Especiales Semana

LAS MAQUINAS INTELIGENTES

¿Podrán algún día las máquinas llegar a pensar y hasta sentir como los humanos?

20 de enero de 1986

En el mundo de la ciencia ficción ha aparecido un nuevo personaje, el de la llamada inteligencia artificial. Después de tres décadas de trabajo de laboratorio, esta nueva disciplina ya ha sobrepasado el nivel de juego interesante y divertido. La pregunta que muchos se están haciendo hoy en el mundo, en particular en Francia, los Estados Unidos y el Japón, es si las "máquinas pensantes" ya están entre nosotros. Si bien el optimismo inicial de algunas predicciones está aún muy lejos de poderse confirmar, sería imprudente pretender fijar límites a lo que el hombre puede obtener de la máquina. Al menos esto es lo que piensa uno de los grandes especialistas en la materia, el filósofo Jacques Bouveresse, profesor de La Sorbona de París y uno de los muchos articulistas que han contribuido al recién abierto debate en diversos medios de la prensa francesa, como la revista especializada La Recherche.
Son muchas las personas que se indignan cuando se les plantea la posibilidad de que se puedan fabricar máquinas inteligentes. Gran número de filósofos creen todavía que es posible demostrar que ciertas capacidades y actividades humanas no pueden, por razones a priori, ser reproducidas por esas máquinas pensantes. Sin embargo, las afirmaciones que se creía podían ser proferidas en forma categórica sobre las pretendidas limitaciones intrínsecas de las máquinas, han sido tantas veces refutadas por progresos ulteriores que, según aconseja Bouveresse, sería mejor afrontar la cuestión con mucha más prudencia que en el pasado.
Uno de los primeros aspectos analizados en el debate es el de los computadores, que aunque es evidente que se encuentran aún lejos de confirmar los pronósticos y de volver realidad las esperanzas de los científicos más entusiastas, han alcanzado de todos modos niveles sorprendentes y están en capacidad de hacer cosas que los filósofos más escépticos consideraban imposibles para una máquina. En contra de lo que piensan muchos profanos, los computadores están capacitados para llevar a cabo hazañas excepcionales en juegos como las damas o el backgammon, están a punto de convertirse en muy dignos jugadores de ajedrez, pueden efectuar demostraciones inéditas y sorprendentes de teoremas matemáticos y, como si fuera poco, sostener una conversación sofisticada en un lenguaje relativamente natural con un interlocutor humano, sobre un tema convenientemente limitado.
Consultados, por ejemplo, en el terreno de la medicina, están preparados, llegado el caso, para razonar tanto o mejor que expertos humanos corrigiendo y mejorando incluso sus diagnósticos y sus métodos. En fin, aquellas aptitudes esencialmente prácticas, en las cuales la intuición o el juicio juegan un papel decisivo, no parecen ya estar completamente por fuera de sus alcances, como se suponía hasta hace muy poco tiempo.
Jaque mate
Los teoremas sobre la limitación fueron profusamente utilizados en una época, para intentar demostrar que un ser humano podía hacer cosas que ninguna máquina podría hacer jamás. En el caso del ajedrez, por ejemplo, se consideraba imposible que una máquina lograra un día enfrentar al hombre y construir en su "cerebro" una estrategia completa para ponerlo en jaque y finalmente darle mate. Hoy en día se considera que, teóricamente, esta máquina podría existir, pero exigiría una potencia y una capacidad de cálculo tan colosal que no parece imaginable que se fabrique en un futuro. Sin embargo, la máquina que de hecho si se ha podido construir y hasta se ha comercializado, es aquella que puede enfrentar a un ser humano en un tablero de ajedrez, afrontando cada jugada con base en riesgos razonables en una situación de relativa incertidumbre, o sea, precisamente como un ser humano afronta un juego de ajedrez. Este punto resulta particularmente interesante, porque ese riesgo y esa incertidumbre relativa demuestran, según algunos investigadores, que una máquina puede simular la inteligencia humana, reproduciendo no sólo el saber sino también, en cierto modo, la ignorancia y la forma adecuada de utilizarla, como sucede con el cálculo de un riesgo por parte de cualquier humano.
Actualmente, ni los partidarios ni los adversarios de la inteligencia artificial disponen de argumentos contundentes. Pero entre los adversarios, la argumentación no se basa exclusivamente en considerar imposibles ciertas hazañas por parte de un computador o de una máquina determinada. Las críticas planteadas por filósofos como Hubert Dreyfus dan la impresión de contener tanto objeciones de principio como simples llamados de alerta sobre la forma supuestamente inadecuada como hasta ahora se están llevando a cabo las investigaciones que, según Dreyfus, pueden terminar en un fracaso de grandes proporciones.
En una reciente entrevista, Dreyfus admitía la posibilidad de que un computador realmente inteligente pudiera existir un día. Pero, según él, esto sólo podrá ser cierto a partir del momento en que los investigadores se dediquen realmente al problema de la simulación del conocimiento usual, como aparece ejemplificado en el comportamiento humano más ordinario. Y para alcanzar este nivel en las investigaciones, Dreyfus sostiene que hacen falta no 300 años, como creen algunos, sino 3 mil.
Bouveresse explica por su parte que estas opiniones de Dreyfus son perfectamente válidas y razonables, ya que es necesario oponerse a los castillos en el aire construidos por quienes creen estar a punto de comprender la verdadera naturaleza de cosas como la percepción, la memoria, la comprensión o el conocimiento, simplemente porque disponen de programas relativamente simples, capaces, según ellos, de simular adecuadamente actividades tan extraordinariamente complejas como las antes citadas. Pero, agrega Bouveresse, desde el punto de vista del filósofo, es bueno decir que el problema del tiempo no es el que está en discusión, pues poco importa si el reto de la inteligencia artificial se vence en 300 o en 3 mil años, si de todas formas se acepta que no existe impedimento alguno, lógico o conceptual, para alcanzar esa meta.
Homo sapiens y homo sentiens
Se creyó durante mucho tiempo que las actividades humanas más difíciles de reproducir artificialmente debían ser las más intelectuales y las más abstractas. Pero hoy se sabe que esto no es cierto. Un conocimiento altamente teórico que puede hacerse explícito bajo la forma de un conjunto determinado de reglas formales es mucho más fácil de simular que una aptitud eminentemente práctica, como por ejemplo el conocimiento del lenguaje. Además, las capacidades perceptivas del hombre se han mostrado mucho más refractarias a ser programadas, que algunas de sus aptitudes intelectuales más sofisticadas.
Otro investigador, Keith Gunderson, ha propuesto en el debate que se distingan las características del espíritu humano que pueden prestarse a ser programadas y aquellas que se resisten a serlo. Los logros más importantes de la inteligencia artificial se han alcanzado esencialmente en el terreno de la simulación del comportamiento del homo sapiens, y los fracasos y errores más espectaculares se han dado en el terreno del homo sentiens. Los adversarios de la inteligencia artificial han concluido con base en lo anterior que la conciencia y la afectividad constituyen el último bastión que las máquinas "pensantes" no podrán jamás conquistar. Una máquina llegará quizá a pensar, pero ciertamente nunca a sentir ni a experimentar dolor o emociones.
El dolor, por ejemplo, no es un estado que pueda definirse de manera puramente funcional. Es susceptible como todos los estados de este tipo, de manifestarse o realizarse de muchas maneras diferentes. Se define ante todo por una cualidad fenomenológica que puede o no estar presente, pero que de ningún modo puede ser simulada, como sí puede simularse el comportamiento del hombre que está sufriendo. La conclusión que obtienen algunos investigadores de la anterior observación no es, sin embargo, que las particularidades del homo sentiens constituyan un dominio definitivamente cerrado, sino más bien que el problema del sentimiento no es de programación de la máquina sino de material o, dicho en el lenguaje de los ingenieros de sistemas, de hardware.
En fin, el debate sobre la inteligencia artificial apenas está comenzando y parece aún lejano el día en que se puedan emitir juicios concluyentes. Sin embargo, el hecho de que incluso los filósofos, otrora el gremio más reacio a aceptar la posibilidad de que un día se fabricaran "máquinas pensantes", le estén metiendo cabeza al asunto, revela hasta qué punto la humanidad puede estar a un paso de doblar una esquina trascendental en su historia. Para bien o para mal.--