Especiales Semana

SE VA PARA BARRANQUILLA

No es un capítulo de ficción, pero parece. En 15 años, el Cerrejón estará produciendo 800 millones de dólares anuales y Barranquilla, la pionera de los años 20, será la gran ciudad industrial del país.

19 de julio de 1982

A pesar de contar con excelentes tierras para la producción agropecuaria y de haber sido el centro de los primeros desarrollos industriales del país, la Costa estuvo durante mucho tiempo marginada de los planes económicos elaborados por la administración central.
Las bondades del clima que atrajeron a los conquistadores al interior del país; el desarrollo de una economía de exportación basada en un producto de ladera como el café, en torno al cual se creó el llamado triángulo de oro (Bogotá, Medellín y Cali); la reinversión de las divisas obtenidas con la exportación del grano en las mismas regiones productoras; el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, que amparó el desarrollo de una serie de industrias protegidas, cuya localización estuvo condicionada por la existencia de mercados relativamente amplios en las mencionadas regiones; fueron factores que contribuyeron al desarrollo centralista del país.
Ahora sin embargo, las cosas han cambiado. La creciente importancia de los recursos mineros y energéticos y su abundancia en el subsuelo costeño, lo mismo que el inmenso volumen de inversiones realizadas en los últimos años, han convertido a la región del Caribe en el centro del futuro desarrollo nacional. Cerrejón y Cerromatoso, los más importantes proyectos mineros en la historia del país, serán a la vuelta de unos años la principal fuente de divisas del país. Después de casi un siglo de hegemonía, el café pasará a un segundo plano. El Cerrejón, únicamente, estará produciendo para 1986 cerca de 760 millones de dólares y para 1995 cerca de 8.000.
Los expertos sostienen que, en la actualidad, las únicas dos ciudades atractivas para la inversión industrial son: Bogotá, por su gran poder consumidor, y Barranquilla, por su rápido desarrollo. Pero como Bogotá, dada la política descentralista del último gobierno, está vedada para la inversión extranjera, Barranquilla será, seguramente, la mayor receptora de inversión en los próximos años, con la ventaja adicional de su privilegiada posición para un posible incremento de las exportaciones.
Por otra parte, el crecimiento económico de Barranquilla y de las zonas mineras debe crear la demanda suficiente para permitir un rápido incremento de la producción del sector agropecuario, limitado en su desarrollo por la falta de mercados.
LA TENTACION CENTRALISTA
Existe, sin embargo, el peligro de que todo el progreso de la Costa se concentre en Barranquilla, se repetiría así, a un nivel más reducido, todo el esquema centralista imperante en el país. Es el caso de El Cerrejón: ya está definido que buena parte del personal profesional y técnico que va a intervenir en la explotación del carbón, tendrá su sede en Barranquilla. Se está pensando, inclusive, en la posibilidad de transportar la comida para todo el personal del proyecto. Este hecho, que parece inevitable, es consecuencia, según opinión de los mismos costeños, de la falta de una planeación que permita un desarrollo más armónico de la región.
Lo cierto es que la Costa no ha tenido nunca un plan de desarrollo. Existe en la actualidad una entidad llamada Cipur, que fue creada por los propios departamentos de la región como un organismo de planeación conjunta y como un instrumento para lograr inversiones del gobierno nacional. Pero su acción, en opinión de sus propios impulsores, ha sido bastante limitada. La Costa debería contar con una fuerte Corporación Regional de Desarrollo para integrar los esfuerzos de los sectores público y privado y canalizar las inversiones que se generarán alrededor de los grandes proyectos mineros.
A pesar de que existe la idea generalizada de que la Costa se encuentra manejada por una clase política más preocupada por sus propios intereses que por el desarrollo regional. Los mismos costeños señalan cómo, cuando existe voluntad, las cosas funcionan bien. Es el caso de la Corporación Eléctrica de la Costa Atlántica (Corelca), cuya eficiencia es frecuentemente señalada como modelo de buena administración. La Costa es la única zona del país que tiene su energía efectivamente descentralizada. Pero esta situación no es la más generalizada.
En la misma Barranquilla, centro del desarrollo regional, la administración pública ha alcanzado un alto grado de ineficiencia. No obstante, algunas personas piensan que la propia dinámica de las Inversiones que actualmente se están haciendo en la ciudad, (cuyo éxito depende, en parte, de una adecuada prestación de servicios), impondrán una mayor eficiencia a la administración. Se dará nuevamente el modelo, tradicional del país, en el cual el desarrollo económico es el precursor de las mejores del Estado y no lo contrario, como debería ser.
Algo parecido puede suceder con algunos renglones económicos en los cuales la Costa ha tenido un enorme potencial, pero que no han sido explotados hasta ahora, como el turismo y la pesca. En el caso del turismo, se prevé desde ahora que los enormes desplazalnientos de personal, ligados al desarrollo de los proyectos mineros y a las actividades paralelas, generarán también una dinámica de tipo turístico, tanto nacional como internacional. Especialmente importante en este sentido será el proyecto de El Cerrejón, el cual reunirá, en su etapa de construcción, más de 8.000 trabajadores entre obreros, técnicos y profesionales (muchos de estos últimos venidos del extranjero).
Sea como sea, con las contradicciones propias del desarrollo de los países del Tercer Mundo (y, particularmente, las de nuestro propio desarrollo), todo parece indicar que la Costa se convertirá, en pocos años, en la región más importante para el desarrollo económico del país. Los enormes capitales que están en juego en la actualidad, la creciente demanda de mano de obra, el aumento en los ingresos de buena parte de la población, y el consiguiente incremento en los requerimientos de bienes y servicios, han desatado una serie de fuerzas que, en opinión de muchos, acabarán para siempre con la posición subsidiria que ha tenido la región del Caribe y la colocarán en el centro de las preocupaciones de los futuros planificadores de la actividad económica nacional.