Especiales Semana

LA VOZ DEL PUEBLO...

12 de diciembre de 1994

LA VOZ DEL PUEBLO...
Para el pueblo cartagenero el verdadero reinado es el de los barrios populares. El otro es un programa que ven por televisión.
MANUELA ES UNA enorme mujer mulata. De ojos pequeños, abundantes carnes y un rostro ajado por los años y el sol. Parada en una de las tribunas del estadio de béisbol '11 de Noviembre' se queja de que en las fiestas novembrinas se ha ido perdiendo el folclor. "Ahora a las peladas les gusta quitarse y ponerse partes del cuerpo, desafiando lo que hizo mi Dios", dice, mientras una banda de músicos hace contorsionar los cuerpos de los palenqueros, quienes lo hacen sin parar.

Ahí, donde los sábados en la noche se juega la mejor pelota caliente de la Costa, están reunidos a la espera de que una de las 20 mulatas sea elegida como reina popular. Es la otra cara de las fiestas. Es la de la parranda de los pescadores, vendedores de periódicos, boxeadores y matronas que, como Manuela, recorren las playas de Bocagrande con un enorme platón sobre sus cabezas vendiendo frutas tropicales.

En el escenario 20 jovencitas dejan al descubierto sus esculturales cuerpos, los cuales brillan con la luz de la escenografía. No hay cirugías ni postizos y mucho menos liposucciones. La única arma que tienen para ganar son las diminutas tangas de colores fosforescentes. Cada vez que sus cuerpos se contonean, de las tribunas del estadio salen los gritos, las rechiflas y las frases subidas de tono. La dosis de ron comienza hacer efecto. Los grupos vallenatos no paran de tocar. Por los altavoces se anuncia la presencia de Emiliano Zuleta, Los Betos y el plato fuerte de la madrugada: Joe Arroyo.

El desfile continúa y las comitivas se enfrascan en una guerra verbal. Cada quien defiende lo suyo: lograr que su representante gane el título significa conseguir una partida para el acueducto o para pavimentar las calles. Los premios a la ganadora son: una casa, dos millones y medio de pesos, ropa gratis durante un año en una boutique de la ciudad. Y, como premio de consolación, las directivas del concurso la invitan al desfile de carrozas y balleneras, porque en los clubes y actos sociales la soberana popular no tiene cabida.

Ese sueño se le cumplió a Tivisays Margarita Zambrano, una estudiante de diseño de modas, quien en la madrugada del jueves pasado fue elegida como la reina popular. Ella representó al barrio Caracoles, donde la mayor parte de sus habitantes son pescadores y vendedores de frutas en la playa.

La elección apenas fue el abrebocas de una fiesta que se prolongó por cinco días. En las calles y en las casetas lo único que hicieron los cartageneros rasos fue bailar y tomar ron sin parar. Tenían un motivo para celebrar: su nueva reina. Otro más, las fiestas de noviembre, y un último: el reinado grande, el de los salones y el de las cachacas. El concurso que ellos poco o nada quieren porque desde hace mucho tiempo fueron excluídos y, en los 14 días que dura, apenas si tienen tiempo para ver a las candidatas por televisión.

Como dijo Manuela: "Esa vaina es demasiado plástica, es apenas para los doctorcitos cachacos, los de cachete rosado. A mí que no me jodan con eso, porque no cambio un buen ron por unas fiestas importadas".


POR TODO LO ALTO

Más que el 90-60-90, a las candidatas las desvelan los problemas de altura.

CUANDO se trata de conquistar la corona de Señorita Colombia todas las cartas juegan. En las salas de maquillaje, las pestañas y las uñas postizas fueron un accesorio indispensable. Y en los desfiles, los diseñadores se las ingeniaron para que el busto luciera más voluptuoso. También las fajas se utilizaron para mostrar cinturas de avispa. Pero, sin lugar a dudas, los que mandaron la parada fueron los tacones.

Como por arte de magia más de una se estiró entre 10 y 15 centímetros. Cada vez que subían a las pasarelas se montaban, a su vez, en unos altos tacones, tratando de que su estatura sobrepasara los 1.80. Los asistentes no sabían si apreciar las estilizadas figuras o el número de malabarismos que debían hacer para mantener el equilibrio. Acostumbradas a los jean y los zapatos tenis, trataban, en algunos casos infructuosamente, de manejarlos. Pero como todo está permitido en esa competencia por el título de Señorita Colombia, muchas aceptaron el reto y, desafiando la ley de la gravedad, lograron dominarlos a cambio de convencer al jurado de que la estatura en un concurso de belleza es algo secundario.

Eso lo tenían muy en claro las candidatas de Tolima, Tatiana Enciso, y Meta, Erica Taubert, quienes compartieron el título de la más bajitas. "Los tacones de plataforma me producen una sensación muy placentera", señaló la candidata llanera. Para la candidata de Bogotá, Margarita Reyes, pasar de unos cómodos tenis a tacones de plataforma no fue nada fácil. En más de una oportunidad me tropecé y me fui al piso. Pero con paciencia y dedicación logré por fin caminar con esos zancos. Fue una sensación muy extraña, por primera vez experimenté que podía ser mucho más alta". Catalina Londoño, de Caldas agrega: "Cuando me subí por primera vez a esas plataformas duré cinco días en cama por culpa de las ampollas en los pies. En el concurso logré domarlas".

Sin embargo todo ese esfuerzo fue en vano porque el jurado decidió que desfilaran descalzas en la entrevista privada. El único recuerdo que quedó de ese esfuerzo fue una que otra caída, como le ocurrió a la candidata de Bolívar, Rossana de La Espriella, quien en una oportunidad rodó por la pasarela.