Especiales Semana

MEXICO SE RAJA

El asesinato de Luis Donaldo Colosio confirma que México se parece a Colombia: guerrilla, narcotráfico y ahora terrorismo político.

25 de abril de 1994

SEGUN SU CONFESION, MARIO ABURTO MARTINEZ (conocido entre sus amigos como 'el muertero' por haber trabajado en una funeraria) había adquirido su revólver calibre 38 hacía unas pocas semanas, con el propósito exclusivo de asesinar al candidato presidencial del gobernante Partido Revolucionario Institucional de México. Y esa tarde del miércoles 16 de marzo, en un mitén de la campaña en la humilde localidad de Lomas Taurinas, cerca de la ciudad fronteriza de Tijuana, se presentó la ocasión ideal. Luis Donaldo Colosio era un hombre que gustaba del contacto directo con el pueblo, en un país en que las campañas políticas no encerraban ningún riesgo para los candidatos. Al fin y al cabo, el último asesinato político había tenido lugar en 1928, en medio de una época turbulenta. Los guardaespaldas, si los había, nunca tenían más trabajo que el de evitar que los abrazos sofocaran a su protegido.
Pero esa tarde todo cambió. Colosio habló, con su habitual fuerza durante unos 40 minutos a un público nutrido y entusiasta, y después, como era su costumbre, se dirigió por entre la gente hacia su automóvil. Dió la vuelta para saludar a un familiar residente en la ciudad y cuando se disponía a entrar al vehículo, Aburto se le acercó con el arma escondida. Le puso el revólver en la sien y disparó a quemarropa. Mientras Colosio se desplomaba, el asesino tuvo tiempo de volver a apretar el gatillo, esta vez hacia el abdomen de la víctima.
Capturado por la policía, que evitó fuera linchado por la multitud, Aburto se declaró "pacifista" y juró no revelar nada más, aunque lo torturaran. Entre tanto, el candidato era trasladado al Hospital General, donde fué operado durante tres horas. Al final, los periodistas apostados fuera del quirófano notaron que la esposa del aspirante presidencial se reunía con los cuatro cirujanos y con el obispo. Indicios fatales. Luego de 45 minutos, pudieron dar la noticia oficial: Luis Donaldo Colosio, de 44 años, el seguro próximo presidente de México, había fallecido víctima de un atentado.

BUSCAR UN SUCESOR
Aún sin recuperarse del dolor y del asombro, los mexicanos se encontraron con que su eterno partido de gobierno es tan absolutista que no existen en sus estatutos normas para escoger un sustituto. De hecho, desde la fundación de lo que hoy es el PRI, en 1929, el sucesor ha surgido invariablemente, cada seis años, del gabinete de su respectivo antecesor en el poder ejecutivo. Así se ha adjudicado el partido en forma ininterrumpida la victoria electoral.
El caso sin antecedentes planteado por la muerte de Colosio, obligará al PRI a elegir un candidato por fuera del gabinete, porque una disposición constitucional requiere que el agraciado no haya tenido cargos oficiales importantes por lo menos durante el semestre anterior a las elecciones. El más opcionado en esas condiciones es Ernesto Zedillo Ponce de León, el coordinador de la campaña de Colosio, porque el otro nombre lógico, Manuel Camacho Solís (el mediador en el caso de Chiapas) se descalificó sin quererlo al convertirse en una amenaza electoral en vida para Colosio . Pero al ser un país que ha vivido invariablemente la misma rutina política durante 64 años, México, sin importar quién sea el escogido para reemplazar a Colosio, ha sufrido un remezón de dimensiones difíciles de entender fuera de sus fronteras.

MAL COMIENZO
El actual presidente, Carlos Salinas de Gortari, inauguró un nuevo estilo de gobierno, el de un tecnócrata que se dedicó enérgicamente a enfrentar algunas de las lacras de la sociedad mexicana, como la corrupción, mientras hacía énfasis en el manejo de la economía, a la que aplicó una terapia de choque digna de Ronald Reagan o Margaret Thatcher. Pero las irregularidades de su elección en 1988, son señaladas como el comienzo de todos los males. El frente centroizquierdista de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas sigue sosteniendo que le robaron el triunfo. Hace exactamente un año fue acribillado el cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, en un episodio que oficialmente se explicó como una confusión en medio de enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes. El primero de enero de este año, la misma fecha en que habría de entrar en vigencia el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, surgió un movimiento guerrillero que llevaba años preparándose: el Ejército Zapatista de Liberación. Y hace dos semanas el secuestro del multimillonario empresario Armando Harp puso en primera plana que en México ese fenómeno ha adquirido proporciones preocupantes.
Lo de Colosio, sin embargo, es la gota que rebosó la copa, pues ya no deja dudas sobre el crecimiento de una violencia que de alguna manera, consciente o inconsciente, articulada o no, está dando al traste con ese país, considerado el mejor riesgo para los inversionistas extranjeros en América Latina.
Colosio era un candidato de gran popularidad, precisamente porque había manejado hasta hace meses el programa Solidaridad, destinado a atenuar los efectos sociales de las reformas económicas. Su programa tenía un acento especial en ese tema. Una de sus frases favoritas, que ahora sus dolientes traen a cuento entre lágrimas, era que "en los últimos años saneamos la economía. Ahora tenemos que pasar de la economía sana del país a la economía sana de la familia". El candidato colombiano Ernesto Samper Pizano, que le conoció en México, recuerda sus planteamientos en favor de los subsidios sociales en educación y vivienda. Como dijo un funcionario del gobierno mexicano que pidió conservar su anonimato, el escogido para reemplazarlo, por encima de cualquiera otra consideración, "debe asumir las banderas sociales que Colosio había adoptado ". Porque si no, "estamos liquidados".

EN BUSCA DE UNA RAZON
La interpretación inmediata apunta a que el crimen contra Colosio es consecuencia de la entrada de México al TLC (su supuesta puerta al Primer Mundo) o a que es un campanazo de alerta para los excesos del neoliberalismo, que ha saneado la economía de los países de América Latina favoreciendo a los más ricos y dejando atrás a los sectores más desprotegidos. La fórmula de "si los ricos tocan violín, los pobres por qué no van a bailar", se encontró en México de manos a boca con la realidad de que esos pobres reclamaban un lugar en una política económica autoritaria que los excluía. México puso a varios de sus ricos en la lista de los millonarios más opulentos del mundo, mientras las fórmulas de capitalismo salvaje a lo Ronald Reagan creaban nuevas tensiones entre las clases más desprotegidas.
Pero lo cierto es que, aunque la situación socioeconómica gravita sobre todo el proceso, y crea un clima favorable a la violencia, no es fácil decir que la pobreza, así sea generalizada, ocasione asesinatos.
Lo que sucedió en México es de una gran complejidad porque a los problemas socioeconómicos hay que sumar el narcotráfico (México es el mayor productor de heroína para el mercado estadounidense, el segundo de marihuana y el primer puente de entrada para la cocaína), la guerrilla, y, por encima de todo, la permanencia indefinida del PRI en el poder, que ha dado pie a la formación de una casta política corrupta y, por lo mismo, involucrada en negocios ilícitos de los cuales el narcotráfico no es la excepción.
Y es que México ha sido hasta ahora un país en el que la única posibilidad de acceder al poder es, desde hace 64 años, pertenecer a las filas del PRI y seguir con sumisión absoluta sus rígidas formalidades internas.

GUERRILLA Y NARCODEMOCRACIA
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional surgió entonces como una extraña reedición de los guerrilleros de los 60, en una época en que la caída del comunismo internacional hacía pensar a muchos que el guerrillero era un fenómeno superado por la historia. El EZLN nació de los problemas de tierras del empobrecido estado sureño de Chiapas, en un país que creía haber tenido su revolución en 1910, y produjo un efecto sorprendente, porque en pocas semanas, el 'subcomandante Marcos' se convirtió en un personaje de primer nivel de popularidad en el país. El gobierno de Salinas, empeñado en demostrar que el de los zapatistas era un brote aislado y sin importancia, hizo concesiones a un grupo que no consiguió un verdadero triunfo militar, demostrando, de paso, que la violencia es más rentable que esperar los favores de un sistema estatal ineficaz y corrupto.
La tradicional fortaleza del Estado mexicano quedó convertida en uno de esos eufemismos tan usuales en ese sistema político. Ese Estado "fuerte" no fue capaz de detectar un movimiento guerrillero que llevaba años en gestación. Por otra parte, del viejo Estado intervencionista que caracterizó al mexicano durante años, se ha pasado a un Estado neoliberal que ha privatizado gran parte de sus servicios y se ha alejado territorial y funcionalmente de la gente. Por último, en México todo se podía esconder: la corrupción, el narcotráfico, hasta la pobreza, porque México era, a los ojos de propios y extraños, una sociedad que se estaba reacomodando sin traumas de cara a su nuevo papel de país desarrollado.

Lo que se cuestiona hoy al gobierno de Salinas es que, aunque sus reformas económicas produjeron un saneamiento de la economía hasta tal punto que favorecieron la celebración del TLC, quedó atrás la reforma política que abriera el sistema a la oposición efectiva. Tantos años en el poder convirtieron al PRI en un foco de corrupción generalizada, de ahí que la mayoría de los observadores-mexicanos o no- consultados por SEMANA señalan que el crimen podría haber tenido origen en una disputa en el interior del partido y, más concretamente, que algunas fuerzas dentro del mismo estado de Baja California estarían detrás del crimen. Según esa interpretación, sólo esos sectores afectados por las medidas de saneamiento impuestas por Salinas (y respaldadas por Colosio), podrían resultar favorecidos con la muerte del candidato. En Tijuana no solamente los nuevos hombres del PRI obligaron a sus representantes locales a aceptar el triunfo de los opositores (es el único estado no gobernado por el partido oficial), sino que es el lugar donde se refugian los asesinos del cardenal Posadas Ocampo. Se trata de una zona donde proliferan negocios ilícitos como el transporte de emigrantes ilegales a Estados Unidos, y es, en general, la ciudad más violenta del país.

LA COLOMBIANIZACION
Esas teorías hacen inevitable decir que esa sociedad está en un proceso de colombianización, porque, entre otras cosas, el recuerdo de la muerte de Luis Carlos Galán, que guarda sorprendentes paralelismos con la de Colosio, hizo que muchos colombianos sintieran como propio el dolor de los mexicanos. Pero en este caso la comparación sólo es válida si se advierte que el proceso mexicano se parece al de Colombia de hace 10 años por lo menos. Al fin y al cabo, Colombia no sólo superó el Frente Nacional (que con su caracter omnímodo no dejaba, como el PRI, la expresión de inconformidades por fuera del sistema), sino que abrió aún más su sistema político de modo que la guerrilla, que hace 11 años negociaba respaldada por una cierta popularidad, hoy ha perdido sus banderas. Contra el narcotráfico, si la guerra no está ganada, se han obtenido importantes victorias.
Y, por encima de todo, en Colombia se está llamando a las cosas por su nombre, algo que en México todavía es una ilusión. Como dice el politólogo colombiano Ricardo Sánchez, "en México el presidente Salinas de Gortari había ordenado por decreto la entrada del país al Primer Mundo".
Pero si se habla de colombianización del proceso histórico mexicano, también es cierto que la salida del atolladero debería pasar por una colombianización, pero positiva. Resulta muy evidente que después de 64 años en el poder, cualquier partido, lleve el nombre que se le ponga, comienza a parecerse peligrosamente a los Romanoff. De ahí que muchos piensen que la única salida sea una reforma constitucional de origen amplio y nacional, que deje atrás la dictadura y abra los canales de opinión a la disidencia.
Es muy cierto que el PRI procuró durante todos estos años una tranquilidad relativa, pero también lo es que su presencia enquistada en el poder se ha convertido hoy en el cáncer de la sociedad mexicana, que es evidentemente mucho más plural que su propio estado. Lo impresionante es que tenga que morir un hombre joven, prométedor y brillante, como lo fue Luis Donaldo Colosio, para que esa realidad quede a la luz del día.


QUIEN ERA COLOSIO

LUIS DONALDO COLOSIO había nacido en 1950 en la localidad de Magdalena de Kino, en el estado de Sonora, en el seno de una familia de clase media y escasos recursos. Gran estudiante, hasta tal punto que fue elegido entre los mejores alumnos de primaria del país en 1962 (cuando visitó como premio al presidente Adolfo López Mateos) ello no le impidió ser repartidor de periódico desde los 10 años, y luego ayudante de su padre en el negocio de compraventa de ganado. A los 16 años fue locutor y animador en Radio Clave, una emisora de la localidad de Magdalena, cerca de su patria chica.
Ingresó más tarde al Instituto Tecnológico de Monterrey, donde estudió economía gracias a que para pagar sus estudios trabajaba en la misma facultad como prefecto.El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología le eligió en 1975 para cursar un doctorado en la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), aunque después se trasladó a la Universidad de Pensilvania, donde se graduó con énfasis en el área de desarrollo regional y economía urbana. Un posgrado en Europa completó su formación como investigador y le puso en contacto con líderes políticos y de opinión a nivel internacional.
Pero a pesar de pertenecer a la nueva generación de tecnócratas modernizantes que el presidente Carlos Salinas de Gortari llevó al poder a partir de 1988, nunca dejó de inclinarse hacia los temas sociales.
Por esa razón fue designado en 1992 como secretario (ministro) de Desarrollo Social, a cargo del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), que desarrolló los planes de asistencia del gobierno para las clases menos favorecidas. Allí lanzó un nuevo concepto de promoción comunitaria, basado en que "nada es gratis", dentro de la filosofía de que los programas asistenciales no deben ser vistos como dádivas. sino como estimulante de la dignidad y la responsabilidad de los beneficiarios.
Desde esa posición alcanzó un alto nivel de popularidad en una experiencia que marcaría su plataforma. Entendía la necesidad de disminuir las diferencias de clase y la urgencia de democratizar al país, sobre la base de que los partidos son intermediarios entre el hombre y el Estado y, por tanto, su libre debate sostiene la legitimidad de un gobierno. Dentro de esa filosofía, Colosio soñaba con reformar a su partido, el Revolucionario Institucional, en una forma amplia y democrática, para que abandonara su permanencia fraudulenta en el poder .
En materia económica, sin discrepar en el fondo con el programa neoliberal de apertura de Salinas, que para él había permitido una rápida transformación de las estructuras socioeconómicas, insistía en la necesidad de poner en el centro al hombre, porque "elevar el bienestar de los mexicanos constituye un objetivo superior ".
De ahí que sea tan difícil encontrar un hombre que llene las expectativas de la figura de Colosio y que tantos mexicanos estén en medio de un gran dolor. Porque ese dirigente joven y lleno de proyectos e ideas, pereció a manos de los intereses oscuros que esperan agazapados para quitar las ilusiones a los hombres de bien.

ENTREVISTA: JORGE CASTAÑEDA
"SALINAS DE GORTARI NO TIENE SALVACION"
JORGE CASTAÑEDA, mexicano, es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de México, editorialista de Proceso, Los Angeles Times y Newsweek, y ha adquirido renombre internacional por su última obra, La utopía desarmada. SEMANA habló con este observador de oposición acerca de la tragedia de México. Estos son sus conceptos.

SEMANA: ¿ Quién pudo haber matado a Colosio ?
JORGE CASTAÑEDA: Hay una infinidad de especulaciones que van desde los priístas locales del estado de Baja California, a quienes Colosio. como presidente del PRI, obligó aceptar su derrota en las elecciones para la gobernación de 1989 hasta la que acusa al propio Salinas para deshacerse de un candidato que ya estaba tomando demasiadas distancias con ellos. Pero no hay ninguna razón para creer ninguna de esas versiones. Yo creo que hay elementos para hacer una buena investigación. Fue prácticamente filmado el atentado, aunque no han pasado todo el video en televisión. Hay un asesino vivo, que sin duda tiene cosas que decir. Hay una estela de ese asesino: amigos, un barrio,una historia. Se puede averiguar mucho.
SEMANA: ¿A quién favorece la muerte de Colosio?
J.C.: Yo no creo que al gobierno. Yo creo que, al contrario, esto lo mete en una crisis terrible: crisis de confianza, crisis política, crisis de encontrar un candidato que pueda ganar, crisis económica. Le está costando mucho dinero defender la bolsa y el peso. ¿A la guerrilla? Pues tampoco. A la guerrilla, suponiendo que rebase el ámbito de Chiapas, tampoco le favorece mucho.
SEMANA: Colosio tampoco era un símbolo contra aquellas cosas por la que la guerrilla lucha. . .
J.C.: No era un símbolo de gran cosa, la verdad. Era un tipo muy decente, muy simpático, que prometía, pero que realmente no se había caracterizado por posiciones muy tajantes en ningún ámbito. Su campaña apenas estaba despegando. No está claro a quién beneficia su muerte. Más bien a nadie.
SEMANA: ¿No será que beneficia a un sector reaccionario del PRI, golpeado por lo iniciado por el gobierno de Salinas o el propio Colosio cuando fue presidente del PRI, con el fin de limpiar a la vieja clase política?
J.C.: No cuadra muy bien... Colosio no ha hecho gran cosa, no hizo mucho que pudiera provocar cualquier descontento mayor. No es el caso. Salinas tiene algunas cuentas pendientes. Y es muy posible que alguien haya hecho esto para dañar a Salinas. No por Colosio en persona.
SEMANA: A Salinas se le elogia mucho su reforma económica, pero se le reclama que la reforma política no fue al ritmo de la económica.
J.C.: Eso presupone que la reforma económica tuvo éxito. El año pasado la economía creció cero por ciento y este año va a crecer cerca de un uno por ciento. Es decir, la reforma económica no funcionó por ahora, salvo si se mide por criterios de cumplimientos. Entonces lo político no funcionó porque lo económico no funcionó. No han abierto el sistema político porque con un crecimiento económico tan raquítico si lo abrían. pues los echaban.
SEMANA: ¿ Que consecuencias puede tener el crimen ?
J.C.: El problema que ahora tienen es conseguir un candidato con tres condiciones: uno, tiene que ganar votos; dos, que no divida al partido, y tres, tiene que convencer al país de que sí ganó por las buenas.
SEMANA: ¿Qué alternativas ofrece la oposicion?
J.C.: No es que haya una alternativa viable. Lo que pasa ahora es que el gobierno y el PRI y el candidato que escojan tampoco ofrecen gran cosa. Poner la continuidad como continuidad es el peor sueño que hemos tenido. La oposición no ofrece mucho.
SEMANA: LO que a uno le parece ver en estos ultimos meses en México es que hay una rentabilidad muy peligrosa en la violencia. Algo como lo que pasó en Colombia hace unas décadas.
J.C.: En lo que se refiere a la rebelión de Chiapas no hay la menor duda de que la violencia sí ha pagado en el sentido en que las comunidades de Chiapas que se alzaron en armas han obtenido, aun ahora sin que se cumpla nada, más de lo que habían logrado durante años por las buenas. Ahora: desde el punto de vista del asesinato de Colosio, las cosas son más complicadas porque no sabemos quiénes son, qué objetivo buscan, no sabemos si lo están obteniendo. Si lo que se proponen quienes lo asesinaron era desestabilizar el país, meterlo en un proceso de zozobras, lo han logrado espléndidamente. Pero el premio a la violencia viene de algo, no es mágico, y no lo es porque lo digan algunos intelectuales, es la teoría de Octavio Paz, quien cree que porque uno dice las cosas las désea, como los niños. El hecho es que en México hay un premio a la violencia porque no hay otros mecanismos que funcionen para expresar el descontento y las reivindicaciones. Entonces queda sólo la violencia y, en efecto, la violencia funciona.
Pero a quien hay que echarle la culpa de eso no es a los que lo dicen sino a los que impidieron la existencia de otros cauces. Nada más faltaba que porque unos dicen que la violencia funciona es como si estuviéramos incitándola.
SEMANA: ¿Qué tan grave va a ser para el Tratado de Libre Comercio y la inversión extranjera en general este hecho?
J.C.: Depende. Yo creo que la inversión extranjera a largo plazo se va a mantener a ritmos moderados, como ha venido sucediendo. México no ha captado mucha más inversión extranjera directa que la que tradicionalmente captábamos. Estamos como en uno y medio, 1.7 por ciento del PIB . De cartera o especulativa sí ha tenido un auge enorme y con eso se han financiado los gigantescos déficit comerciales. Esa, sin duda, va a tener problemas. En parte por razones mexicanas y por razones internacionales, que son las tasas de intereses de Estados Unidos. Por razones mexicanas, todos estos hechos van a terminar por poner nerviosos a los inversionistas.
SEMANA: ¿ Y EL TLC?
J.C.: Yo no creo que vaya a tener mucho impacto. Ya está firmado. los americanos no van a volver a dar ese debate en Estados Unidos. Ya se dio y ya acabó.
SEMANA: ¿ Qué debería hacer Salinas en este momento? ¿Tiene salvación?
J.C.: En cuanto al juicio sobre su desempeño, difícilmente tiene salvación. Ya han pasado cosas tan graves que aunque no ocurra nada más ya su labor tiene que ser considerada de las más críticos, de las más terribles que ha habido en la historia reciente de México. Pero además creo que van a pasar muchas más cosas. Esto no se ha acabado.
¿Qué puede hacer Salinas de Gortari? Dos cosas: una, llevar a cabo una investigación a fondo de qué es lo que sucedió y averiguarlo hasta las últimas consecuencias. Y dos. ser él quien organice y garantice -es decir, ser el garante- de una elección buena en agosto. Si eso sucede yo creo que, aunque no se salve del todo, sí puede reivindicarse ante una opinión que lo va a juzgar muy severamente.


EL ULTIMO ASESINADO FUE EL GENERAL OBREGON

AUNQUE EN LA HISTORIA mexicana del presente siglo existen numerosos crímenes políticos, el último tuvo lugar el 17 de julio de 1928, cuando José de León Toral, un fanático católico, asesinó al presidente electo, general Alvaro Obregón, en un restaurante de San Angel. Con esa muerte se terminó el reeleccionismo en México y se inició una largo período de paz relativa, que por lo visto terminó la semana pasada.
Las razones de ese asesinato se remontan a la Revolución Mexicana. Este proceso se inició a comienzos de siglo cuando el presidente Porfirio Díaz desconoció el triunfo electoral de Francisco Madero y se proclamó presidente para el período de 1910 a 1916. Tras varias alternativas, el poder quedó en manos del general Victoriano Huerta, quien fusiló a Madero.
Venustiano Carranza, gobernador del estado de Coahuila, se negó a reconocer la dictadura. El país quedó dividido en dos bandos: el constitucionalista de Carranza y el federalista que apoyaba al usurpador. En ese momento hizo su aparición el general Alvaro Obregón, al lado de Pancho Villa, Emiliano Zapata y Pablo González. Obregón asumió el control de las tropas en Sonora, y se convirtió en estratega de su bando.
En junio de 1914, los seguidores de Carranza controlaron Ciudad de México. Pero no terminaban de celebrar la victoria cuando surgió la división entre Villa y Carranza. Este se negó a renunciar y estableció su gobierno en Veracruz. Los antiguos aliados contra Huerta, ahora luchaban entre sí en dos bandos: Pancho Villa y Emiliano Zapata contra Carranza, Pablo González y Obregón.
El genio militar de este último venció y el gobierno de Carranza fue reconocido por Estados Unidos en 1915. Pero Obregón le pidió apoyo a su antiguo jefe para las elecciones de 1920 y él se negó. Esto le costó la vida algunos meses más tarde cuando Obregón asumió la presidencia. Al terminar su período escogió a Plutarco Calle para sucederlo. Este modificó la Constitución de 1917 para hacer posible la reelección de Obregón. Y ello, sumado a la persecución de los católicos, creó una tensión insoportable. En 1928, los candidatos opositores fueron asesinados y Obregón ganó las elecciones. Pero un fanático religioso lo acribilló antes de que pudiera posesionarse. La muerte de Obregón está rodeada de misterio. Algunos sostienen que el crimen respondió a una venganza de los seguidores de Carranza, asesinado en 1920 por los de Obregón. Otros dicen que el asesino hacía parte de los cristeros, católicos que se organizaron para defenderse de la persecución.
Pero lo cierto es que el Partido Revolucionario Institucional nació precisamente para poner fin a ese estado caótico de cosas, y que lo consiguió durante 64 años. Ahora, cuando renacen los asesinatos políticos todo apunta a que ese poder pacificador ha acabado por consumirse a sí mismo.