Especiales Semana

LAS CARRETERAS DEL DIABLO

Los huecos y los derrumbes no son los únicos problemas de las vías colombianas. Hay uno mucho más grave: la piratería terrestre.

19 de diciembre de 1994

NO LES FALTA RAZON A QUIENES AFIRMAN que la delincuencia ha llegado a tal extremo de ingenio y sofisticación que sus métodos superan ampliamente los conocimientos que tienen las autoridades para combatirla. Y lo que ocurre diariamente en el país corrobora la certeza de esa frase, convertida en un lugar común por quienes tratan de explicar la asombrosa capacidad de mutación que tienen los antisociales criollos.

La estrategia diseñada recientemente por los piratas terrestres para asaltar vehículos que transportan carga por carretera supera con creces lo hecho hasta ahora por esas organizaciones, convertidas durante este año en un verdadero azote para la economía nacional.

Se trata del ingreso de la delincuencia a lo que los teóricos de la economía denominan el mercado de futuros, es decir, la preventa de bienes reales que se negocian a precios determinados y con plazos de entrega previamente acordados.

"Lo que los delincuentes están haciendo es encontrarle comprador por anticipado a lo que se roban. Así resulta muy difícil perseguirlos porque el cargamento es entregado minutos después de cometido el ilícito y de eso no queda rastro", dijo un oficial de la Policía, sorprendido por el inusitado auge de esta maniobra de los antisociales.

La preocupación no es infundada. De acuerdo con un informe del Consejo Gremial Nacional -entidad que aglutina a 14 gremios de la producción, entre ellos la SAC, Fenalco, Colfecar, Andi, Asocaña y Fedemetal-, en 1994 las pérdidas por concepto de piratería terrestre de mercancías alcanzan la alarmante cifra de 100.000 millones de pesos.

¿Y COMO LO HACEN?
Hasta hace escasos dos años la piratería terrestre era considerada una modalidad más de la delincuencia común. Pero el creciente numero de asaltos a tractomulas y camiones de carga pesada en plena carretera- 1.557 en 1993 y 1.780 en lo que va del 94- y la magnitud de las perdidas económicas -más de 140.000 millones de pesos en 20 meses, obligaron al Estado a cambiarle el status a ese delito. Además, las bandas, antes integradas por tres o cuatro delincuentes, ahora están conformadas por 15 ó 20 expertos piratas terrestres. Algunas, las más sofisticadas, albergan en su interior a agentes de transito, policías, ex policías y hasta miembros de la Fiscalía.

Las autoridades saben que ahora están enfrentadas a criminales organizados, quienes tienen una amplia capacidad de penetración en las empresas afectadas y en los organismos de seguridad y que han encontrado en el mercado de futuros una fuente segura de riqueza (ver recuadro).

Las bandas de piratas no roban cualquier cosa. Tienen identificados claramente 15 productos que pueden comercializar muy fácilmente en el mercado negro: jabones, champú, aceite, margarina, telas, llantas, drogas, electrodomésticos, tubos de PVC, bombillos, pinturas, cueros, cerveza, leche en polvo y cigarrillos.

Antes de asaltar un camión los enlaces de la banda visitan al potencial comprador, quien les encarga el producto. "El cliente -dice la fuente policial- les dice a los delincuentes, por ejemplo: se me va a acabar la leche en polvo y necesito unas 20 cajas. Y como ya con anterioridad han hecho negocios, las dos partes saben que el cargamento vale la mitad de precio, es decir si la leche cuesta 20 millones de pesos en el mercado formal, en esa empresa paralela se consigue por la mitad, y todos ganan".

Luego viene el proceso de obtención de la mercancía, que puede tardar entre una y dos semanas. De ello depende la localización geográfica de la empresa. En el caso de la leche, los delincuentes saben que esta es procesada en el departamento del Cesar. Entonces envían por tierra a un integrante de la banda, quien entra en contacto con uno de los trabajadores de la factoría en esa zona del país, al que le pagan entre 200.000 y 500.000 pesos por la información sobre el día, la hora y la fecha de salida de la tractomula que transportara la mercancía a Bogotá.

Luego, es cuestión de paciencia. De una manera discreta el antisocial sigue a su presa y periódicamente les informa a sus cómplices sobre las características del automotor, cuántas personas acompañan el cargamento y la vía por la cual van a entrar a la ciudad. "Ellos están muy bien organizados. Se comunican vía 'bepper'y utilizan claves para indicar cual es la vía que utiliza su victima", dijo una fuente de la división de piratería terrestre de la Dirección de Policía Judicial e Investigación, Dijin.

Una de esas estrategias que utilizan estos delincuentes hace parte de un expediente que cursa en la Fiscalía contra cinco piratas terrestres detenidos hace un mes por la Policía: "La tía va en camino, espero comunicación ", decía el mensaje del hombre que seguía a la tractomula. "Díganos si la tía esta amarilla o esta roja", preguntaba el jefe de la banda para establecer si hay retenes en la vía montados por la Policía o el Ejercito.

Cuando llegan a la ciudad, los fascinerosos interceptan la tractomula a través de un falso agente de transito o una falsa patrulla de la Policía y luego la trasladan a una bodega, en la cual descargan el cargamento. Pocas horas después el cliente recibe la leche en polvo y los delincuentes dejan abandonado el automotor.

Este ejemplo ilustra claramente otro aspecto en el que los piratas terrestres se han innovado: el delito dejó de ser un fenómeno exclusivamente rural y ahora es urbano. Por esa razón, Medellín, con 358 atracos el año pasado, y Bogotá, con 250 en ese mismo período, encabezan las estadísticas de los casos de piratería terrestre.

En la capital del país las bandas actúan a sus anchas. Y, lo que es peor, todos los casos de asalto a tractomulas ocurren en las autopistas del norte y del sur, en la calle 13 y en las avenidas 68. Boyacá, El dorado, La Esperanza y las Américas (ver mapa). "Ellos tienen a su favor el factor sorpresa. Nosotros no sabemos a qué horas van a cometer el asalto y ni modo de poner patrullas de policías a que controlen esas vías, porque ellos se dan el lujo de hacer reconocimientos con tres horas de anticipación al paso de su victima. Y, debemos reconocerlo, la Policía no tiene personal suficiente para enfrentar a esas bandas, que son muy numerosas", reconoció un alto oficial de esa institución .

TRANSITO LIBRE
Si el control en las ciudades es casi nulo, la situación es peor en los 25.000 kilómetros de vías que tiene el país. El coronel Marino Escobar Rivero, director de la Policía de Carreteras, le dijo a SEMANA que el organismo bajo su cargo le da prioridad a 11.900 kilómetros de carreteras, que trata de vigilar con 753 uniformados. Es decir, cada patrulla de la Policía debe cumplir la casi imposible tarea de garantizar la seguridad de 81 kilómetros de carretera. "Lo ideal sería que cada patrulla cubriera 30 kilómetros para tener algún éxito", agregó el oficial.

La ineficiencia de las autoridades para frenar el galopante crecimiento de esta actividad delictiva -sólo es recuperado el 17 por ciento de las mercancías robadas- es inversamente proporcional al crecimiento de las empresas que, esperanzadas en la apertura, utilizan la red vial nacional para movilizar sus productos.

Según informes de la Confederación de Transporte por Carretera (Colfecar), las empresas dedicadas a esta actividad crecieron 248 por ciento en los últimos cinco años, al pasar de 431 a 1.500. Asimismo, el volumen de carga movilizado pasó de 44.3 millones de toneladas en 1989 a 100 millones en 1994.

"Suena paradójico este crecimiento frente a la inseguridad, pero es que hasta ahora las empresas aseguradoras respondían por lo que ocurriera. Lo que nos tiene aterrados es que vamos a quedar en total indefensión porque las aseguradoras se cansaron de pagar y pagar", dijo una fuente de la Asociación Nacional de Industriales.

Frente a este desolador panorama, las 14 entidades aglutinadas en el consejo gremial nacional elaboraron un documento de 14 paginas, en el cual le plantean al gobierno y a la Fiscalía la urgente necesidad de fortalecer los aparatos represivos y jurídicos del Estado para enfrentar a esas organizaciones criminales. La principal recomendación consiste en la creación de fiscalías especializadas en el manejo de la piratería terrestre. Endurecer las penas, porque las existentes apenas alcanzan para aplicar castigos que no superan los dos años de prisión.

Lo que realmente se preguntan los transportadores es cómo el gobierno pretende realizar la apertura con corazón cuando el país no tiene vías y las existentes son trampas mortales. Como lo dijo uno de los presidentes de los gremios transportadores: "El problema va más allá de los huecos y los derrumbes. Estamos frente a una de las industrias ilegales más prosperas del país y comparable a la del contrabando. La piratería terrestre partió los ejes del transporte de carga".-

LOS "CHACHIS" SOMOS ASI
Tras una larga negociación con la Fiscalía, Juan Carlos Londoño, alias "Hermes Herrera" o "Juancho", está a punto de ser condenado a 13 años de prisión. El delito: ser el jefe de los "Chachis", considerada por la Policía como la banda de piratas terrestres más grande y peligrosa del país, porque estaba conformada por 18 civiles y cinco agentes de la Policía y dos de la secretaría de Tránsito, todos en servicio activo. Además, la organización tenía a su servicio una flota de 12 automóviles particulares, tres taxis, dos motos y cinco beeper.

El fin de los "Chachis" comenzó el 24 de noviembre del año pasado, justo cuando cumplían tres años de actividad criminal. Ese día, Guillermo Bareño y Martín Beltrán Rodríguez interceptaron el vehículo de placas SN 1903, afiliado a la empresa Concarga, que transitaba a la altura de la Avenida Boyacá con Avenida de las Américas. Allí le exigieron al conductor, Samuel Alberto Osorio, que les mostrara la tarjeta de propiedad y la licencia de conducción. Eran las 5:30 de la tarde. Cuando Osorio cumplía la orden de los agentes de tránsito, aparecieron los policías Jorge Cifuentes Preciado y Giovanni Garavito, quienes le dijeron que iban a requisar el automotor, cargado con productos de la marca Inextra, avaluados en 70 millones de pesos. Antes de que pudiera reaccionar, los uniformados lo lanzaron a la zona verde y de inmediato lo introdujeron a un taxi que los venía siguiendo.

Osorio fue hallado al día siguiente en un municipio cercano a Bogotá y la tractomula, vacía, a pocos metros de allí. Pero una llamada anónima condujo a la Policía a la bodega donde los delincuentes habían descargado la mercancía.

Lo que vino después fue fácil para los investigadores. En dos semanas fueron detenidos 23 de los integrantes de la banda y solo dos lograron evadir el cerco que les tendió la Policía. Hoy están prófugos de la justicia. El último en caer fue Londoño, quien, resignado, decidió confesar todas sus fechorías y acogerse a la política de sometimiento a la justicia. Además de liderar la banda, el delincuente está acusado de la muerte de tres personas.
Aunque los "Chachis" ejecutaron más de 150 asaltos durante tres años, no puede decirse que eran delincuentes acaudalados. Hoy se sabe que tras la repartición del botín a cada uno de los miembros de la banda les correspondía entre 800.000 y un millón de pesos. "Con ese dinero sobrevivían hasta el siguiente atraco. Solo uno de ellos, uno de los policías, logró comprar un apartamento", dijo a SEMANA un funcionario de la Fiscalía.