Hace más de un siglo que los nuevos profetas anuncian la muerte de Marx y el fin del marxismo. Hoy aún, después del cambio de la moda intelectual de los años setenta, aprovechando situaciones intolerantes y ciertamente inadmisibles (Camboya, Polonia, Gulag, etc.), algunos ceden a la tentación de tratar a Marx como un "perro muerto", como el verdadero instigador y responsable de todo eso.
La marxofobia--con el apoyo de los medios de comunicación y de los partidos comunistas se ha convertido en el gran miedo de la ideología de nuestra época: los nuevos marxófobos. Como los antiguos, se definen negativamente por miedo al que consideran como el responsable de los males de la humanidad. Asimilando demasiado fácilmente "pensar y "dominar", ellos reproducen la imagen de Marx en tanto que hombre de poda, confirmando así la idea que se hacen, por otras razones, los marxólatras. Lo que es evidente que los nuevos marxófobos sean menos marxocéntricos que los viejos marxólatras. Los antiguos neófitos del marxismo de los años sesenta escupen hoy sobre el cadáver de su maestro; fenómeno viejo, bastante banal y poco excitante.
Sin embargo, Marx no es un cadáver embalsamado. Su obra, si es considerada como una teoría terminada, dará siempre lugar al debate sobre el totalitarismo. A pesar de todo, Marx era el último en aspirar a dogmas, esquemas pre-establecidos o en querer parar la historia centrándola alrededor de su persona. Marx se mostró siempre como un hijo del pensamiento critico radical europeo, un hijo de Spinoza, rechazando toda determinaclón exterior al hombre. La unidad y la cohesión del conjunto se realizan através de la libertad soberana de sus elementos. Este principio lo lleva a comprender el Estado como una forma de opresión, pero cuya naturaleza y su fuerza debían ser buscados en la estructura de la división de la sociedad en clases.
El Estado es la forma de opresión del capital. Se dedujo, naturalmente, que el cambio no podía venir del Estado, puesto que el Estado no tenía substancia propia, sino del frente social, de las relaciones sociales, de los movimientos sociales de la base. Este descubrimiento de Marx que sitúa la política como complemento de lo social, fue ignorada durante mucho tiempo por los marxistas quienes, además, invirtieron las prioridades: -pusieron la política primero y, sobre todo, centraron sus esfuerzos exclusivamente en la conquista del poder político. Todo eso ha conducido a los excesos y a las reacciones de rechazo que conocemos.
Marx era sobre todo un espiritu crítico radical, lejos de toda religiosidad. ¿Qué relación podría tener este espíritu con los que hoy dicen inspirarse en él? En los países y en los organismos que dicen inspirarse en Marx hoy, toda diferencia ideológica, por pequeña que sea, es sancionada, incluso hasta el aplastamiento total: así los psiquiátricos, trabajos forzados, regímenes militares, guerra de exterminación. Eso muestra que la ideología ya no es el reflejo de las relaciones sociales, como lo pensaba Marx, sino que se ha convertido, ella misma, en una relación social.
La obra de Marx no es el evangelio.
Marx se ocupó de los problemas de su época y de su sociedad; él deseaba la reabsorción del Estado en la sociedad, la desaparición del Estado en provecho de la emancipación total de la sociedad. Hoy en los países llamados socialistas sucede exacta mente lo contrario: la sociedad se encuentra completamente absorbida por el Estado.
Me parece que si hay algo interesante y fértil en el marxismo no se debe buscar en los movimientos históricos que dicen inspirarse en ese pensamiento sino más bien, en el paradigma del pensamiento y del método de Marx. El interés que nosotros tenemos por un pensador no viene de las respuestas que él nos suministra sino de los interrogantes que nos sugiere y a los cuales, él mismo no logró responder.
Marx no es el dogma, la seguridad, sino la preocupación continua, la angustia permanente, es espíritu catalítico, el análisis radical que hace aparecer las fuerzas de la perversión y de la subversión. La áctual crisis económica internacional conlleva la del marxismo, en la medida en que éste fue interpretado desde comienzos de siglo como una teoría de crecimiento de fuerzas productivas.
Hoy, el momento histórico es único para volver a la tradición radical del cambio cualitativo y naturalmente, el paradigma de Marx podría ser útil. -
"MARX NO ES EL EVANGELIO"
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