Especiales Semana

Más allá del reglamento

El éxito de la educación, más allá de los controles, está en la confianza.

Jorge Patiño*
21 de junio de 2009

"No lo vuelvas a hacer, 'Bayonita'", le dijo don Agustín Nieto Caballero, cofundador y rector emblemático del Gimnasio Moderno a Juan Carlos Bayona, un niño que acababa de cometer una falta. Cuando Nieto entró al salón donde estaba el joven infractor, éste, a pesar de los nervios, no tuvo más que reconocer su error. Pero al contrario de lo que Bayona esperaba, no recibió un fuerte regaño o una sanción disciplinaria. Don Agustín, en cambio, lo llevó a almorzar a su casa y pudieron hablar al respecto. Eso sí, quedó el compromiso de no volver a descarriarse.

Hoy, Juan Carlos Bayona no es simplemente 'Bayonita', sino el rector del Gimnasio Moderno, y ocupa la silla del hombre que lo amonestó con una invitación a almorzar pero, sobre todo, de quien le enseñó que la mejor disciplina es la que nace de la confianza. La responsabilidad de Bayona no sólo consiste en ocupar un cargo, sino en continuar un modelo de enseñanza que si incluso hoy parece condescendiente y excesivamente amable, en 1914 fue una verdadera revolución.

Y como el cambio, así sea para bien, siempre ha encontrado quien se le oponga, en un comienzo las cosas para Nieto Caballero no fueron fáciles. Educado en Europa y Estados Unidos, tuvo contacto con los métodos de pedagogos como John Dewey, Ovide Decroly y María Montessori, así como con el movimiento de la Escuela Nueva, surgido en Europa a finales del siglo XIX que no veía con buenos ojos el exceso de memorización, la enorme distancia en la relación entre maestros y estudiantes, y el autoritarismo. Por eso, proponía que los alumnos fueran más activos y pudieran desarrollar sus propios intereses. Eso, en tiempos en que los que cualquier innovación llegaba a Colombia a un ritmo más lento que ahora, en una sociedad en la que persistía la creencia en que "la letra con sangre entra" y otras similares.

Óscar Saldarriaga, director del departamento de historia de la Universidad Javeriana y profesor de historia de la pedagogía, dice que la disciplina de confianza "ahora no aparece como un método particular sino que es un punto de partida de sentido común aceptado por todos lo maestros". Esto, de alguna manera, es un triunfo de la confianza como factor fundamental en la educación, particularmente en el lazo que hay entre docentes y estudiantes.

Sin embargo, la confianza no es un método ni un fin en sí misma, sino parte fundamental de la educación. Bayona cree en este concepto más allá de las aulas y dice que la confianza es serle fiel a una de las características esenciales de la naturaleza humana, dice el rector.

Casi un siglo después de que Agustín Nieto Caballero introdujo al país de la disciplina de confianza, las ideas de este maestro han hecho carrera. Pero ante las realidades actuales pueden quedarse cortas. En la Colombia de entonces los estudiantes eran actores más o menos homogéneos dentro del sistema educativo. Era más fácil tener confianza en un niño que era admitido en un plantel con una serie de condiciones de comportamiento previamente establecidas que, de todas maneras, eran más estrictas que las actuales. La confianza tenía un valor pedagógico en el sentido de entender al niño como un ser con capacidades de formación muy amplias y que había que aceptar su personalidad. Esa aceptación de la personalidad, claro está, venía dada dentro de los parámetros de la época.

La Constitución del 91 tiene como uno de sus ejes principales el respeto de las diferencias. Eso, sin duda, también toca a la educación que, después de la familia, es el principal peldaño en el camino de convertirse en ciudadano. Para Saldarriaga, el énfasis en la confianza después de la Carta del 91 ha invertido la relación de poder entre estudiantes y docentes. Los niños pueden poner una tutela a sus maestros por no respetarles su estética. "No es que la confianza se haya acabado sino que entró en una nueva etapa porque se acepta al niño como parte de una cultura", dice. Además, existen circunstancias que han dejado de ser vistas como una falla de disciplina, por ejemplo una estudiante embarazada, para ser tratadas como parte de una problemática social en la cual los jóvenes están inmersos.

El legado de la disciplina de confianza tuvo efectos fuera de las aulas. "Se necesitó que la sociedad cambiara para estar a la altura. En Colombia entre los años 20 y 60 el país se volvió más complejo para implementar la confianza y era necesario cambiar las instituciones y los valores", explica Saldarriaga. Las cosas han cambiado mucho desde los tiempos de Agustín Nieto Caballero y ahora existe se reconoce, por ejemplo, a la personalidad de la comunidad Lgbt (aunque siguen existiendo muchas prevenciones al respecto), a la apariencia, a las costumbres y credos, entre otros, que en 1914 eran impensables para una sociedad muy conservadora.

La confianza, que en su momento fue parte de una revolución para dar más autonomía a los estudiantes y para acercarlos a sus maestros, ahora tiene otra dimensión, la de resolver los conflictos. En medio de tanta diversidad, los roces son inevitables y como la solución no pasa por expulsar al estudiante o imponerle algún otro castigo (según la falta cometida), es necesario que intervenga algún consejero escolar, el personero estudiantil u otro órgano de gobierno escolar.

Cada día, por el sistema educativo colombiano pasan unos nueve millones de niños. Por más que las instituciones relajen ciertas costumbres o por más apertura que haya en los colegios, los que siguen llevando la batuta son las directivas y el cuerpo docente.

"Una institución educativa a su modo también es unilateral. Debe aspirar a tener una relación de interlocutores válidos los unos con los otros, pero no necesariamente es democrática", dice Juan Carlos Bayona, quien aclara que cuando hay una situación extrema, que requiera sacar a un alumno, lo que propone es dejar las puertas abiertas para que el estudiante vea otros modelos de educación, piense un poco y, si quiere, vuelva a su antiguo colegio. Incluso en medio de una sanción, la confianza permite retomar el camino o elegir libremente otra manera de hacer las cosas. Claro está, eso tiene consecuencias, y asumirlas forma parte de aprender a vivir.
 
* Editor de especiales de SEMANA