Especiales Semana

LA VOZ DE LA CONCIENCIA

Este senador conservador ha pasado por encima de su timidez para convertirse en el congresista estrella que desde la oposiciòn le señala al gobierno sus errores

9 de enero de 1995

EN ESTOS TIEMPOS, EN LOS CUALES EL CONGRESO Y LA clase política parecen estar bastante desprestigiados, no es fácil que un parlamentario pueda decir que lo es y sacar el pecho. Pero ese es exactamente el lujo que se puede dar el senador conservador Juan Camilo Restrepo desde cuando, a partir del 20 de julio, dejó en claro en sus primeras intervenciones en el Capitolio que se iba a convertir en la estrella de la legislatura.
Muy pocos esperaban mucho de él, no sólo por el recuerdo más bien oscuro -aunque injusto- de su paso por el Ministerio de Minas y Energía en tiempos del apagón, sino también por el hecho de que su hablar pausado y su carácter más bien tímido no parecían los rasgos más apropiados para distinguirse en el Senado de la República, por encima de viejos zorros como Roberto Gerlein o Víctor Renán Barco.
Incluso su elección parecía un imposible. Al fin de cuentas, en medio del enjambre de listas típico de la 'operación avispa' que caracterizó a las pasadas justas legislativas, era muy difícil entrar como segundo renglón de otro conservador. Pero la fuerza de los Valencia Cossio fue suficiente y en cuestión de horas Juan Camilo Restrepo tuvo que acostumbrarse a que le dijeran "honorable senador".
Y también venció los malos presagios. A los pocos días de iniciadas las sesiones legislativas, y cuando todo el mundo pensaba que se demoraría en saltar a la escena, se convirtió en el dueño del balón en materia económica. Hoy por hoy, tanto en la comisión tercera como en la plenaria, ha impuesto su trabajo estudioso y su comportamiento de niño aplicado y ha ido acostumbrando a sus interlocutores a sus finas ironías, dichas sin el menor asomo de sonrisa en su rostro.
Sólidamente anclado en el puerto de la oposición al gobierno de Ernesto Samper, Restrepo se ha ganado el respeto de amigos y adversarios. Asì sucedió cuando le hizo ver al gobierno que estaba desbordando el gasto público tanto o más que la anterior administración, cuando le señaló las inconsistencias de su política económica o cuando salió a defender a capa y espada la autonomía del Banco de la República en los temas monetario y cambiario.
Por todas estas razones, en 1994 Juan Camilo Restrepo fue una buena noticia entre tantas malas que produjo el Congreso. Sus intervenciones le pusieron altura y picante a una legislatura más bien aburrida que tuvo resultados bastante pobres. Y demostraron, una vez más, que para destacarse en estos tiempos de antipolìtica cuentan más hacer la tarea y ser un estudiante aplicado que la fogosidad y la oratoria de los discursos 'veintejulieros'.