Especiales Semana

Por Andrés Pastrana

La frustración de la paz

15 de julio de 2002

El pais que recibi era uno con muchos problemas de viabilidad hacia el futuro. Comenzando porque hace cuatro años éramos parias a nivel internacional. Teníamos un desempleo que se había duplicado en un cuatrienio, altos índices de inflación, tasas de interés muy elevadas, un peso artificialmente revaluado, un sistema de vivienda que estaba a punto del colapso, un sector financiero al borde de una crisis sistémica y un sector agrario en franco retroceso. Además, las Fuerzas Armadas estaban desmoralizadas y recibían duras derrotas militares, y tampoco existía ningún avance en el terreno de la paz. Frente a ese panorama no había otra misión que la que cumplimos: poner la casa en orden para volver a recuperar la esperanza de un futuro mejor.

Realicé un esfuerzo audaz y generoso por alcanzar la paz mediante el diálogo, el cual no fue correspondido por la guerrilla, lo que condujo, sin ninguna duda, a su más grande derrota política nacional e internacional. Paralelamente, fortalecí, modernicé y profesionalicé las Fuerzas Armadas, dejándolas con la moral en alto y en su mejor momento histórico. A nivel internacional, devolvimos a Colombia un papel protagónico en la agenda global, logrando convocar el interés y la solidaridad del mundo entero frente a nuestra situación.

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En el campo social pusimos en marcha el Plan Colombia, con una inversión superior a los 1.000 millones de dólares; entregamos más de 380.000 subsidios para vivienda; titulamos tierras a más de 100.000 familias e incrementamos la cobertura en salud en cuatro millones de personas. Además, realizamos en el Eje Cafetero una labor de reconstrucción reconocida por su eficiencia y transparencia.

El diagnóstico económico lo hizo SEMANA en un reciente artículo: "La situación es totalmente distinta de lo que era hace cuatro años, la última vez que se habló de recesión. En ese entonces todos los ajustes estaban por hacerse, el sector financiero iba en picada, las tasas de interés estaban disparadas y la devaluación era incontenible". Hoy a todos luces el panorama es el de la estabilidad: dejamos el sector financiero sano y generando importantes utilidades, la inflación en un dígito, las tasas de interés bajas, la tasa de cambio libre y estable, el déficit fiscal en descenso y el país creciendo por tercer año consecutivo después de un año de recesión. Además realizamos las reformas estructurales más necesarias, como la ley de ajuste fiscal territorial y la reforma al régimen de transferencias territoriales, y dejamos andando otras, como la urgente reforma pensional.

La responsabilidad también se plasmó en una revolucionaria reforma al régimen petrolero que permitió la firma de más de 60 contratos de exploración; en la recuperación del campo, que hoy crece por encima del resto de la economía y que incluyó el paso de la ineficiente y corrupta Caja Agraria al moderno y eficaz Banco Agrario; en la salvación de la vivienda a más de 800.000 deudores hipotecarios y en la formulación y aplicación de un Plan Estratégico Exportador que ha incrementado las exportaciones no tradicionales y merecido el reconocimiento de todos los sectores.

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Aciertos: el Plan Colombia, que está llevando alivio y progreso a las personas más necesitadas del país; las reformas estructurales que devolvieron la estabilidad a la economía; el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas; el esfuerzo sincero por alcanzar la paz, que dejó sembrada su semilla a lo largo y ancho del país, y la Diplomacia por la Paz, que se tradujo en inmensos recursos de cooperación y, además, nos permitió mostrarle al mundo la verdadera cara de la guerrilla.

Equivocaciones puede haber muchas, como en todo proceso humano. Tal vez mencionaría el haber creído en la voluntad y capacidad del Congreso para sacar adelante, con responsabilidad, la reforma política. Tres veces lo intentamos pero siempre fue obstaculizada por la misma clase política que, salvo honrosas excepciones, no entendió la trascendencia de lo que propusimos.

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Gobernar en Colombia es vivir una sucesión de momentos difíciles, por eso creo que el más difícil fue el momento en que las Farc decidieron terminar con el proceso de paz a través de sus acciones terroristas. Esto implicó decretar el fin de la zona de distensión, una determinación que, a pesar de ser muy difícil, fue apoyada por la inmensa mayoría de los colombianos y que hoy repetiría si volviera a encontrarme en las mismas circunstancias.

Sigo creyendo que Colombia sólo alcanzará la paz a través de una solución política negociada. Es la única vía posible y eso lo evidenciamos, incluso, a nivel mundial. Por supuesto, mientras los violentos insistan en el terrorismo deben ser combatidos con todo el peso de la ley y la fuerza legítima del Estado.

Veo en 20 años a una Colombia progresista y en paz, insertada exitosamente en el comercio mundial y pionera en el campo de las tecnologías.

Finalmente diría que la labor de mi gobierno la describiría con una sola palabra: responsabilidad.