Especiales Semana

María Isabel Urrutia

Ella demostró que ganar una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos no es un sueño inalcanzable para los deportistas colombianos.

Andrés Wiesner*
3 de diciembre de 2005

Sin contar a doña Petra y a doña Elvira, dos vecinas que llegaron después, 17 personas vieron en la media noche del 19 de septiembre de 2000, en un televisor de 14 pulgadas, desde un pequeño cuarto del barrio Mariano Ramos de la comuna 16 de Cali, la transmisión de Señal Colombia en la que Maria Isabel Urrutia, -tía, hermana, prima, vecina e hija de los televidentes- levantó de envión una barra de 135 kilogramos en la categoría de los 75 kilos del levantamiento de pesas y se convirtió en la primera colombiana en alcanzar el puesto más alto del podio en unas justas olímpicas. Fue por sus cinco títulos mundiales -Sarajevo (1990), Alemania (1991), Turquía (1994), China ( 1995) y Polonia (1996)- y más de15 medallas de diferentes metales en competencias internacionales, que María Isabel tuvo el orgullo de portar la bandera nacional el día de la inauguración de los juegos de Sydney, Australia. Ese ya era un sueño cumplido y tal vez fue un buen augurio para que siete días después, esta atleta, nacida en Candelaria, Valle del Cauca, el 25 de marzo de 1965, coronara la medalla de oro número 12.884 de los Juegos Olímpicos y dejara grabado el nombre de Colombia en las listas doradas. Esta medalla llevó a María Isabel Urrutia a convertirse en el personaje del año 2000 en Colombia, y en la deportista del año en Latinoamérica. Una victoria fue el final de un largo camino que María Isabel comenzó a recorrer a los 13 años, cuando corría por la grama del estadio Pascual Guerrero y lanzaba el disco y la bala representando a la Liga Infantil del Valle. Un premio luchado desde las pistas de los estadios de los Bolivarianos y Suramericanos cuando en selecciones nacionales juveniles lanzaba una jabalina que parecía nunca iba a caer. Otra satisfacción como la del día aquel en que se graduó como educadora física de la Universidad Adventista, de Medellín, y demostró que para ser deportista profesional no toca dejar el estudio. Sueño que empezó a convertirse en realidad cuando María Isabel se dedicó a las pesas, y su fuerza sobrenatural no encontraba límites. A su llegada de Australia, ya era el ídolo de un país. Más allá de eso, la esperanza de la población afrocolombiana y la comunidad deportiva, las que dos años después la eligieron como su representante a la Cámara de Representantes con una votación de 10.447 votos. Ahora, desde la oficina número 536 B del edificio nuevo del Congreso de la República, lejos de la tierra que la vio crecer como deportista, luciendo un sastre en lugar de una sudadera, la negra de oro lucha por conseguir apoyo para los deportistas colombianos y que estos mejoren sus condiciones. Un reto pesado, de los que ella está acostumbrada a superar. *Periodista de Conexión Colombia y SEMANA