Especiales Semana

LOS 90'S<BR>LA UNION HACE LA FUERZA

Tres grandes bloques geográficos son los que dominan ahora la economía mundial.

26 de febrero de 1990

A partir de este número SEMANA presentará periódicamente a sus lectores investigaciones de fondo sobre temas especializados.Comenzamos con un informe sobre las tendencias de la economía mundial en la década que comienza y sus repercusiones para la economía colombiana,realizado por la sección:económica de SEMANA, con la colaboración de Nicolás Botero y María José Ramírez.

LA UNION HACE LA FUERZA
El mundo, sencillamente hablando, ya no es lo que era. Antes era fácil decir quién mandaba y quién obedecía. En una época fue Roma. En otra se turnaron el poder los imperios europeos. Y en este siglo la batuta la llevaron los Estados Unidos.
Pero ahora la cosa ya no es tan clara. Y en los noventa lo será mucho menos. Porque ahora el mundo se apresta a dividirse en bloques relativamente equilibrados. Por una parte, Europa; por otra, Norteamérica, y finalmente, la Cuenca del Pacífico, la más enigmática de todas. La suerte de cada bloque estará atada a la de los otros dos. Los avances en la tecnología han permitido que en materia de finanzas y comercio internacional lo que hoy en día sucede en Nueva York repercuta inmediatamente en Tokio y en Londres.
Pero, como siempre, habrá países por fuera del club de los elegidos. El caso más dramático es el de América Latina, una región que perdió, en la década pasada, la oportunidad de subirse en el bus del progreso. Y así estarán los países de Africa y del sur de Asia. Los análisis indican que lo más probable es que con el correr de los años la brecha entre ricos y pobres se aumente.
Porque para los ricos las cosas no pintan nada mal. Tómese, si se quiere, el caso de Europa. En la década de los setenta, el viejo continente había perdido toda esperanza de renovación y había sido contagiado por males como el desempleo y la recesión económica. Pero en 1985 un francés visionario y un inglés pragmático le dieron nueva vida a un esquema que llevaba casi 20 años de existencia.
Jacques Delors y Lord Cockfield le vendieron a los jefes de Estado de los países miembros de la Comunidad Económica Europea una idea totalmente ambiciosa: para 1992 las 12 naciones de la CEE deberían estar plenamente integradas en materia financiera, comercial y de empleo.
Semejante objetivo suponía la adopción de cientos de normas por parte de los parlamentos de cada país. Algunas, como la del empleo, ya entraron en vigor, y antes de que nadie se diera cuenta el proyecto de Europa 92 se volvió una realidad. El efecto, hasta ahora ha sido impresionante. El crecimiento económico de la CEE en la segunda mitad de la década pasada fue el mejor en los últimos 20 años. La calidad de vida mejoró notablemente y rivaliza con la de los países escandinavos o el mismo Estados Unidos.
Todo se basa en el impulso que generan 320 millones de consumidores con capacidad y libertad de gastar. Algunas proyecciones para esta década sostienen que, como consecuencia de la CEE, la producción regional crecerá a tasas del 3.5 por ciento anual y se crearán un millón y medio de empleos adicionales cada año. En ese escenario los más favorecidos deben ser Alemania Federal y Francia, aunque la tendencia general será a la nivelación de todas las economías por lo alto.
Tales cálculos se hacen sin tener en cuenta la integración eventual de Europa Occidental con Europa Oriental. Los cambios recientes en las naciones del Pacto de Varsovia y los efectos esperados de la perestroika en la Unión Soviética deberían darle más vapor todavía al viejo continente. Los más optimistas hablan incluso de la entrada eventual de Hungría y Polonia en la Comunidad Económica Europea, algo impensable hace apenas unos meses.
Lo anterior no quiere decir que Europa las tenga todas consigo.La CEE, por ejemplo, debe definir pronto si adopta una misma moneda o no. También es necesario conocer la actitud de los países más ricos ante el flujo eventual de inmigrantes provenientes de Europa Oriental, Turquía o Africa.
Pero a pesar de esos interrogantes, la verdad es que la década de los noventa se le presenta llena de posibilidades al viejo continente. Si nada imprevisto pasa, la cuna de la civilización occidental verá reverdecer sus laureles.
En cambio, no se puede decir lo mismo de Norteamérica. A pesar de que los Estados Unidos conservan todavía el poderío militar más grande de la Tierra, en materia económica las derrotas son continuas. Cientos de sus empresas más conocidas han sido adquiridas ahora por inversionistas europeos o japoneses. El país que durante los últimos años tuvo una respuesta para todo, cada vez se enfrenta a más interrogantes.
Eso no quiere decir, ni mucho me nos, que Norteamérica esté en decadencia. Simplemente que ahora le toca compartir el liderazgo. En realidad, el norteamericano medio es hoy en día más rico que nunca. La duda es si en el mediano plazo ese nivel de bienestar se va a mantener.
Por ahora, una de las respuestas de Washington ha sido también la creación de un bloque comercial. Este comprende a Estados Unidos y Canadá, dos naciones que planean estrechar aún más sus vínculos actuales. Sin ser tan ambicioso como el plan europeo, el esquema norteamericano implica la conformación de un bloque que incluye a dos de las economías más grandes del mundo. El tiempo dirá si en este reducido club se incluye a México, el vecino pobre del sur.
La ventaja norteamericana radica en su tradición empresarial y en la distancia relativa que tiene sobre sus demás rivales. Además, a diferencia de lo que sucede en Europa o Asia, e] nuevo continente tiene espacio de sobra para crecer, en todos los sentidos. Desde hace años, uno de los factores de más fortaleza de los Estados Unidos ha sido su calidad de país de inmigrantes. Estos han renovado la sociedad y se han constituido al mismo tiempo en un factor de crecimiento económico. El impulso de la inmigración pude continuar todavía.
Los análisis hechos sobre Canadá revelan que este país podría contener diez veces más gente de la que tiene en la actualidad (26 millones de personas), sin que la densidad poblacional (número de habitantes por kilómetro cuadrado) se acerque siquiera a la de ciertos países de Europa.
El peligro para Norteamerica es lo que los analistas conocen como "la decadencia del imperio". Los índices de calidad educativa en los Estados Unidos son los peores del mundo desarrollado. Si esa tendencia se mantiene es claro que la región no tendría el capital humano para responder al desafío de los otros bloques.
En cambio, si hay algo que existe en la Cuenca del Pacífico es capital humano. Sin materias primas y sin recursos naturales, los orientales han logrado encaramarse a la cima de la economía mundial, a punta de hacer bien las cosas.
Esta región seguira siendo el centro de las grandes oportunidades de in versión. Liderada por Japón y los cuatro "pequeños dragones" (Singapur, Taiwan, Hong Kong y Corea del Sur) tendrá en los noventa un mercado casi tan grande como los de Norte américa o Europa.
En la década pasada el ingreso por habitante de los países mencionados se duplicó. Las exportaciones crecieron fuertemente, llegando a competir en prácticamente todos los mercados del mundo. En el caso de Japón los continuos superávit comerciales le han dado un poderío financiero inigualado. Hace diez años, solamente uno de los diez bancos más grandes del mundo era japonés. Hoy en día todos lo son.
Y qué decir de Corea del Sur o de Taiwan. Estos países producen desde textiles hasta microprocesadores, pasando por automóviles y electrodomésticos. Sus tasas de ahorro son las más altas del mundo, lo que permite financiar la inversión productiva.
Como si lo anterior fuera poco, más países van a ingresar a la lista. Tailandia y Malasia son ahora las grandes estrellas en una región en donde no es raro que una economía crezca a más del diez por ciento anual. Un poco más al sur se encuentran países con posibilidades, como las Filipinas, o naciones que se van a beneficiar del boom económico de la región, como Australia y Nueva Zelanda.
La región también está llena de incógnitas. La más grande es China, un país que al contar con una quinta parte de la población del mundo tiene inmensas posibilidades económicas. Durante buena parte de la década pasada, las reformas en la nación comunista produjeron cambios importantes. Sin embargo, la represión a la rebelión estudiantil del pasado mes de mayo obligó a un alto en los cambios. Aunque la cúpula dirigente de Beijing ha dicho que el curso se mantiene, los inversionistas extranjeros todavía están a la expectativa.
La actitud futura de China también condicionará la suerte de Hong Kong una de las economías más brillantes del área. Según los tratados internacionales el actual protectorado británico pasará a manos de China en 1997. La cercanía a esa fecha ha producido una virtual estampida hacia sitios políticamente más seguros, como Vancouver, en Canadá, u otras naciones del Pacífico.
Si se incluyen en la cuenca los países de América que tienen costas sobre dicho océano, la región no sólo sería una de las más pujantes del mundo, sino que concentraría cerca de la mitad de la población y produciría más del 60 por ciento del total de bienes y servicios del mundo. La fortaleza del área puede ayudar no sólo a Norteamérica, sino a los países del sur del continente que hoy en día parecen no tener salida. El más agresivo en ese sentido ha sido Chile, pero tampoco se pueden descontar los esfuerzos de Colombia, México y Perú.
Son precisamente estos países los que ahora están buscando un rumbo. El fracaso de los intentos de integración regional ha producido una confusión generalizada. Mientras que algunos son partidarios de jugársela toda a Norteamerica, otros sostienen que no es aconsejable poner todos los huevos en la misma canasta. Pero mientras las discusiones continúan, es imposible disimular esa sensación de parias en la economía internacional. América Latina tuvo su cuarto de hora en los años sesenta, pero lo dejó pasar. Ahora el reloj es propiedad de otros.