Especiales Semana

¿Lo cuento o no lo cuento?

Mientras que para algunos activistas LGBT hacer pública la orientación sexual es sumarse a una lucha política por la igualdad, para otras personas es abrirse las puertas a la discriminación.

25 de junio de 2011

Cuando una persona acepta que tiene una orientación sexual distinta a la heterosexual, una de las preguntas que sigue es: ¿lo hago público o me lo reservo? Quienes optan por esto último, suelen hacerlo para evitar el rechazo y la sanción social. Según Mauricio Albarracín, abogado y activista, salir del clóset es difícil en la medida en que la persona no tiene claro si van a despedirla de su trabajo o si sus compañeros van a ridiculizarla. Si no tiene condiciones para hacerlo o siente miedo, agrega, es legítimo seguir adentro.
 
“Esto cambiará el día en que en los colegios se hable abiertamente de la homosexualidad y que las empresas digan y acepten que ser gay es normal. La gente necesita respaldo social y mensajes claros de que sin importar su orientación sexual sus derechos siempre van a ser protegidos”, enfatiza Albarracín. Sin embargo, como dice Miguel Rueda, psicólogo clínico especialista en diversidad y población LGBT, cuando las personas salen del clóset se quitan un peso de encima, porque el problema de aceptar la orientación sexual ya no es de ellos sino de los demás. “Saben que si están con una pareja ya no tendrán que inventar que es el primo o un amigo”, enfatiza.
 
Según Albarracín, quienes cuentan con las condiciones familiares y económicas para revelar su orientación tienen el deber moral de mostrarles a las nuevas generaciones que la población LGBT puede reclamar sus derechos y ser feliz. “Aunque en unos años este tema va a ser completamente irrelevante, ahora tiene un importante valor político”, completa.

Para Edwar Eugenio Hernández, psicólogo y secretario de Reddes (Red Interuniversitaria por la Diversidad de Identidades Sexuales), hacer pública la orientación sexual es fundamental porque la cultura se cambia en la interacción cotidiana y la presencia abierta rompe con las ideas inculcadas sobre lo que es ser gay, lesbiana, bisexual o transgenerista. “Al salir del clóset se acaba con la autodestrucción que genera ser discriminado. Es una forma de ratificar que el mundo está lleno de personas diferentes y que no existen rótulos suficientes para describirlas. Es un acto de resistencia en la medida en que se cuestionan las estructuras dominantes con la presencia de la diferencia”.
 
No obstante, activistas como Hernando Muñoz, docente de la Universidad de Antioquia, consideran que esta debe ser una decisión libre y según las circunstancias personales. Es tan legítimo salir como quedarse adentro, especialmente cuando se forma parte de familias muy conservadoras y la persona depende de esta. “Aunque debo decir que para mí ha sido vital para transformar imaginarios y para que la gente cambie los estereotipos”, agrega.
 
Lo importante, explica María Elena López, psicóloga de familia, es que antes de tomar la decisión la persona imagine los dos escenarios posibles: qué pasaría si lo asume públicamente y qué en caso contrario. “Si opta por lo primero, es importante que se fortalezca para entender que puede presentarse discriminación, rechazo o falta de aceptación, pero también la posibilidad de asumir una vida plena y emocionalmente más saludable”.