Especiales Semana

SALDOS DE ACERO

Como ocurrió con otros sectores de la economía, el contrabando y la competencia desleal dejaron a las siderúrgicas en una crisis sin precedentes

22 de mayo de 1995

POCAS COSAS SON tan incómodas como una deuda, y en el caso de una empresa, lo grave es que termina por impedir cualquier movimiento que busque la modernización, necesaria para ganarle la carrera a la competencia. Algo así le ocurrió a Acerías Paz del Río, que hasta el año pasado estaba prácticamente asfixiada por una deuda de 138 millones de dólares, lo que le impedía conseguir capital de trabajo para dejar en plena marcha sus plantas y darse la pela con el contrabando.
Era tan grave la situación, que debió recurrir a una salida: vender la cementera, que era su negocio más rentable. La idea era hacer la transacción en los primeros meses de 1994, pero como si el palo estuviera para cucharas, fue esa la época en la cual Acerías entró en una huelga que duró 60 días y significó que la empresa dejara de percibir 21.000 millones de pesos. Eso, sin contar el agravante de que se incrementó la llegada de acero importado, tanto por las vías legales como por las del contrabando. La operación se realizó entonces a mediados del año, cuando se constituyó Cementos Paz del Río como una empresa independiente, en la que Acerías posee el 42,2 por ciento y el restante 57,7 por ciento está en manos de inversionistas nacionales y extranjeros. Así quedaron las cosas luego de la emisión de American Depositary Receipts -ADR- en los mercados internacionales y de acciones en los nacionales, por un total de 83,7 millones de dólares (70.308 millones de pesos) entre las dos compañías.
Vender a Cementos era salir de un negocio en pleno auge por el boom de la construcción, pero a la vez, le permitiría a Acerías recuperarse. Y de hecho, lo hizo, pues la empresa disminuyó su deuda en 57 millones de dólares -de los cuales tuvo que pagar 40 a los bancos-, pasivo que quedó en manos de la cementera. Esta, a su vez, logró reducir su deuda a 32 millones de dólares, los cuales serán cancelados desde marzo de 1996.
En su primer período como empresa independiente, Cementos Paz del Río logró ventas por 52.182 millones de pesos, luego de utilizar el 93 por ciento de su capacidad instalada. Las ganancias, por su parte, sumaron 1.992 millones. Ahora, la compañía decidió meterse en un plan de expansión por 33 millones de dólares, con la idea de duplicar su capacidad de producción y aprovechar el boom que se acerca por la construcción de vías y carreteras. " Cualquier ensanche tiene cabida, aun cuando no se mantengan los ritmos de crecimiento que ha tenido la industria en los tres años anteriores -superiores al 12 por ciento-. Para 1995 esperamos un crecimiento del 7,0 o el 10,0 por ciento", dijo el presidente de Cementos Paz del Río, Gustavo Herrera Támara.
Pero si el panorama que se pinta para el cemento es bueno, no ocurre lo mismo con el del acero, que ya va a completar cuatro años en problemas como consecuencia de la apertura económica y el aumento de la competencia, tanto legal como proveniente del contrabando. El año pasado, por ejemplo, ingresaron al país 287.000 toneladas de acero terminado, con un incremento del 19 por ciento en relación con 1993; y en cuanto al producto semiterminado, las importaciones llegaron a 163.000 toneladas, con un aumento del 58 por ciento.
Si las cosas han sido difíciles para la industria, peor lo han sido para Paz del Río: "Primero fue el racionamiento de energía, después tuvimos que reparar el alto horno de la planta en 1993 y el año pasado estuvimos en huelga. Aun así, logramos utilidades por 25.000 millones de pesos después de tener pérdidas por 10. 000 millones en 1993. Lo que nos salvó fue la venta de la cementera", según el presidente de Acerías, Néstor Fernández de Soto.
Ahora, el problema que enfrenta la compañía es de iliquidez, pues no tiene capital de trabajo. Y es tan grave la situación que no sólo le falta dinero para modernizarse sino para operar normalmente con lo que tiene. La empresa necesita 9.000 millones de pesos para trabajar, además de otros 40 millones de dólares (33.600 millones de pesos) para hacer la reconversión industrial. Eso sin tener en cuenta que las condiciones macroeconómicas le sean favorables para poder sobrevivir a la tormenta.-