PELIGRO EN LAS FRONTERAS
Un analista extranjero considera la situación real de las Fuerzas Armadas
Desde hace años el profesor francés Pierre Gilhodes tiene adelantando investigaciones sobre el ejército colombiano con el objeto de publicar un libro fundamental sobre este tema. El corresponsal de SEMANA en París, José Hernández lo entrevistó a propósito del Informe Especial preparado para este número.
SEMANA: ¿Cuál es la principal característica del ejército colombiano?
PIERRE GILHODES: Pienso que, contrariamente a sus vecinos, el ejército colombiano es, ante todo, un ejército en guerra. Lo que implica que cualquier militar que hoy es general ha hecho carrera en un estado de guerra interna contra una parte de la población levantada en armas. La consecuencia más directa, y a mi parecer la más grave, es que el ejército colombiano ha vivido replegado hacia el interior del país en lugar de poderse dedicar a su tarea principal: la defensa de las fronteras del país. Para llevar a cabo lo que hoy llamamos la contrainsurgencia, el ejército ha tenido que multiplicar las tareas de inteligencia militar. Las acciones cívico-militares (construcción de puentes, carreteras y puestos de salud), la represión contra los grupos en armas y los que los apoyan que lo hacen aparecer desde afuera como una fuerza policiaca o una gendarmería de orden interno. El desfase entre las actividades actuales del ejército y lo que tendría que ser su tarea fundamental aparece cuando vemos que los principales acontecimientos en las áreas próximas a Colombia y la reciente guerra de las Málvinas son de tipo internacional.
S.: ¿Cuáles son las principales deficiencias del ejército colombiano en ese sentido?
P. G.: Yo vería principalmente dos: la implantación del ejército y su conformación.
La Fuerza Aérea, por ejemplo, que es la única fuerza de combate moderna, está implantada tan lejos de las fronteras que no tendrían ni siquiera la posibilidad de ir y volver a su base operacional. Por falta de barcos modernos y adecuados, la armada no está en condiciones de defender las fronteras marítimas. El problema de conformación del ejército es, por su parte, el más grave. Si lo analizamos bajo el punto de vista de la estrategia moderna, implica que Colombia carece de un verdadero ejército. La conformación en brigada es, en efecto, demasiado ligera para hacer frente a una guerra moderna en donde se tiene que pensar en divisiones como lo están haciendo los ejércitos vecinos. Los jefes militares colombianos son conscientes de que el ejército no está preparado para una crisis internacional como la que vimos recientemente en el Cono Sur. Es más, algunos oficiales ya empezaron a tratar abiertamente estos temas estratégicos en las revistas públicas del ejército.
S.: ¿Ese claro reparto de tareas: mantenimiento del orden, por un lado, necesidad de preocuparse por la seguridad exterior, por otro, no da lugar a la formación de tendencias a nivel del ejército?
P. G.: No creo que se pueda hablar en términos de tendencias. Preferiría hablar, a lo sumo, de escuelas basadas en una diferencia casi más generacional, que de pensamiento. Una que yo llamaría "la de los Mayores" que son los que están de lleno en las operaciones de mantenimiento del orden y "la de los Generales" que ya ven los problemas de dimensión nacional y que están reflexionando sobre la necesidad de sacar a Colombia de esta guerra interna. Unos y otros coinciden en considerar que la explicación de esta guerra interna no reside solamente en problemas de subversión provenientes del exterior, sino que tiene causas sociales, políticas y económicas internas. Esto lo han expresado muchos oficiales como el General Landazábal o los actuales comandantes de Brigada.
Los generales añaden a ésto una conciencia mayor de los peligros exteriores, basados fundamentalmente en la situación que vive América Latina donde los primeros conflictos Norte-Sur están apareciendo. Además entre los vecinos de Colombia hay, a veces, reflexiones agresivas que obligan al Estado Mayor Colombiano a estudiar lo que podría pasar en sus fronteras, eventualidad para la cual no están preparados.
Las dos "escuelas" estan buscando renovar la institución y cómo parar los conflictos internos --sin recurrir a la represión, pues son de orden político-social-- para poder ocuparse de los problemas de defensa nacional.
Por otro lado, me parece peligroso e incorrecto hablar de grupos o tendencias en el ejército. Creo que las Fuerzas Armadas deben ser aceptadas como un cuerpo único, jerarquizado, no deliberante y obediente al poder civil.
Los militares colombianos siempre han afirmado respetar la Constitución y hasta ahora han actuado en ese sentido.
El que quisiera jugar a militares liberales y conservadores o a militares constitucionalistas y gorilas estaría en juego peligroso. Hay que respetar al ejército como un todo constituído con matices de pensamiento que expresan la personalidad de los jefes o las posiciones en las que se encuentran frente a los problemas concretos.
S.: ¿Cuál cree usted que es la posición del ejército colombiano con respecto al artículo 120 de la Constitución?
P. G.: No se si hay una doctrina del ejército sobre este artículo, pero después de haber discutido con varios jefes militares tengo la impresión de que el ejército es partidario de su reforma. Los militares consideran que es sano que el país tenga una mayoría y una oposición constituída pero no según las disposiciones del artículo 120. Naturalmente que las declaraciones de los militares tienen mucho que ver con los dos problemas que hemos evocado. Sin embargo, es interesante ver que en numerosos textos importantes el ejército, la seguridad se asocia con el problema del desarrollo. Por eso, el ejército tiene muchas reservas en cuanto al artículo 120 y en cuanto a las modalidades de aplicación.
S.: ¿Las tareas de defensa nacional favorecerían, a su parecer, un mayor equilibrio entre las instituciones y el ejército?
P. G.: Sin duda creo que los militares son muy conscientes de que, a veces, han tenido que jugar papeles excesivos. Pero los han cumplido lo mejor que podían, aunque no estuvieran preparados, como en el caso de la Justicia, porque alguien tenía que asumirlos. Yo pienso, por otra parte, que si el poder civil se muestra capaz de asegurar el orden y el funcionamiento normal de las instituciones de un estado moderno, el ejército entraría a sus cuarteles para ocuparse de las tareas de defensa nacional que, como ya dije, tiene muchas deficiencias.
El levantamiento del estado de sitio es, en este sentido, una buena cosa por que le restituye a cada uno su propio sitio en la sociedad nacional. Es cierto que existe una tendencia relativamente reciente de los militares a ocupar espacios que no son de su competencia como la política educativa, por ejemplo. Los militares consideran que la fuente de la subversión se encuentra en las escuelas o en las universidades. Yo creo que esto es un claro fenómeno de incomprensión mutua. Ojalá pudiera suceder, como se hace en otros países, que el ejército tuviera contactos más directos con la universidad. El ejército podría enviar más oficiales a estudiar carreras civiles, lo que favorecería el diálogo y ayudaría a superar la incomprensión entre el ejército y la universidad.
S.: ¿Qué enfoque le daría usted al problema de la inseguridad?
P. G.: Creo que si Colombia logra civilizar la lucha política, mediante el establecimiento de un verdadero diálogo como el planteado por el Dr. Lleras y la Comisión de Paz, el país lograría establecer una política de seguridad que la población siente como una necesidad. Yo creo que hay un vínculo no evidente pero cierto entre la inseguridad y la situación militar. Si el ejército no tuviera que cumplir esa tarea desagradable de policía rural, se podría dedicar mayor presupuesto a las tareas preventivas de la policía nacional en las ciudades. Yo creo que entre la inseguridad y la situación político-militar hay un vínculo tan estrecho como entre inseguridad y las condiciones sociales. Por éso, la inseguridad en forma aislada no dará resultado. Una solución global, a mediano plazo, puede eliminar o reducir de manera sensible el problema de la inseguridad.
S.: ¿La democracia colombiana y el ejército nacional están bien casados?
P. G.: No. Los padrinos no han permitido que los esposos se quieran. El diálogo no existe entre el ejército y el pueblo colombiano. Y éso es grave.
El diálogo supone respetar al ejército, comprender su razón de ser, saber sus aspiraciones y conocer sus motivaciones. Lástima que en el sistema democrático colombiano no haya debates parlamentarios de altura sobre la política de defensa. Un debate que incluyera la defensa, sus tareas, sus medios, sería, probablemente, bueno e ilustrativo para que la nación conozca a su ejército y se dé cuenta de sus necesidades. Creo, en fin, que haber privado a los oficiales y a los soldados del derecho al voto no ha sido una buena cosa. Posiblemente correspondió a una situación diversa, pero hoy los militares deberían poder expresar por su voto su manera de pensar. Así no tendrían aspiraciones a manifestarlo de otra manera. Eso no significa politizar al ejército sino permitirle participar y ejercer activamente sus derechos cívicos. En el mismo sentido, tal vez sería el momento en que Colombia podría nombrar un Ministro de Defensa civil. Cualquier general en actividad, como Ministro de Defensa, tiene un papel ambiguo pues no se sabe si responde a orientaciones de un poder civil o si es vocero de las fuerzas militares. Teniendo un civil o un militar retirado en el Ministerio de Defensa, los militares tendrían más canales de expresión y mayor libertad que en la situación presente. Ellos podrían participar en tareas de una defensa propiamente referida a las necesidades de Colombia
S.: ¿Cuál es el estado de reflexión del ejército colombiano con respecto a los planteamientos de tipo estratégico?
P. G.: La reflexión todavía no está muy elaborada pero hay un claro esfuerzo de independencia. Yo creo que hoy existe la conciencia de que las tareas de defensa no se pueden dejar en manos de otras naciones. La defensa del país es, naturalmente, una tarea de todos los colombianos. Yo creo que los militares se han dado cuenta de que la conformación de la nacionalidad es muy débil. Una de las "buenas cosas" de la situación de guerra es que los militares han terminado conociendo perfectamente el país. Eso les ha dado motivos de reflexión sobre la mala integración del país. Habría que prestarles un oído serio al respecto.
Tengo la impresión de que los militares tienen sumamente presente que la conciencia de la nacionalidad no se aprende ni en Moscú ni en Washington ni en Pekín sino en Colombia.