Especiales Semana

Pasó el año

La educación dejó de ser la cenicienta. Empresarios y gobierno coinciden por fin en que es prioritaria.

Guillermo Carvajalino S*
21 de diciembre de 2003

En los ultimos 100 años Colombia ha tenido 120 ministros de Educación. Este dato, por sí solo, muestra con dramatismo la debilidad del sector educativo y explica en buena parte los malos resultados de nuestra educación. Durante el siglo XX las políticas educativas padecieron improvisaciones, falta de continuidad y escaso compromiso por parte de los gobernantes. Con contadas excepciones, la cartera de Educación ha sido el comodín de los acuerdos políticos y las cuotas burocráticas, ocupada muchas veces por personas sin experiencia ni conocimientos. Esto ha cambiado, afortunadamente, bajo este gobierno que nombró y ha sostenido todo el año a Cecilia María Vélez, conocedora del tema y experimentada gobernante.

El gobierno cierra el año con la creación de 478.000 nuevos cupos escolares, del 1.500.000 que se comprometió a crear el gobierno de Uribe en sus cuatro años. Nada mal para un país que tenía, al inicio de 2003, 2.800.000 niños sin escuela. Lo más interesante es que la mayor parte de estos nuevos cupos se han generado con una mezcla de eficiencia, creatividad y participación: sin necesidad de nuevos recursos. Los gobiernos departamentales y municipales, apoyados por la administración central, se han dedicado a asignar los maestros más racionalmente y a buscar y atraer a los niños sin escuela estén donde estén. En muchos departamentos, los mismos rectores de los colegios públicos y los maestros se dedicaron a esta labor de convencimiento a los padres y de seducción a los jóvenes para hacerles ver que la escuela tiene sentido y que, en medio de las dificultades económicas, la educación pública es una opción con futuro.

El reto hacia adelante es reconocer que el camino de la eficiencia tiene límites: a partir de determinado momento, el proceso de racionalización se puede volver irracional. No se puede seguir aumentando el número de alumnos por profesor sin afectar la calidad; seguir trasteando maestros de un barrio para otro, de un municipio para otro, cada vez tendrá menor efecto sobre la cantidad de nuevos cupos que se pueden crear. Para 2004 se requerirán recursos nuevos, en medio de una situación fiscal difícil para el gobierno, con una reforma tributaria de efecto incierto y sin los dineros que se esperaba provinieran de la aprobación de algunas de las preguntas del referéndum.

Es que la calidad ahora importa más. La comunidad educativa ha realizado un esfuerzo importante por conocer, analizar y aplicar los estándares educativos, las evaluaciones de logro y los planes de mejoramiento. A través de la prensa nacional y regional se distribuyeron medio millón de cartillas con los estándares de lenguaje y matemáticas que permiten saber qué se espera que los niños y niñas colombianos aprendan en cada grado de la educación formal. Una manera útil de acercar la escuela a la población y de comprometer a todos en el propósito de que la educación colombiana se acerque a los estándares internacionales.

Cerca de 2.500.000 estudiantes se sometieron a los exámenes de Evaluación de Resultados Saber, para determinar los conocimientos de los niños colombianos en lenguaje, matemáticas, ciencias y, tema oportuno para este país, competencias ciudadanas. Una mala noticia es que el 28 por ciento de los evaluados no alcanzan las competencias mínimas en matemáticas, y un 9 por ciento no las alcanza en lenguaje (todavía no se han publicado los resultados en ciencias y competencias ciudadanas). Sin embargo estos resultados representan mejorías con respecto a algunas pruebas anteriores.

Queda pendiente la evaluación de desempeño de los maestros, piedra clave para estructurar el edificio de la buena calidad educativa. La comunidad educativa espera que los profesores participen activamente en este proceso y asuman las oportunidades de mejoramiento que representan unas pruebas que dan plazo de hasta dos años para que los evaluados mejoren en sus resultados.

Aunque los críticos señalan que la fijación de estándares y la medición de resultados de alumnos y docentes no es la panacea al problema de la calidad, es necesario reconocer que por algo se empieza y que "lo que no se mide no se puede mejorar". Si los rectores de los colegios y escuelas, los maestros, los alumnos, los padres de familia y las autoridades logran saber lo que no está funcionando en los establecimientos educativos, habremos dado un paso significativo en el camino de mejorar la calidad de la educación. El siguiente paso es el de adoptar las estrategias de mejoramiento de las escuelas, los programas de capacitación de docentes, la introducción de innovaciones pedagógicas en el aula de clase, y la atención especializada a grupos de población especialmente vulnerable.

En un país con un sistema educativo cada vez más descentralizado, lo que hagan o dejen de hacer los gobiernos locales y regionales será clave para la marcha de la educación. Habrá que ver qué pasa con los nuevos equipos que arrancan en 2004 en alcaldías y gobernaciones. Sobre todo en aquellos lugares donde hubo sorpresas, como en Bogotá y Valle del Cauca con el Polo Democrático o en Medellín o Cali con las fuerzas independientes.

Un hecho novedoso en las pasadas elecciones fue la campaña Vote por una Colombia educada, lanzada por la Fundación Empresarios por la Educación, patrocinada por la empresa privada y los medios de comunicación (ver recuadro). Esta campaña, que fue vista en televisión, radio y prensa por más de nueve millones de colombianos, tuvo como mensaje "exíjale a su candidato un buen programa de educación, si no lo tiene, cambie de candidato". En los próximos meses veremos si los sufragantes acertaron a la hora de depositar su voto y si los mandatarios locales responden al voto ciudadano. Habrá que hacer seguimiento a los programas educativos de los gobiernos locales y, muy especialmente, a las personas que designen para dirigir las secretarías de Educación. Será buena noticia que estas personas no sean nombradas para ajustar el gabinete a las cuotas de poder, sino respondiendo a un perfil de idoneidad, transparencia y compromiso; en esto, el ejemplo del gobierno nacional es digno de seguir.

En conclusión, el balance del año para la educación es positivo. Buenos resultados en términos de cobertura, avances en el tema de la calidad, políticas de gestión que merecen ser continuadas, no sólo a nivel nacional sino también regional. El futuro, sin embargo, luce algo incierto: limitaciones de recursos fiscales necesarios para financiar nuevos cupos escolares y programas de calidad, y expectativas con respecto a la orientación de los nuevos gobernantes locales. La esperanza radica en el interés renovado de nuestra sociedad en el tema de la educación. La educación es un asunto demasiado importante para dejarlo en manos exclusivamente de los gobiernos.

*Director de la Fundación Empresarios por la Educación.