Especiales Semana

Música de los sueños

Los niños de Aguablanca cuentan con su propio conservatorio, donde aprender música es una alternativa para salir del circuito de violencia y delincuencia que los persigue.

6 de octubre de 2007

"Antes me la pasaba viendo televisión y bailando reguetón", dice Jenny, una niña negra de 10 años que vive en el barrio Desepaz de Cali. Y dice antes porque desde hace dos años pertenece a la orquesta y el coro de su barrio, junto a otros 69 jóvenes de distintos rincones del distrito de Aguablanca, un populoso sector de la Sultana del Valle con graves problemas de violencia y delincuencia juvenil. Todas las tardes, desde septiembre de 2005, Jenny sale del colegio y se va para el 'ensayadero', donde se encuentra con sus amigos y los 'profes'. Allí la vida le cambia y durante las tres horas en que aprende a tocar violín, se olvida del reguetón y el lenguaje agresivo de las calles donde vive.

La orquesta y coro infantil en Desepaz es una iniciativa de Proartes y el párroco Gersaín Paz, quien convenció a los padres de familia de la comuna 21 de Cali para que iniciaran a sus hijos en la música, bajo la orientación de 14 integrantes de la Orquesta Filarmónica del Valle. Rodrigo Matta se encuentra a cargo de la dirección y la coordinación de esta actividad que, más que un proyecto musical, es una estrategia social que "busca formar líderes y brindar esperanzas a un grupo de niños talentosos que requieren la solidaridad de todos para cumplir su sueño de un futuro con mayores oportunidades", como lo explica Amparo Sinisterra de Carvajal, fundadora de Proartes hace 26 años.

Élder Balanta, uno de los profesores del Conservatorio, recuerda que "al principio pensamos que los chicos no iban a responder, pero nos llevamos una grata sorpresa cuando los vimos entusiasmados y dedicados por completo al proyecto". Este programa, que busca motivar a los niños y las niñas de escasos recursos, nació con la idea de crear opciones de vida a través de la música y luego de cuatro meses de arduo trabajo, lograron dar su primer concierto en el prestigioso Hotel Intercontinental de Cali. "Fue tal la emoción de los pelados y sus padres, que nos tocó repetirla en las calles del barrio, para todos los vecinos", cuenta Balanta.

Es sobrecogedor ver a muchachos cuyas reducidas oportunidades los presionan desde corta edad a mezclarse con las actividades callejeras, empuñando, en vez de un revólver o un chucillo, violines, chelos y contrabajos, aprendiendo a interpretar las principales obras de la música clásica. "El objetivo es que el niño aprenda con el instrumento en la mano", cuenta Mariana Garcés, secretaria de Cultura de Cali, otra entidad que le aporta al proyecto. "Nuestro propósito es poner al alcance de niños, niñas y jóvenes de las escuelas de barrios populares de nuestra ciudad, oportunidades de expresión artística que mejoren la calidad de vida de dichas localidades en términos de tolerancia, desarrollo intelectual y creatividad", resume Garcés.

Hoy, cuando los pelados de la sinfónica de Aguablanca ya completan 10 presentaciones y han logrado hacerse escuchar de los caleños hasta en el Teatro Municipal, el más importante de esta capital, los fundadores y patrocinadores de esta labor social de difusión del arte en barrios marginados, sin precedentes en el departamento, pasan dificultades para asegurar la continuidad del programa, y que éste se convierta en modelo nacional. Para lograrlo necesita del aporte de la empresa privada de la región, pues el costo anual alcanza los 220 millones de pesos, de los cuales la secretaría de Cultura de Cali pone la mitad, pero aún falta el resto. Las donaciones se pueden hacer en Proartes.