POM, POM, POM...LATE MI CORAZON
En un sofisticado apartamento, el hombre del corazón artificial inlcia una nueva vida.
El traslado de William J. Schroeder -el hombre que más ha durado con un corazón artificial-, desde el hospital Humana (Louisville) hasta un apartamento cercano especialmente equipado para albergar al enfermo, es el paso que lo libera de la condición de paciente absoluto a la de ciudadano casi corriente. Porque si bien es cierto que Schroeder tendrá que vivir atado a una máquina de más de 280 kilos de peso que acciona su corazón mecánico, también lo es que, por primera vez desde que fuera desahuciado y sometido a una delicada operación para reemplazarle su corazón natural por uno artificlal, Schroeder "ha vuelto a casa".
No es, desde luego "su" casa, ni una casa normal, como la del resto de los norteamericanos. Se trata de un apartamento de 240 metros cuadrados, especialmente acondicionado para Schroeder, quien está obligado a desplazarse en una silla de ruedas. Tiene amplias puertas de acceso a las tres habitaciones que cuentan con toma-corrientes para aire comprimido y botones de alarma para alertar al personal médico. El baño también ha sido modificado para permitir que se duche conectado a la batería de su corazón y pedalee en una bicicleta estática.
El cambio de hábitat no fue fácil. Se requirió adaptar una camioneta donde Schroeder mantuvo conectado su aparato y pudo disponer de elevadores especiales para su silla de ruedas. El traslado duró 40 minutos, a pesar de que el nuevo apartamento queda a menos de cuatro cuadras del hospital.
Como reina de belleza o político en campaña, batiendo la mano para saludar a gente del vecindario que lo recibió con pancartas en las que se leía "Bienvenidos señor y señora Schroeder", el jubilado de 53 años fue conducido en su silla de ruedas al que deberá aprender a considerar como su nuevo hogar. "Trabajé para la Fuerza Aérea durante años", comentó Schroeder, "así aprendí que hogar es cualquier sitio donde a uno le toque estar durante un tiempo".
Sin embargo, el regreso de Schroeder a su hogar fue tan feliz como pudiera haberlo sido, tras haber soportado 4 meses de difícil convalecencia. Poco tiempo después de haber recibido su Jarvik-7, que es el nombre de su nuevo corazón, sufrió un derrame cerebral que lo dejó parcialmente sin habla, con problemas motrices y graves fallas de la memoria, lo que lo sumió en delicado estado depresivo. Sin embargo, sus médicos creen que su moral volverá a mejorar, ahora que puede gozar de un mayor grado de privacidad e independencia, con detalles como la cocina casera.
El traslado de Schroeder representa una gran esperanza para pacientes potenciales de corazón artificial, que de otra forma no se someterían a la operación, si la perspectiva fuera pasar el resto de sus días confinados a un cuarto de hospital. Desde luego, Schroeder no estará solo, un equipo de enfermeras, técnicos y agentes de seguridad se ha trasladado también a un apartamento en el mismo edificio, para prestarle asistencia permanente, porque mientras Schroeder viva con el corazón mecánico, aún existen graves riesgos de morir por derrame cerebral, infecciones o fallas del aparato.
La vida de su antecesor de experimento, el dentista Clark, estuvo a punto de terminar anticipadamente, cuando una de las válvulas de su corazón se rompió. Sin embargo, la pronta intervención de un técnico que ajustó el aparato, le dio tiempo al doctor De Vries -el cerebro del equipo que realiza los implantes-, para reemplazarle la parte izquierda del corazón mecánico, mediante una nueva cirugía. Por positivo que sea el traslado de Schroeder, si una catástrofe similar le ocurriera, una maniobra de salvamento semejante sería imposible.
Por lo pronto, el corazón mecánico de Schroeder ha latido más de 13 millones de veces desde que fue implantado y el paciente, aunque su condición es aún precaria, da muestras de estar mejorando día tras día. Schroeder no podrá volver a ser un hombre normal, pero su esposa dice que lo apoyaría tantas veces como fuera necesario, en un nuevo intento por prolongarle la vida. "Sabíamos, cuando nos metimos en esto que no todo sería positivo. Pero que el experimento ha sido un éxito lo demuestra el hecho de que William aún está con nosotros".
Pase lo que pase, cuando William J. Schroeder abandonó el hospital, dejó atrás uno de los más tormentosos capítulos de la cirugia del corazón en los anales de la medicina contemporánea.