Especiales Semana

Mala pata y buen futuro

El Atpa está beneficiando a los textileros antes que a los confeccionistas. En 2003 estos beneficios arancelarios se harán sentir en los balances de las empresas.

28 de abril de 2003

Dos vertiginosas fuerzas externas en sentido contrario afectaron la industria textil y de confecciones en 2002. Hacia abajo empujó la crisis venezolana. Hacia arriba jaló el ingreso al Atpa. El mercado interno estuvo deprimido. Y el resultado final fue un año regular pero con perspectivas interesantes en el futuro inmediato.

Así lo revelan los resultados de las cuatro textileras que figuran entre las 100 más grandes: Coltejer, Textiles Fabricato Tejicondor y Enka de Colombia S.A. Las dos primeras, que bajo el régimen de la Ley 550 habían logrado acuerdos con sus acreedores para diferir sus deudas hasta 20 años, dieron utilidades operacionales iguales o menores que las de 2001. Sin contar las pensiones de jubilación Coltejer incluso subió su ganancia operacional 54 por ciento frente a 2001 pero, por otro lado, recibió un golpe duro por la devaluación, pues tiene una considerable deuda en dólares. Fabricato, por otra parte, tuvo una caída grande en su utilidad operativa pero tuvo una utilidad final parecida a la del año pasado. Enka, que produce fibras sintéticas y otros derivados, tuvo un año duro con difíciles problemas financieros.

Para empezar, el mercado interno no ayudó. La mayor parte de la demanda por textiles está en Colombia, y con un crecimiento del PIB de apenas 1,65 por ciento en 2002, un desempleo alto y el consecuente deterioro del ingreso en los hogares, ésta estuvo débil. El último trimestre de 2002 tampoco fue bueno en ventas locales, según Iván Amaya, presidente de Ascoltex, el gremio de los textileros.

Pero el verdadero golpe que recibieron las grandes empresas de textiles fue la crisis venezolana. Según datos de la cámara de algodón, fibras, textiles y confecciones de la Andi, en el año pasado las exportaciones de textiles y confecciones al vecino país cayeron en 30 por ciento. En Venezuela los clientes estuvieron temerosos de comprar porque no sabían si podrían pagar ante la escasez de divisas y bajaron las compras incluso más allá de lo que indicaba el mercado.

Los textileros colombianos se movieron con rapidez y lograron hacer algunos cruces para resolver el tema cambiario y luego, con la creación de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) en Venezuela, se dictó la resolución que incluyó a algunos textiles, pero no todos, entre los productos prioritarios de importación con divisas asignadas. No obstante, según cálculos de Ascoltex, los textileros y confeccionistas colombianos a la fecha tienen 28 millones de dólares de cartera pendiente de cobro en Venezuela. "Esperamos que finalmente todos los textiles y confecciones entren en la lista de prioridades y se normalice la situación con Venezuela", dice Carlos Alberto Beltrán, de Coltejer.

Sin embargo no todo fue tragedia en el mercado externo. Al contrario, los textileros han venido compensando el bajón de Venezuela con la entrada en vigencia, desde el primero de octubre de 2002, de un Atpa extendido, que les permite a los textiles y confecciones colombianas entrar sin arancel a Estados Unidos. Según cifras de la Andi en 2002 se alcanzaron a exportar 10 millones de dólares bajo Atpa, y, una encuesta que no incluyó la totalidad de las empresas exportadoras de este sector, revela que entre enero y febrero de este año ya se exportaron otros 22 millones de dólares.

El mayor impacto del Atpa para las textileras no se ha dado por la exportación directa de textiles o el aumento en las confecciones, pues esto va a requerir algún tiempo de ajuste para ampliar la capacidad de producción de las empresas. Lo que sucede es que, como quedó redactada la norma, los confeccionistas colombianos que quieran gozar del beneficio impositivo deben utilizar telas estadounidenses o andinas. Esto los ha obligado a sustituir las telas que antes importaban de China, Corea y otros países orientales, y de Brasil, por telas colombianas, lo que ha jalonado con fuerza al sector textil. Este es el efecto más inmediato del Atpa. Por estos días las grandes compañías textileras del país andan en plan de homologar sus productos. Esto es, lograr que las grandes casas importadoras de ropa de Estados Unidos certifiquen la calidad de sus telas, de manera que los confeccionistas colombianos las puedan usar para hacer las prendas que exportan bajo el Atpa.

El primer trimestre de 2003 fue flojo para las grandes empresas de textiles, pero podría ser el último. En breve, cuando todos sus productos ya estén homologados, se sentirá con fuerza el despegue. Carlos Alberto Beltrán, presidente de Coltejer, calcula que este año exportará 40 millones de dólares, frente a 28 del año pasado.

Las compañías del sector están adaptándose rápidamente a las nuevas ventajas. Según Carlos Eduardo Botero, presidente de la cámara de textiles y confecciones de la Andi, sector privado y público han nombrado gerentes Atpa en Medellín y Pereira. En Manizales, Ibagué y próximamente en Bogotá hay comités de gerencia Atpa que buscan incentivar la inversión y producción en Colombia con miras a acrecentar la cuota colombiana en el mercado de consumo de confecciones y textiles en Estados Unidos, que es gigante (de 60.000 millones de dólares al año). Hoy en día los países andinos apenas tienen 1 por ciento de participación. El potencial es, sin duda, enorme.