PANAMA, EN LAS FAUCES DE LA GUERRA
Desde el aire la fron-tera de Colombia con Panamá semeja un mullido tapete. Pese a que son
sólo 266 kilómetros es uno de los trayectos que más trasnocha a los funcionarios del Departamento de
Estado de Estados Unidos.Sobran las razones. El próximo 31 de diciembre saldrá el último soldado
norteamericano de Panamá, dejando una puerta sin tranca para los guerrilleros y paramilitares colombianos,
que ven en esta región uno de sus sueños más deseados.Allí está el hábitat natural para cualquier grupo al
margen de la ley: clima temible, vegetación inhóspita, refugios apartados y una gran cantidad de ríos para
huir o para el transporte de armas y droga.Los temores en Washington van en aumento. El almirante
estadounidense James M. Loy, coordinador de la lucha antidrogas y jefe de guardacostas de la zona, afirma
que "Urabá es una zona que merece bastante atención de nuestra parte y tenemos una preocupación con
respecto a la salida de Estados Unidos".Con su salida del Canal, Panamá queda prácticamente desprotegida
porque es un país sin ejército y los efectivos de la Guardia Nacional no tienen la preparación ni la dotación
militar para enfrentar a los guerrilleros y los paramilitares que incursionan en el territorio.A este cuerpo armado
los actores en conflicto colombianos ya empezaron a medirle el aceite. Los patrullajes de las Farc y sus
zonas de influencia en el istmo son cada vez más importantes. Al punto que el jefe paramilitar Carlos Castaño,
quien libra una cruenta batalla en esa zona contra el Bloque Noroccidental de las Farc, dijo en una carta
pública, que "hemos declarado objetivo militar a todos aquellos miembros de la Guardia Nacional de ese
país, quienes trabajan en abierta connivencia con las Farc en la zona de la frontera. Tenemos pruebas
fehacientes".Está claro que la intención de paras y guerrilleros para ampliar el escenario de la guerra
adentrándose en territorio panameño es una meta de los dos actores armados a corto plazo.