cadivi, que es la encargada de autorizar la adquisición de dólares para el pago de importaciones, según una lista de productos considerados prioritarios.

En la lista quedó excluido 70 por ciento de la oferta exportable colombiana, según explica Mónica Lanzetta, directora de la oficina comercial de Proexport en Caracas. Esto significa que, desde ese momento, las empresas venezolanas no pueden comprar dólares para pagar las importaciones del 70 por ciento de los productos colombianos, pues no están incluidos en la lista. Cuando lo están, el importador debe registrarse en el sistema administrativo de divisas, anexando 12 documentos en original y copia, y pedir la autorización para cada importación que planee hacer. Sólo quienes tenían dólares recibidos antes del 22 de enero pueden usarlos libremente para pagar sus importaciones.

Durante tres meses la Cadivi no había dicho nada sobre cómo conseguir divisas para pagar los más de 300 millones de dólares que tienen represados las empresas colombianas en cartera con sus clientes venezolanos. La semana pasada por fin empezó a aclararse el panorama. El gobierno venezolano anunció la creación de un mecanismo de nombre rebuscado: Sardepri. Quiere decir 'sistema de análisis y registro de la deuda externa privada'. Según éste, los empresarios venezolanos deberán demostrar las deudas externas que tenían antes del 22 de enero, y con base en esta información Cadivi establecerá un cronograma de pagos.

Esta fue una de las cosas que se aclaró al término de la cumbre entre los presidentes Alvaro Uribe y Hugo Chávez el pasado miércoles 23 de abril. En esa reunión el mandatario venezolano dijo que "tenemos una deuda de honor al cuadrado con los empresarios colombianos. Si nos toca ir por los empresarios venezolanos para que se inscriban en el registro del Cadivi, iremos por ellos".

La idea es que, una vez surtido el trámite administrativo de las divisas en Venezuela, los pagos se puedan hacer a través del convenio Aladi. Según éste, no se realizarían desembolsos de dólares por cada importación sino que cada cuatro meses los bancos centrales de Venezuela y Colombia harían un 'corte de cuentas' para compensar los saldos a favor o en contra.

Hacia esta solución ha venido trabajando el gobierno colombiano a través de Proexport en Caracas. Para su directora, la aplicación del convenio Aladi es favorable tanto para Colombia como para Venezuela pues, "para una empresa venezolana exportar a Colombia es algo interesante, dada la devaluación del bolívar". Esta fue la propuesta que le hizo Alvaro Uribe a Hugo Chávez la semana pasada, quien se comprometió a estudiarla.

Mientras se concretan estos puntos algunas empresas han decidido, simplemente, dejar de exportar a Venezuela o vender con pago anticipado, mediante transacciones desde cuentas personales en el exterior, por fuera del control de cambios. Otras, para mantener su participación en el mercado venezolano, se han arriesgado a que les paguen en bolívares y dejar la deuda pendiente hasta que se levanten las restricciones.

Se ha llegado a hablar, incluso, de "trueques", en los que, en lugar de dólares, se intercambien materias primas e insumos por bienes terminados. Esta propuesta, lanzada por la Cámara Colombo Venezolana, parece interesarles a los empresarios. "Ya han llamado cinco o seis empresas dispuestas a probar el comercio compensado", dice Luis Nelson Beltrán, director de estudios económicos de la Cámara.

Las restricciones cambiarias agravaron un problema que venía de atrás: la depresión del mercado venezolano, que tuvo en 2002 un efecto bastante visible en los estados financieros de muchos exportadores colombianos. Un común denominador en los informes anuales de las 100 empresas más grandes del país es el hueco que abrió Venezuela. Sofasa, por ejemplo, tuvo una reducción de 47 por ciento en sus ingresos por exportaciones. Inveralimenticias Noel exportó a Venezuela el año pasado ocho millones de dólares menos que en 2001 y se vio afectada por las pérdidas que produjo Hermo, una filial en ese país dedicada al negocio cárnico. La devaluación del bolívar redujo el valor en libros de esta subsidiaria.

Después de la cumbre de la semana pasada los empresarios colombianos están ansiosos de que los anuncios se lleven pronto a la práctica, asunto que se evaluará en la próxima reunión de Chávez y Uribe, que se realizará en Medellín el próximo 22 de julio. En los últimos meses, sin embargo, ha habido mucha lentitud por parte del gobierno venezolano para agilizar los pagos, y por eso muchos exportadores colombianos siguen siendo escépticos. Los meses que vienen serán, en cualquier caso, muy duros. Aún si se levantara de inmediato el control de cambios en Venezuela el mercado seguiría deprimido, y ese es el problema de fondo. Lo más complicado no es que los venezolanos no puedan pagar sino que no tienen con qué comprar.